Te diriges a ver con mas resignación que ilusión un espectáculo que dista en gran medida de parecerse a un film soportable. Desde un primer momento lo que deberían ser chistes inteligentes generadores de incesantes y recatadas carcajadas, se tornan en chascarrillos rehogados ya en su propia salsa que causan auténtica vergüenza ajena. Hundido en la más absoluta desesperación y deseando que este espectáculo lamentable llegue a su final, buscas algún rastro de decencia por el cual haya merecido gastarse el dineral de la entrada. No obstante ni la no tan desastrosa actuación de estos adolescentes ni la interminable sarta de estupideces que se suceden sin pies ni cabeza en esta película, logran salvar una velada destinada al fracaso. Supongo que esta comedieta deleznable sólo trata de llenar un tiempo que está tan vacío como las cabezas de los que la ven. Sinceramente, si este es el camino que va a seguir el tren de la comedia española, yo me bajo en esta parada.

Simplemente precioso. Con este pequeño relato de fantasía perfectamente confeccionado,Takahari Omori consigue emocionar a través de una narración sencilla y emotiva. No incurre en el error habitual de convertir una bonita historia en un pastelón histriónicamente endulzado quedándose así en un más que suficiente azucarillo. Totalmente ausente de manierismos y subtramas innecesaria, el director se centra en la esencia y la transmite sin estaciones intermedias.

Película que muestra con maestría la región más siniestra del alma humana; en ocasiones risible, y en ocasiones grotesca, pero siempre fiel a un género sólo apto para espectadores con un estómago de hierro. De trama sencilla pero magníficamente filmada con detalles originales como el blanco y negro, primerísimos primer planos repugnantes y un protagonista que sin decir palabra perturba y asquea al mismo tiempo. Se trata de una de esas atípicas secuelas que mejoran, salvando la magnífica y angustiosa actuación de Dieter Laser, a la original.