Para entender lo grandioso de esta película quizá haya que verla dos veces. La primera vez que la ves te vas a quedar con las escenas más bizarras e icónicas, como la mujer comiendo un panecillo de clavos o el mítico "banquete de mierda". Pero lo que a mí me resultó verdaderamente impactante fue el guión. Son las justificaciones morales de los poderosos y la brutal sumisión de las víctimas lo que da auténtico terror.
Nos encontramos con una representación muy gráfica de cómo funciona el mundo, una especie de microcosmos en el que se acentúa lo peor de la sociedad. Cuando acabas de verla no puedes evitar preguntarte cómo es posible que, estando las víctimas en notable superioridad numérica, se sometan sin más, sin si quiera intentar rebelarse. Ahí es cuando a mí se me despierta esa incomodidad de tener que reconocer que es la misma dinámica según la cual se rige el mundo.
Para que no te parezca una película simplemente morbosa, vale la pena conocer la obra de Pasolini, su relación con la literatura universal y, evidentemente, la obra del Marqués de Sade, en la que estas justificaciones para abusar de las personas son mucho más profundas y desarrolladas.
Eso es lo que resulta aterrador: no estamos ante un loco con una motosierra, sino que estamos ante individuos poderosos y racionales que han desmontado la moral judeo-cristiana y han acabado haciendo barbaridades de todo tipo, pero de una manera terriblemente lógica. En definitiva, puede o no gustarte, como todo, pero seguro que no te deja indiferente.

Siempre hay quien dice: "Es tan angustiosa que no podrás acabar de verla". Llevan razón, cuesta mucho acabar de verla, pero no por lo angustiosa sino por lo soporífera. Es extremadamente lenta y se hace muy pesada, lo que anula totalmente el impacto visual. Los primeros dos minutos pueden causar sensación, pero diez minutos de lo mismo le quita toda la frescura a la escena.
En cuanto al "argumento" o simbolismo tengo mis serias dudas: quizá soy yo la que no ha acabado de extrapolar cierta imágenes con el génesis bíblico, pero da la casualidad de que nadie que conozca pilló ese simbolismo. Si necesitas leer una reseña para entender lo que estás viendo, algo no funciona. Insisto en que quizá la torpe fui yo, quizá otro espectador lo ve y dice: "Claro, evidentemente esa persona atada a una silla es Dios que se suicida", pero francamente lo dudo.
En mi opinión lo único que hace que sigas mirando es la fotografía. Ese punto hay que concedérselo, y se ve en la misma carátula. Por esto creo que es una cinta pretenciosa, porque se agarra al calvo ardiente del impacto fotográfico, pero no consigue transmitir bien su simbolismo y, aunque lo consiguiera, no dice nada revelador.

El lado dulce de Pasolini, un canto a la vida, a la belleza, a la poesía visual y al despertar sexual.
El director italiano mezcla maravillosamente la sexualidad y la inocencia, y el resultado de esta suma es ese deseo primigenio en el que no caben las perversiones ni las complicaciones. Hay varias escenas en las que vemos a personajes jóvenes, algunos adolescentes, descubriendo al sexualidad con una sonrisa en los labios. Verla te devuelve, a ratos, al despertar sexual cargado de deseo e inexperiencia. Es frescura en estado puro, todo va bien incluso cuando va mal. Ni el secuestro de Sherezade se refleja como algo malo, es como si Pasolini crease un mundo a aparte en el que hasta lo "malo" puede ser bueno.
Considero que ha de ser bastante difícil mezclar sexo explícito con inocencia, y esta cinta es básicamente eso: el lado más puro y natural de la sexualidad, sin maquillar y sin eufemismos.

Nadie interpreta a un yonki mejor que un yonki. Muy dura y muy fiel a esa españa ochentera en la que los picos y los picoletos estaban presentes en cada esquina. No intentes buscarle un significado profundo, un trasfondo filosófico ni un valor artístico, sencillamente es una muestra de cómo los jóvenes caían en las garras de la heroína para salir con los pies por delante. Los protagonistas ni si quiera eran actores propiamente, sino que eran jóvenes marginales sacados de los peores barrios, que casi se representaban a sí mismos.

Lo bueno de esta película es que puedes verla sin sonido, inventarte el guión más absurdo según lo que intuyes, y entenderla. Es más, si haces esto y vuelves a verla con sonido, verás que el argumento es exactamente el que te habías inventado. Y es que si en Europa empieza a aburrir el tema de ver a asiáticos entrenando a desconocidos por el puro amor a las artes marciales, imagínate en Asia. Bueno, pues resulta que este tipo de películas son toda una quijotada, no solo por las locuras que las conforman, sino porque son una sátira del género kung fu. Pasamos de un tipo que salta dos metros (gracias a la armonía cuerpo-alma que ofrecen las artes marciales) a un tipo que salta cinco metros y se queda dos minutos en el aire. No es una buena película, pero te deja con la cara girada un buen rato. ¿Graciosa? Muy relativo, reconozco que yo me reí bastante, no por el guión sino por pensar que alguien rodó eso esperando que me lo creyera. ¿Una mala película? Probablemente, pero debo admitir que la vi entera y que, gracias a este locura, descubrí que hay todo un género dedicado a ridiculizar las películas de artes marciales. Por ejemplo, personajes que dicen llevar años buscándose para matarse mutuamente, se encuentran y se ponen a hablar y a beber sake; personajes expertos en kung fu que descubren que les están robando y acogen a los ladrones bajo sus tutela... Llevan al absurdo todos los elementos del cine de artes marciales.
Para ver una buena película, ponte otra. Para ver una cosa muy rara que te hará poner cara de interrogante a lo largo de toda la historia, ponte esto y a ver qué pasa.