Hay un dicho popular que dice que "Benditos los que me imiten porque ellos heredarán mis defectos" que creo que en buena medida se le puede aplicar a "La virgen de agosto", de clara influencia rohmeriana y, más en concreto, influenciada, me parece, por una película como "El rayo verde", la cual trataba una temática similar, con una chica que también se quedaba durante el verano en una ciudad del interior, en este caso en un París semivacío, debido a las vacaciones estivales de las que disfrutaban sus vecinos.

Pero el cine aparentemente sencillo y con diálogos inteligentes, a veces (todo hay que reconocerlo) excesivamente intelectuales, del cineasta francés, se convierte aquí, para mi gusto, en un cine simplón y con diálogos unas veces seudointelectuales, otras llenos de un exagerado buenrollismo (he perdido la cuenta de las veces que se emplean las palabras "guay" y "genial". Algo que será un rasgo generacional, supongo) y algunos que directamente parecen diálogos de besugos. Por no señalar algunas escenas francamente intrascendentes que cuadrarían más en una serie de televisión de andar por casa que en una película de estas características.

Por último, y es una impresión mía, tengo la sensación de que "La virgen de agosto" funcionaría mejor como comedia que como drama. Lo justifico en el spoiler.

Muchas películas y documentales se han realizado sobre el Holocausto judío (en hebreo Shoah) que se llevó a cabo, como todos sabemos, durante la II Guerra Mundial. Algunos estaban llenos de buenas intenciones, otros quizás pecaban de oportunistas y algunos más explotaban el dramatismo de la situación para ganarse al público. También, cómo no, hay ejemplos entre ellos de buen cine, caso de "La lista de Schindler" o "El pianista".

"Shoah" juega en otra división. Claude Lanzmann realiza un impresionante documental, de unas nueve horas de duración, con un material que tardó en reunir ni más ni menos que diez años. Partiendo de los estremecedores relatos de algunos de los supervivientes y de algunos de los verdugos, colaboradores o testigos silenciosos de los hechos, como por ejemplo algunos de los vecinos de los campos de exterminio, el director realiza un auténtico monumento a las víctimas y sin recurrir para ello en ningún momento a imágenes de archivo.

Para algunas personas estos tiempos terribles de confinamiento quizás no sean los más adecuados para ver filmes así, pero también suponen una oportunidad (debido al tiempo del que disponemos) para poder escuchar algunos de los relatos inolvidables que jalonan este documental y de los que también, a veces, surge un extraño lirismo, como en el caso del niño judío que se salvó gracias a una canción.

La memoria de los muertos de aquella barbarie queda honrada por este monumento al cine y a las víctimas que es "Shoah".

Uno de los peligros, en ocasiones, de hacer un cine onírico y simbólico es que si las imágenes no son lo suficientemente impactantes y, dentro de lo irracional, no hay un hilo conductor, ya sea temático o emocional, que nos interese, el resultado puede ser la perplejidad o el sopor. Por ejemplo, en " Un perro andaluz"; de Luis Buñuel, hay imágenes oníricas inolvidables, que difícilmente nos dejan impasibles ante lo que estamos viendo, a pesar de que nos resulte difícil interpretarlo.
No es el caso, para mí, de "Largo viaje hacia la noche", a la cual, reconociéndole su virtuosismo formal, un brillante final y un hilo temático no siempre fácil de seguir, me deja como espectador bastante vacío de emociones y con cierta sensación de pesadez a la hora de digerir esa búsqueda de un amor del pasado por parte del protagonista.
Quizás haya otros factores que influyan en esta percepción negativa, como las influencias de Tarkovski y Wong Kar Wai (santos por los que no siento excesiva devoción), citadas por algunos críticos de Filmaffinity, o el no poder haber visto esa segunda parte de la película en 3D (desventajas de haberla visto en un cine de provincias de la periferia).

El narcotráfico, por desgracia, fue, y sigue siendo, aunque quizás en menor medida, una lacra que azotó, sobre todo, a la zona de las Rías Baixas gallegas y que supuso que buena parte de esa población se rebelase contra aquellos que habían destrozado la vida de los más jóvenes. Partiendo de este contexto y abusando de los efectismos de guion, Paco Plaza plantea una historia de venganza contra Antonio Padín ("casualmente" su apellido coincide con el del narco arrepentido, en la operación Nécora, Manuel Padín) que llevará a cabo el personaje interpretado por Luis Tosar.

Como aspectos positivos de la película: buen ritmo y actuaciones más que correctas, todo ello hace que "Quien a hierro mata" sea una película que en raros momentos aburra. Algo diferente es como se consigue ese ritmo, a base de giros de guion que, en ocasiones, hacen que se resienta la verosimilitud de la película.

¡Ah! Y por último, como gallego me chirría bastante el acento gallego tan forzado de algunos de los protagonistas, en concreto Enric Auquer.

John Huston a lo largo de su carrera cinematográfica siempre ha sentido predilección por las historias de perdedores. No hay más que recordar algunas de sus grandes películas como "La jungla de asfalto" o "El hombre que pudo reinar", pero también aparecen este tipo de personajes en obras menos conocidas por el público, como por ejemplo "Fat City".

"El tesoro de Sierra Madre" pertenecería al primer grupo. Pero junto a esos personajes a los cuales parece escapárseles en el último momento lo que ansiosamente buscaban, aparece, como un veneno que poco a poco se va apoderando de ellos, una cualidad como la ambición, que se acaba convirtiendo en un peligroso defecto cuando se lleva hasta las últimas consecuencias. Vamos viendo como progresivamente los personajes se ven dominados y enfrentados a causa de ella. A todo ello ayudan sin duda las magníficas actuaciones del trío protagonista. Además, esta épica aventura en busca de oro se ve potenciada por la estupenda fotografía de esos áridos paisajes por los que deambulan los personajes.

Dicen que en buena parte de la filmografía de Huston el destino juega un papel decisivo para los personajes. Afirmar eso quizás es simplificar lo que en realidad buscaba demostrarnos este gran director porque en muchas ocasiones lo que lleva a la derrota a los personajes son sus propios defectos. Y en el caso de "El tesoro de Sierra Madre" ese defecto tiene nombre: la ambición.