A mí me encanta el cine zombi, pero el de acción, el de esos zombis que corren a los Usain Bolt, que atacan en hordas de millones de no-muertos y que son más difíciles de matar que el propio Steven Seagal. Esto no quiere decir que no sea amante del cine zombi haitiano o del gran George A. Romero, sino que no puedo con esa vertiente moderna de transformar el cine zombi en dramas humanos lentos, tediosos y aburridos, como me pasó con la francesa Mutants (2009) o la española The Returned (2013). Pues bien Les Affamés es de ese estilo y por lo tanto, no es fruto de mi devoción.

En Les Affamés, el virus zombi se ha extendido por el mundo y en un pequeño pueblo de Quebec, un puñado de supervivientes intenta sobrevivir a pesar de falta de esperanza y vivieres.

Como antes os comentaba, la cinta se posiciona en el drama de estas personas que se ven obligadas a unirse para sobrevivir, a pesar de que tienen caracteres e intereses muy diferentes. A diferencia de las películas o series norteamericanas de zombis, aquí no tienen grandes planes, ni ningún héroe que se haga cargo de la situación, sino que enfocan esta terrible situación desde un plano más realista y mundano. Los zombis de vez en cuando atacan, salpicando de bajas a nuestro, ya de por sí, reducido grupo de personajes y otras veces se dedican a apilar sillas o juguetes en extraños montones que observan petrificados. ¿El motivo de todo esto? Lo siento, pero no lo pillé, así que si alguien puede echar luz sobre este síndrome de diógenes al estilo zombi, se lo agradecería enormemente.

Lo que destacaría en Les Affamés es su cuidada fotografía y cinematografía, que denotan la gran maestría y el saber hacer de su director. Pero en definitiva, el guión no me funcionó. Los personajes están escasamente definidos por lo que no empatizas con ninguno de ellos y no sientes, en absoluto, sus muertes, y esto termina provocando que la historia se me hiciera tediosa y carente de interés. He leído muy buenas críticas sobre Les Affamés e incluso se ha convertido en una de las sensaciones del año en lo que a cine fantástico se refiere, pero en mi humilde opinión, es un guión fallido con un envoltorio precioso y profesional.

Yo que soy una apasionada del cine de terror, tuve que descubrir esta maravilla de película en un festival al que acudí hace poco. Antes de decidirme a comprar las entradas, estuve leyendo varias críticas sobre la primera parte, que no había visto y que vi tras quedarme asombrada con ésta. Todas ellas coincidían en catalogarla como una de las mejores películas de terror de la última década y a su asesino, Mick Taylor, como un firme candidato a entrar en la exclusiva lista de asesinos míticos del cine, como Michael Myers o Jason Voorhees.

El argumento de la película no aporta nada nuevo al género, es un tema más que trillado en el cine de terror. Es el típico slasher, en el que una pareja de mochileros alemanes viaja en este caso a Australia, para disfrutar de todos sus encantos y se acaba encontrando con la peor de sus pesadillas. Lo que hace especial a esta película, es su asesino Mick Taylor. John Jarratt, el actor que lo interpreta, borda el papel. No eres capaz de imaginártelo actuando de otra manera, que no sea como este asesino paleto y con estética a lo Cocodrilo Dundee. Es despiadado, con un sentido del humor muy, muy negro y cuya misión en esta vida es acabar con los turistas alocados e irrespetuosos que vienen a mancillar su querida tierra. En esta segunda parte, vamos a descubrir más aspectos sobre su vida, su casa, sus motivaciones. Siempre quedará para la historia del cine de terror, la secuencia dónde Mick somete a su víctima a un macabro Quiz Show de preguntas sobre historia y cultura australiana, en el que lo que está en juego en la propia vida del chico.
No recomiendo esta película, a personas sensibles y que no les guste el género, ya que hay muchas escenas un poco salvajes y que ponen los pelos de punta. Imposible de olvidar la persecución con los canguros, Impresionante!!
En resumen, una película que hará las delicias de los amantes del cine de terror, que conseguirá que no veas Australia con los mismos ojos, y que cada vez que oigas la risa de Mick Taylor se te helará el corazón.

Una de las películas más alabadas de Sitges, premiada con la mejor dirección, un rape & vengeance, ¿qué más se podía pedir? Pues que me hubiese impactado tanto como el remake de I spit on your grave (2010) o Savaged (2013) y no fue el caso.

Revenge sigue el esquema habitual de este tipo de cintas, en el que tres hombres casados y adinerados, se reúnen para cazar, como todos los años, en una casoplón en medio de la nada, pero esta vez, uno de ellos trae a su amante, provocando el interés y el deseo de sus amigos. Tras la "obligada" violación, la chica es dada por muerta, pero ésta se recupera milagrosamente y emprende una sangrienta venganza contra sus atacantes.

Coralie Fargeat, responsable del guión y la dirección, nos presenta un rape & vengeance concebido para el disfrute de una audiencia, ávida de ver a una preciosa joven, acabar con una panda de indeseables. El problema que yo le encuentro a la cinta y el motivo por el cuál no ha pasado a ocupar los primeros puestos de mis rape & vengeance favoritos, es que hay que hacerle demasiadas concesiones para que la situación resulte creíble. Con esto, no me estoy refiriendo a que una chica menudita y un tanto ingenua, se convierta en una Lara Croft de la vida y arrase con sus técnicas de supervivencia y aniquilamiento, como es habitual es las cintas de este género. Me refiero a que hay una serie de elementos, un tanto fantásticos que, al no encontrarnos en una cinta de ciencia ficción como lo era Savaged, resultan un tanto increíbles e hilarantes: la escena de la rama en llamas, la cauterización de sus heridas o los litros de sangre que pierde la chica y ella tan feliz.

Revenge cuenta con una protagonista carismática y dura, interpretada a la perfección por Matilda Lutz, el desalmado que comete la violación, el que la permite y el grandísimo hijo de p.... que intenta solucionar la situación, eliminado el problema. Un reparto bastante reducido pero que en ningún momento, resulta insuficiente para el devenir de la historia.

Una venganza sangrienta y salvaje siempre es disfrutable y en esta cinta no soy capaz de calcular los litros y litros de fluido rojo que pudieron utilizar. Sobre todo en esa alargada escena final que se convierte en un interminable pilla pilla por una casa inundada de sangre, que en la audiencia no produjo otra cosa que multitud de carcajadas.

Resumiendo, Revenge es un rape & vengeance que bien merece un visionado por su buen manejo de la tensión, por su maravillosa protagonista, los asesinatos, la sangre y, en definitiva, por esas situaciones absurdas que la acaban convirtiendo en una propuesta tremendamente divertida y disfrutable. No será la mejor de su género, pero sí una cinta entretenida para pasar un buen rato y no tomarse demasiado en serio.

Lo cierto es que me enfrenté a esta película con las expectativas por los suelos, después de haber leído alguna que otra opinión que la catalogaba como un tostón supremo. Esta pequeña película francesa, respaldada por Xavier Gens, director de una cinta mítica de la corriente del Cine Extremo francés, Frontière(s) (2007), que aquí parece un Eli Roth de tierras galas, bajo ese anuncio de "Xavier Gens Presents", esta dirigida por Mathieu Turi. Hostile es su ópera prima como director, aunque cuenta con una sólida carrera a sus espaldas como asiente de dirección, en títulos de bastante envergadura como Inglorious Bastards (2009) o Sherlock Holmes: A Game of Shadows (2011).

El argumento de Hostile es bastante simple. Nos situamos en un futuro post-apocalíptico al más puro estilo Mad Max, en el que Juliet, nuestra protagonista, sufre una accidente y queda atrapada en su coche, en medio del desierto. La joven tendrá que sobrevivir a las extrañas criaturas que acechan de noche mientras, mediante flaskbacks, recuerda su complicada historia de amor.

Lo que son las expectativas, ¿verdad? No esperaba nada de esta película, más que una siesta en la butaca (la proyectaban a las 17.15) y me encontré con un debut bastante correcto e interesante. Es posible que el público de Sitges, dónde se había proyectado previamente, se sintiese decepcionado, al no encontrar ninguna película de terror, si no un dramón romántico post-apocalíctico con tintes fantásticos, pero la verdad es que a mí, sin resultarme ninguna maravilla, me funcionó.

La protagonista, interpretada por Brittany Ashworth a la que podemos ver en la recientemente estrenada The Crucifixion (2017), del omnipresente Xavier Gens, no es un personaje simpático, ni que nos caiga bien, pero tampoco queremos que muera atacada por extrañas criaturas. Al mismo tiempo, queremos saber más de su poco idílica historia de amor, que aunque tiene el estilo de un Pretty Woman de sobremesa, es lo que la hace seguir luchando por su vida.

Aunque ya os he comentado que Hostile es una película correcta, sí que me parece que abusa demasiado de los flasbacks, que acaparan la mayor parte del argumento. Lo verdaderamente interesante es la trama de Juliet, atrapada en un coche volcado, con escasa munición y víveres, haciendo frente, como puede, a unos monstruos que quieren cenársela esa noche. En las escenas de acción, en las que se producen los ataques de los monstruos, la tensión está muy bien dirigida y sin duda, constituyen el principal atractivo de la cinta.

Puede entender que Hostile no sea una cinta que vaya a gustar a todo el mundo, principalmente por su vertiente edulcorada y un final más que previsible. Sin embargo, si nos la tomamos como lo que es, un drama romántico, en un entorno desolador y diferente, creo que funciona bastante bien. No olvidemos que estamos hablando del debut de su director, que aquí también firma el guión, por lo que tendríamos que ser algo más benevolentes y esperar a ver qué derroteros toma la carrera del joven cineasta galo.

Mi reciente adicción a las series y miniseries británicas y la devoción por todo lo que hace David Tennant, hacían de Broadchurch una apuesta segura. Si a eso le añadimos que es un drama policiaco de tan sólo ocho capítulos en los que toda acaba resuelto, sabía que iba a devorarla en el mismo momento que cayese en mis manos. Emitida por la cadena británica ITV, responsable también de la famosa Downton Abbey, fue concebida como una miniserie, pero dado su sorprendente éxito ha sido renovada para una segunda temporada y ya cuenta con su remake americano, Gracepoint, protagonizada también por el Sr. Tennant.

La serie refleja cómo la vida de este pequeño pueblo costero de Inglaterra se desmorona tras hallarse en la playa el cadáver de Danny Latimer, un niño de once años. A pesar de que el tema de muertes de niños ya ha sido tratado en otras series actuales (de hecho Broadchurch ha llegado a conocerse como “The Killing” británico) introduce elementos que la hacen muy interesante. Aquí lo más importante no es la investigación que se lleva a cabo para hallar al culpable, sino cómo el hallazgo del cadáver de Danny y la posterior investigación por esclarecer el suceso, afectarán a este pequeño pueblo, destapando oscuros secretos y mentiras que llevaban enterrados mucho tiempo. La apacible vida en el pueblo será arrastrada por un torrente de sospechas, acusaciones y reproches.

Los verdaderos protagonistas de la serie serán la pareja de detectives encargados de la investigación. Por un lado tenemos a la teniente Ellie Miller, interpretada magistralmente por Olivia Colman. Una madre de familia, felizmente casada, que tras regresar de sus vacaciones verá como su ascenso, que ella daba por sentado, le ha sido concedido al recién llegado Alec Hardy. Éste, interpretado por un soberbio David Tennant, será un jefe bastante antipático y distante, que ha aceptado el puesto en la comisaría de Broadchurch como una especie de penitencia por otro caso fallido del que él era responsable. Este sentimiento de culpa le hará ser concienzudo y metódico, trabajando de manera incansable en la investigación de la muerte de Danny. Estas diferencias en sus personalidades harán que afronten el caso desde diferentes perspectivas. Ellie, vecina de Broadchurch de toda la vida, amiga de la familia Latimer, cuyos hijos eran amigos, verá como sus sentimientos y fuertes vínculos a la comunidad no la dejarán ser totalmente imparcial en sus juicios. Por otro lado, el frio inspector Hardy no tendrá ningún problema en investigar a todo el pueblo, ya que nadie estará libre de sospecha. Su fin último será encontrar al culpable de la muerte de Dany, pese a quién pese.

Las mayores muestras de dolor y sufrimiento que presenciaremos serán, como es evidente, las de la familia Latimer, donde cada miembro lo afrontará de una manera diferente. Beth, la madre, rota por el dolor, no sabrá cómo retomar una vida en la que ya no está su hijo buscando apoyos en la comunidad. Mark, el padre, afrontará el suceso desde una postura más distante y volviendo al trabajo tan sólo una semana después de la muerte de Danny.
En definitiva, el suceso afectará en mayor o menor medida a todos los habitantes del pueblo, para los que ya nada volverá a ser como antes. Tendremos un amplio abanico de sospechosos a lo largo de los ocho episodios, y no tendremos claro quién será el culpable hasta el final.

Durante la investigación se irán descubriendo secretos que a veces no tendrán nada que ver con el caso que nos ocupa, pero que irán desengranando poco a poco esa red de mentiras que se encontraba bajo la superficie de esta comunidad “apacible”. Esto provocará que estemos intrigados y deseosos de descubrir no sólo al culpable de la muerte de Danny, sino todos los secretos del pueblo.

Broadchurch también contiene una dura crítica contra la prensa sensacionalista. Veremos a periodistas sin escrúpulos vapulear a la familia Latimer con el único objetivo de conseguir una exclusiva, a jefes de redacción que manipularán las noticias para que tengan un mayor efecto sobre el público…En definitiva, un claro reflejo de la prensa sensacionalista que se dedica a alterar la información en pos de unas noticias más impactantes y sórdidas que vendan más periódicos o suban las audiencias.

En resumen, una serie más que recomendable. Os mantendrá intrigados durante sus ocho capítulos, sospechareis de todos y cada uno de los vecinos hasta el final. Muy buenas actuaciones tanto de los protagonistas, como de los secundarios. Empatizareis con casi todos ellos, y viviréis su sufrimiento como el vuestro propio. Así que preparaos para disfrutar pegados a la pantalla con esta gran ficción inglesa.