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Críticas de Lucyfero
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
7
20 de diciembre de 2008
86 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro del laberinto, así es como se siente el espectador que corretea detrás de la jovencísima Jennifer Connelly allende transcurre el film. A pesar de ser una película completamente fantástica, tan real ocurre parecer el laberinto que se hace, así mismo, real. Claustrofóbico, agotador, extenuante; y mágico. "Dentro del laberinto" combina de una manera cuasi subliminal un terror psicológico camuflado por lo infantil de la estética; persiguiendo durante todo el film un objetivo que parece prácticamente inalcanzable, mientras que otras veces parece juegos de niño. El centro pivotante lo marca Sarah (Jennifer Connelly), que unas veces parece más inteligente que el propio rey de los Goblins, y otras parece derrumbarse por el propio peso de su propósito.
La película es una diarquía en la cual cada protagonista brilla cuando el otro cae, en un antagonismo del que no sale claro vencedor. David Bowie es la cara de este film, pero unas veces parece en un histriónico concierto de su rock, y otras el maestro del otrora Johnny Depp (al que el papel le vendría como anillo al dedo). La Connelly gana por la propia importancia de su personaje, y por la evolución y superación de la que hace gala así transcurre la cinta, lo que no al rey de los Goblins, personaje del que no se deja constancia en ningún momento el por qué actúa como lo hace, y qué le mueve a ello.
La fantasía que gira en torno a este reparto bifacial es de lo mejor y más variopinto que jamás hizo el cine. Pertenece a un género que murió según se alzó protagonista el hacer digital, ese que ahorró quebraderos de cabeza e ingenio y sumó la fría e inhumana mano del ordenador. Ese género fantástico que vivió sus años de gloria durante los 80, en una sucesión de películas que parecen cortadas por un patrón único e irrepetible: Cristal Oscuro (1982), La Historia Interminable (1984), Dentro del Laberinto (1986), Willow (1988), Bitelchús (1988). Tim Burton a duras penas siguió el testigo, y repitió guión y modos mientras su cine se transformaba en la loca factoría de los 90.
El cine de antes murió con el final de la década reina del Pop-Rock (esa de la que David Bowie era uno de sus mitos), cuando el ingenio y no el dinero valían para hacer una película maravillosa; cuando una película se hacía por arte y no por los beneficios. Además de ello, hoy estas películas han desaparecido; pues no tienen cabida en la parrilla actual. Para el público infantil queda la animación, que con la llegada del citado ordenador puedo hacerla hasta yo; y para el público adolescente quedan las American Pie's y las películas terminadas en Movie (Scary, Date, Epic, Disaster, etc.).
"Dentro del Laberinto" es una prueba más de que el cine de antes es mucho mejor; sin espectaculares efectos especiales; sólo con teleñecos y mucha maña; sin la mercadotecnia del consumismo y sin el vil dinero de por medio; motor de la industria.
Por ello, el cine de calidad se quedó como Jennifer Connelly... dentro del laberinto.
Lucyfero
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WALL•E
Estados Unidos2008
7,9
130.325
Animación, Fred Willard
8
9 de agosto de 2008
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ciertamente no fui al cine muy convencido sobre la nueva genialidad de Pixar. Todo lo que había visto y oído de Wall·e me parecía ñoño, mil veces tratado y algo infantil en su planteamiento. Y no me equivoqué, por grandísima suerte. Wall·e es ñoño, sí; pero de una manera tan delicada y sútil que es imposible no sonreirle. Mil veces tratado, también, pero mil veces nunca como ahora. ¿Infantil? También, mucho; pero Wall·e esconde algo que los niños no pueden captar, y que es aquello que lo diferencia de ser una película buena de animación, a ser una incontestable obra maestra del género.
En primer lugar, la animación: increíble, sublime, incontestable; si son escenarios reales o digitales, realmente es casi inapreciable. La animación ha llegado a tal punto con Wall·e, que parece haber dejado de serlo.
Los paisajes, perfectos, bellos; muestran la hermosura de un mundo comido por la basura sin que te repugne para nada. Los planos, cual obra maestra del cine; geniales, simplemente geniales. A simple vista, tal grandísima calidad cinematográfica parece imposible ir dirigida hacia el público infantil... a simple vista, pues la película avanza y empiezan a aparecerle sombras.
Aún así, los primeros 50 minutos de la película son un espectáculo visual y emocional como pocas veces antes había conseguido el cine. Wall·e recuerda a las antiguas y primeras películas de animación: sin diálogos, sólo la música y Wall·e. Pues el comienzo de la película es tan mimético, tan intimista, que se hace grande, muy grande, alcanzando una cumbre magestuosa. Podría mantenerse en ese cénit, hasta el final, y convertirse en la más grande película de animación; pero... los niños, ¿Es que nadie va ha pensar en los niños? A mitad de la grandísima genialidad, cuando Wall·e te hace feliz, sonriente; los más pequeños de la sala empiezan a entretenerse, y tú a maldecir el por qué esta gran película va dirigida a ellos.
Aún así, Wall·e es genial, y esa primera mitad grandiosa, obra maestra; justifica esa segunda parte, que es ciertamente excelente.
Salí con una sonrisa del cine, la misma que tuve durante toda la película, y con la satisfacción de haber disfrutado de ella mucho más que todos los niños que poblaban la sala.
Lucyfero
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10
16 de junio de 2009
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bergman tuvo que verse cara a cara con ese caballero negro, perfecto jugador de ajedrez, segador de almas. Sólo así se explica que saliese ileso de aquella pretenciosa premisa en que en que basó el Séptimo Sello… señoras y señores, he aquí a la muerte.
Unos náufragos, una orilla, un paisaje sueco medieval. Acto seguido una macabra partida de ajedrez da comienzo in situ; la muerte se le ha presentado a un caballero cruzado, Antonio, -un Max Von Sydow inconmensurable- y éste se resiste en una hábil estratagema:retar a la muerte en un tablero que más bien vale el fin de su vida. Blancas para el cruzado, que hastiado de guerras regresa a casa y se encuentra con que Dios -o quizás el Demonio- le reclaman para su feudo; negras para un simple mensajero que ni siquiera sabe adónde va aquel al que tiene que dar muerte. Tan grande es el poder del caballero negro como ignorante en saber de dónde le viene.
En esas desfila una serie de personajes entre los cuales Bergman, una vez más –y no iba a ser menos- nos da una lección a todos aquellos que aspiramos a que el cine sea algo más. Una vez más, nada se muestra gratuito en pantalla como tantas veces el cine lo hace por desgracia. Cada cual tiene su importancia como los peones en el tablero. Juan el Escudero, la voz de la fuerza, del auto convencimiento, del raciocinio; los comediantes la picaresca, la felicidad, la vida sencilla; el herrero la ignorancia, mezclada con una inusitada inocencia. La Peste Negra es el paraje en que se mueve la película, simboliza el mal del hombre, ese mismo mal que habitaba en la taberna que se burlaba del pobre José. La religión se mueve entre medias cual serpiente, reptando por las mentes que intentan buscar en ella la salvación a una muerte inevitable. La muerte, una vez más la muerte. Antonio, el caballero andante de la triste figura –nótese el increíble parecido con el Quijote de Cervantes- estudia cada movimiento de la partida en pos de alcanzar el verdadero conocimiento sobre qué le espera una vez se dé el jaque mate. Entre medias, métase de nuevo la religión, motor de conciencias y garante de respuestas. Respuestas, por otra parte, que ni a Antonio –ni en extensión, a Bergman- parecen satisfacer. A tal desesperación llega, que incluso demanda al Demonio una respuesta que dé fin a su inmortal duda. Y teme, como bien le dice a la muerte entremedias de la partida, que incluso tras segada su alma no halle réplica alguna a qué es lo que hay tras de la vida.
Ahí es donde quería llegar con esta crítica. En resumen, Bergman filma la muerte y no nos dice en toda la película qué es lo que es. Lo que simboliza, por otra parte, la significación más perfecta que nunca nadie en el cine dio al caballero negro, jugador de ajedrez. La muerte es algo a lo que la propia muerte ni respuestas puede dar (…)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lucyfero
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9
12 de junio de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un bacalao del que sólo el maestro Allen podía salir sin hacer el mayor de los ridículos. Midnight in Paris es, ante todo, un sueño. El sueño de todos y cada uno de nosotros que alguna vez aspiró a parecerse a sus ídolos. El bueno de Owen Wilson (estupéndamente caracterizado como un "Woody Allen joven") no sólo intenta parecerse a ellos, sino que comparte sus sueños e inquietudes. Esta preciosa película supone una oda a la intelectualidad, dedicada a los que se estremecen leyendo a Hemingway o se preguntan pensativos qué demonios es lo que hay detrás de un Picasso o de un Dalí. Si eres uno de éstos, disfrutarás como nunca.
Yo no recuerdo la última vez que disfruté tanto viendo una película en el cine.
Lucyfero
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5
22 de junio de 2008
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé qué nombre ni lugar le dará la historia del cine a “El Incidente”; lo que está claro es que cada vez que Night Shyamalan se pone al frente de un rodaje, el cine se paraliza y su leyenda se acrecienta un poco más. Todas sus películas parten de una premisa idéntica y un desarrollo igualitario; con la intriga por bandera y una angustia que aterra más que cualquier film de terror de testosterona adolescente. El terror del realizador indio es el más culto y sofisticado desde que Hitchcock aprendió a filmar el pánico y el espanto tal y como lo hace la propia vida. Quizás por ello Shyalaman se parece tanto al gran maestro. Sus historias son intimistas, pequeñas, de detalles, de planos perfectos y escenas metódicas capaces de mostrar el terror más espantoso. Y si no quiere terror, Shyalaman nos angustia como pocos en la historia del cine. Así arranca, al menos, El Incidente. La primera media hora es fiel a su estilo, y lo supera claramente; te sobrecoge, te inquieta enormemente, te supera, te puede. Lo vuelve a hacer, y te satisface enormemente por aquello que piensas que vendrá.
Pero Shyalaman se traiciona; o al menos, a aquellos que veneran el Sexto Sentido o El Bosque como mitos cinéfilos de nuestro tiempo. Quizás aquellos films fueron la cúspide de su cine, que desde “La Joven del Agua” comenzó a decaer. ¿Sigue cayendo con El Incidente? Pues sí, lo hace, relativamente lo hace. Creo creer que el director indio ha intentado redirigir su cine a aquellos que no entendieron El Bosque; pero ha traicionado a aquellos que sí lo hicieron. La angustia y la inquietud del principio se vuelven en magnificencia, y no avanza. Traiciona el intimismo de sus films, y la historia se estanca en un abanico de personajes absolutamente planos. El terror de Shyalaman evocaba a la psicología de sus personajes, redondos y muy trabajados. Ahora son todos planos, con diálogos absolutamente patéticos; en pos de un guión que empieza genial, y se pierde. El director indio debería de haber profundizado tanto como para hacer llorar a más de uno, pero no lo hace en absoluto. Mueren personas, hay muchísimo sufrimiento, pero eso no le llega al espectador… el intimismo de sus films se ha perdido.
Mark Wahlberg no se esfuerza en absoluto. Zooey Deschanel es muy guapa, pero mala actriz. Los demás secundarios son tan planos que casi ni se ven; y el mejor personaje de largo nos llega en forma de ermitaña anciana, al final de la película, que recuerda a la de Misery; la cúspide del film llega con su aparición, y muere con ella.
El guión no progresa nada; y alarga la premisa inicial hasta el final de la película. La historia engancha a duras penas, pero lo hace; es grande, genial y muy intrigante, pero está muy mal tratada. Aún así y todo, no es para nada un mal film; intrigante como ninguno, y como ninguno sabe hacer. Pero Shyalaman se traiciona, sabedor quizás que algo que lleva su nombre venderá como churros… Spielberg, otro más grande quizás, ya lo hizo recientemente.
Lucyfero
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