Aunque esperemos que la muerte se lleve a un personaje cercano, nunca se abandona la vida. En este drama todo parece girar sobre un guión que con antelación proyecta el final y sin embargo creo que eso es lo que la hace más especial. Es la única película en mi vida tan predecible que me ha hecho saltar las lágrimas. Incongruencia, por supuesto, hasta que se ve.
La maestría con la que Peter Horton consigue que Brad Renfro interprete a Erik, hace que te salgas de una historia tan demoledora moral y éticamente que en ocasiones no sólo es divertida, sino que se disfruta como si nada malo estuviese pasando a pesar de las "irresponsabilidades" que se cometen. Gran duda la que se deposita al entender lo que importa es ser realmente feliz sin tener en cuenta el tiempo que queda o lo que haya que luchar o imaginar para seguir adelante. Detalle espectacular el de "la maloliente zapatilla de baloncesto" y el mocasín como "barco de la esperanza" sobre el río mississippi.