Cuando los Bee Gees estaba en la cúspide de la ola musical esta cinta sirvió para que todos sus detractores se les echaran encima y vapulearles. Evidentemente ellos no eran actores, la película era demasiado larga y el guión no era demasiado bueno. Pero si hay algo que salva esta rareza son las canciones y sus interpretaciones. Hoy en día es una curiosidad y como tal hay que verla, aunque no sea imprescindible.

Una película contada con gran sencillez, una hermosa luz de atardecer, bella música y unos actores convincentes para contar una historia, aparentemente intrascendente o tan trascendente como puede ser la enseñanza a unos niños rebeldes que sueñan con la guerra, y un trasfondo político de lo que pasó, pasaba y se avecinaba contada con la lucidez que da la perspectiva del tiempo.

Pese a todos sus defectos técnicos, tal y como hoy entendemos la Ciencia Ficción, con mayúsculas, la película todavía conserva ese trágico mensaje ecologista, cada vez más vivo y patente, de que destruimos la naturaleza de nuestro planeta, con todas sus plantes, animales y ecosistemas. Y lo que plantea este film no es solo posible sino plausible de que llegue a suceder algún día no muy lejano.

Para mí ha sido una gran sorpresa encontrar esta película que no tiene ninguna fama y sin embargo se merece mucho más porque con una historia tan sencilla enseña a los niños cosas tan importantes como que la vida no es un juego y necesitamos cuidar y respetar a los demás. Para mí es una pequeña obra maestra olvidada y he de decir que la vi con mi hijo de diez años y le encantó sin dejar de pestañear.

Llama la atención la baja puntuación que tiene esta película que si bien su desarrollo es superficial el planteamiento es muy original y con mucha miga que rascar y por otro lado resulta divertida y entretenida. No tiene nada que envidiar a otras parecidas y más famosas como Solo en casa. Mis hijos fliparon con la situación y les gustó mucho.