Haz click aquí para copiar la URL
España España · Barcelona
Críticas de Astatine
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
7
24 de julio de 2014
50 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se tardan dos horas en verla, pero mucho más en reflexionar sobre ella. En ese sentido no es una película directa ni fácil. Admite lecturas desde diversos puntos de vista y, al menos para mí, eso exige más de un visionado. Como obra es imperfecta en muchos sentidos, pero con ese tipo de imperfección que la hace aún más interesante.

Toda la cinta se basa en la contraposición, más o menos balanceada, de opuestos. De los cuatro protagonistas, dos (Yonoi y Hara) son japoneses, y dos (Lawrence y Jack Celliers) son occidentales. Es curioso de ver cómo el estilo de interpretación es diferente en los actores japoneses (más rígido, para nosotros sobreactuado) que en los occidentales. Se habla tanto japonés como inglés, aunque la mayoría de los personajes no entienden más que uno de los dos. La barrera idiomática no es más que una de las barreras entre los prisioneros británicos y los japoneses: el comportamiento y las expectativas de unos resulta incomprensible para los otros, y viceversa, a pesar de los esfuerzos de Lawrence (que habla japonés) por hacer de nexo de unión. Sin embargo, tampoco él es capaz de comprender plenamente a los japoneses: los bagajes culturales de uno y otro pueblo son muy distintos. Ese bagaje provoca que el mismo espectador tampoco pueda ser imparcial (ha de ser muy distinto verla siendo occidental que siendo oriental, presumo). A ese respecto, el espectador occidental tiene dos opciones: ver la película sin subtítulos para las partes en japonés, desde el punto de vista de los prisioneros, o verla con subtítulos; pero saber lo que dicen los japoneses no es garantía de comprender porqué hacen lo que hacen. Para ello, se necesita un cierto estudio sobre la historia y la cultura del «bando contrario»; y si esta película despierta ese interés en el espectador (y lo ha logrado conmigo) es un triunfo que hay que reconocerle.

El argumento está en un completo segundo plano. Lo que lleva la película son las acciones, sentimientos y relaciones entre los personajes. La primera pareja dramática es Lawrence-Hara. El coronel Lawrence (gran Tom Conti) es un personaje al que se coge cariño inmediatamente en su papel de mediador. Su humanismo es palpable, pero sus intentos de aproximar los dos mundos lo dejan un poco en el limbo: por un lado, le acarrearán la desconfianza de sus compañeros británicos. Por otro, a pesar del respeto que se gana por parte del sargento Hara (y que también se percibe en Yonoi) ellos tampoco lo comprenden, con el agravante de que además es su prisionero. Sus frases sobre los japoneses son demoledoras, de lo mejor de la cinta. Hara (gran actuación de Takeshi), por su lado, es un personaje fascinante: es como un niño y, como tal, despliega una brutalidad inocente, hace lo que otros han dicho, sin plantearse si está bien o mal. En sus conversaciones con Lawrence se nota la simpatía y la amistad que los une, lo que no le impide apalearlo sin piedad varias veces durante la película.

La segunda pareja es Yonoi-Celliers. Así como los otros dos son personajes más cercanos al espectador, estos están en otro plano: son casi arquetipos. Casi, porque su carácter guarda las suficientes incógnitas como para que nunca lleguen a caer en lo plano. Los paralelismos entre ellos son evidentes: los dos son líderes natos, los dos se culpabilizan por un hecho de su pasado, y los dos se sienten fuera de lugar en un mundo que no es el suyo (Yonoi es un samurái en la época incorrecta y Celliers, a pesar de ser un hombre respetable, siente que se su vida no significa nada). Los dos son almas gemelas que parecen estar buscando «algo» que no saben lo que es y, cuando se encuentran, el mundo explota. Celliers es definido como un «soldado de soldados», pero David Bowie rescata a su personaje de convertirse en el típico héroe al uso, tanto en aspecto (androginia) como en comportamiento (Celliers es imprevisible, excéntrico, por no decir que está como una cabra). Ryuchi Sakamoto está muy hierático como Yonoi, pero su interpretación es buena, incluso cuando se fuerza a su personaje hablar inglés, que se nota que es un lenguaje con el que no se siente cómodo. La fascinación a primera vista que le provoca Celliers traspasa la pantalla: a partir de allí, su control del campo de prisioneros y su propio autocontrol van cuesta abajo. El resto de personajes (Lawrence y Hara los primeros) también perciben, con sorpresa y creciente alarma, esa conexión entre los dos. Pero así como la actitud de Yonoi hacia Celliers es, dentro de lo que cabe, bastante clara (que no simple), la de Celliers hacia Yonoi quizá sea la incógnita más grande de esta película.

Por último, decir que aunque el título de la película sea «navideño», Oshima, el director, no intenta endulzar nada. Ni la brutalidad de los japoneses en el campo, ni las consecuencias que la inminente derrota va a tener para Japón. Todo el tema de Santa Claus me sugiere, aparte de lo obvio, la interferencia y progresiva suplantación cultural de una nación sobre otra. Por su parte, Yonoi es melancolía pura: encarna a una civilización que ha llegado a la última fase de su decadencia y está a punto de ser sentenciada, y lo sabe. En ese sentido, la atracción y progresiva ruptura psicológica de Yonoi ante Celliers es paralela a la ruptura moral y cultural de Japón ante occidente. Y a pesar de que la película es bastante «complaciente» hacia el público occidental, el jefazo de los británicos, Hicksley (Jack Thompson), un intransigente que no ve a los japoneses más que como «el enemigo» y no tiene ningún interés en comprenderlos, se presenta bajo una luz muy negativa.

Respecto a la música, aunque concuerdo en que es notable, el uso del sintetizador y el tono «ochentero» en una película de la Segunda Guerra Mundial añaden aún más elementos extraños a esta mezcla que, como ya he dicho, a pesar de todos sus defectos y disonancias internas (o, precisamente, a causa de ellas) queda en el recuerdo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Astatine
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
19 de noviembre de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo en cuento de la Bella y la Bestia que nos toca la fibra. Prueba de ello es la gran cantidad de versiones, literarias y cinematográficas, que se han hecho a lo largo del tiempo. Personalmente, soy bastante aficionado a las reediciones de las leyendas o mitos, en cuanto esas variaciones permiten descubrir nuevas dimensiones de la historia. Sin embargo, a nivel cinematográfico, la mayoría de versiones de la Bella y la Bestia se quedan encasilladas en las pautas marcadas por Jean Cocteau (1946) o directamente por Disney (1991). Uno de los principales atractivos de Panna a Netvor (la Doncella y el Monstruo) es que, ciñéndose a la estructura base del cuento, se desmarca del resto de versiones e introduce algunas novedades interesantes y originales.

Pero vayamos por partes. La primera diferencia, y la que más salta a la vista, es una atmósfera mucho más cruda, decadente y siniestra. La morada de la bestia ya no es un fastuoso y espléndido palacio medieval. Aquí es una mansión polvorienta, sucia, semiderruida, invadida por la vegetación, en cuyo centro una fuente no para de emitir vapores y burbujear con un ruido molesto e inquietante. Pero no sólo los dominios de la bestia tienen una estética turbia y sombría. La aldea de la protagonista (que aquí se llama Julie) sólo sale brevemente al principio para mostrarnos un día de matanzas, con el primer plano de cómo los campesinos sacrifican pollos y corderos y abren un cerdo en canal. La casa del padre de Julie (un rico comerciante, quizás el cacique local) es suntuosa, pero parece fría y desapacible; a su alrededor, todo son terrenos baldíos, descampados y bosques espesos cubiertos por la niebla. Lo monstruoso en esta película no se encuentra sólo en la Bestia, sino que es parte del mundo humano.

Acorde con la parte visual, la primera media hora es de película de terror. Una caravana cargada de riquezas -cuya pérdida nos enteramos pronto de que sería la ruina económica del padre de Julie- se pierde y decide cruzar el bosque un día de espesa niebla. Las consecuencias de esa decisión son previsibles. La Bestia (o Netvor, "monstruo", como lo llaman aquí) ya no es el ser solitario y atormentado, que intenta reprimir sus bajos instintos y que a pesar de su exterior tiene buen corazón. Todo lo contrario: le gusta la sangre y mata animales desvalidos y personas que cruzan el bosque para comérselos. Vive en una casa tan decadente como él, con horrendas criaturas que lo sirven (presumiblemente) a causa de su fuerza superior. Su aspecto también es distinto al del resto de versiones: aquí vemos una criatura realmente repulsiva, con una gigantesca cabeza de pájaro, garras, y torso inferior de hombre. Llama la atención, sin embargo, lo tremendamente humanos que resultan sus ojos y su voz. No será hasta más adelante en la película, cuando Julie vaya a su casa para tomar el lugar de su padre, que comience una pugna entre su lado animal y su lado humano, reflejada en una serie de conversaciones (¿consigo mismo?) en las que parece tener esquizofrenia.

En cambio, el personaje de Julie es más parecido al de la típica heroína de cuento: inocente, dócil, muy niña, se deja pisar por sus frívolas y avariciosas hermanas mayores y no quiere casarse para poder cuidar a su padre. Sin embargo, también a raíz de su llegada a la mansión comienza a madurar. Es en el encuentro de los dos protagonistas, a media película, donde ésta va dejando el género de terror y aparecen las dos divergencias argumentales más llamativas respecto a las otras versiones. La primera es que Julie, cuando llega a la mansión, no tiene ni idea de que el señor del lugar es un monstruo. Y el monstruo, después de decidir conservarle la vida, le dice que la visitará cada noche pero con una condición: nunca debe intentar verle. Esto empieza como un juego, pero poco a poco Julie se va enamorando del misterioso “hombre” con el que habla todas las noches pero que nunca ha visto. La soledad de la protagonista en la desolada mansión es palpable, y en cierto momento confiesa que teme estar loca y que las conversaciones entre los dos sean producto de su imaginación. Esto la impulsa a intentar certificar, de alguna forma, que su interlocutor existe... La segunda diferencia es que la famosa transformación física del monstruo no se da de golpe, al final de la película, sino por partes, y está relacionada con la humanización progresiva a la que lo induce la presencia de Julie.

Se pueden encontrar varias moralejas del clásico cuento la Bella y la Bestia. Una de las más comunes es que hay que saber ver más allá de las apariencias y que la belleza está en el interior. La Bestia, en el fondo, siempre había sido hermoso; sólo necesitaba que Bella se diera cuenta para que saliera a la superficie. En esta versión, sin embargo, la protagonista no se limita a encontrar algo que ya estaba ahí, sino que es la creadora de la belleza de la bestia ("toda mujer tiene el poder de volver hermoso al hombre al que ama").

Comento mi interpretación de la película y algunos detalles en Spoilers. Concluiré diciendo que es la versión cinematográfica que más me gusta del cuento. Admite varias interpretaciones y no se lo da todo masticado al espectador, sino que le exige que se ponga en la piel de los personajes para entender lo que va pasando. Sin embargo, tiene algunos puntos negativos, entre los que destacaría que la música es muy buena pero que se repiten demasiado los dos temas principales, y que los últimos veinte minutos son un tanto caóticos y apresurados, aunque el final me parece perfecto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Astatine
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
22 de julio de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando me propuse ver esta película estaba 100% convencido de que no me iba a gustar. Los dramas carcelarios me suelen parecer un tostón (en mi defensa diré que me gustó mucho Cadena Perpetua, pero no la pienso ver una segunda vez), la vieja táctica narrativa de juntar a dos personajes opuestos (en este caso, el revolucionario y el travesti) demasiado vista, y nunca le he encontrado la gracia al recurso de «historia dentro de una historia» (la película nazi que cuenta Molina). Sumándole a todo ello el título, más propio de una peli de serie B, y la temática homosexual en la cárcel, esta película tenía todas las papeletas (para mí) de no ser buena. Por suerte me equivoqué de lleno; tanto que puedo afirmar que, de no ser por los últimos quince minutos de metraje, éste hubiera hubiera sido el primer 10 que le pongo a una película en mi vida.

De alguna forma, «El Beso de la Mujer Araña» consigue dar con la alquimia perfecta para convertir todas sus potenciales debilidades en puntos fuertes. Hay que decir que pone toda la carne en el asador desde el principio: no han pasado aún los créditos y ya oímos la voz de Luis Molina (William Hurt) describiendo el aspecto de una bella artista mientras la cámara se pasea a lo largo y ancho de la celda mostrando fotos de mujeres en blanco y negro, dibujos en las paredes, la ropa de colores en el tendedor, y finalmente a Molina imitando a la artista con una toalla roja en la cabeza... hasta que la primera sarcástica frase de Valentín (Raúl Juliá) interrumpe su narración. No han pasado ni cinco minutos y el espectador ya está atrapado en la tela, fascinado por el ambiente onírico evocado por la película. A partir de allí, toda va rodado: el desarrollo de la historia es creíble, natural; simplemente va fluyendo y arrastrando al espectador consigo, pero no a los lugares comunes de siempre. Es digno de mención como, a pesar de que la mayor parte de la película se rueda en una celda, en ningún momento transmite una sensación de claustrofobia. Esto es en parte por la historia de la artista (la «peli dentro de la peli») que sirve como válvula de escape mental. Es curioso cómo de pronto la «peli dentro de una peli» se vuelve un elemento completamente lógico y comprensible: como si ponerse a contar historias fuera la forma más natural para dos personas encerradas de poder aliviar la tensión provocada por la pérdida de libertad.

Las interpretaciones en «El Beso de la Mujer Araña» alcanzan un gran nivel. Los dos actores principales están magníficos: William Hurt capta gran parte de la atención como Molina, esa especie de Scherezade hiperromántica, expresiva, soñadora y sensible, todo sentimiento, que se siente sola porque no ha encontrado a un hombre que la quiera y la proteja*. Pero también Raúl Juliá está magnífico en su papel más comedido del austero, temperamental y algo homófobo revolucionario, que no manifiesta sus sentimientos más que en explosiones de ira o en los pequeños matices: pequeños gestos, inflexiones en su voz. Los dos consiguen hacer un papel muy humano, sin caer en ningún momento en la caricatura. La química entre los dos es espectacular y en hora y media construyen de la nada una relación tierna y sólida. Sonia Braga en su triple papel (Leni/Marta/Mujer Araña) me convence menos, sobre todo en el primero de ellos, aunque su melodramática actuación conviene para dar el toque irónico necesario a la historia de la artista (otra ironía como que el título de esta película parezca de serie B).

*Un detalle que me gustaría comentar es que, aunque se habla de Molina como un hombre homosexual, tal como el personaje habla de sí mismo parece más bien una mujer transexual.

Por último, del devenir del argumento es mejor no hablar: hay que verlo. Destaca un giro muy bien traído alrededor de la primera hora. El único pero que le pongo es el final, demasiado precipitado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Astatine
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow