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España España · Zaragoza
Críticas de Strelnikov
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
3
19 de diciembre de 2020
76 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio sale un rubio querubín de tez lechosa, cabellos rubios y rasgos delicados, casi femeninos. Lleva una piel de oveja encima, cual figura de pastorcillo de Navidad. En la escena siguiente ese niño rubicundo se transformará en Jaime Lorente. Zas!!
Olvídense de los discursos anti-patriarcales de Urraquita I, la empoderada, ni que Rodrigo, un paje pueblerino, se ponga muy chulito ante el rey Fernando, el Rey Nuestro Señor. Creo que en el guión estaba escrito que en ese momento Lorente dijera: “Soy Fermín Galán, Viva la república”. Pero lo debieron quitar a última hora. Lástima porque hubiera sido memorable. También dudo mucho que el guionista supiera explicar por qué cuando un noble le da limosna a un mendigo en lugar de besarla y dársela en la mano (como decía la vieja poesía), se la arroja cual hueso a perro. Supongo que por costumbre o porque los nobles son muy malos. Ya sabemos por donde respira, ideológicamente, el cine español.

Pero ese no es el problema de la serie. En absoluto. Y eso que los dos "trailers" que había visto me habían hecho llevar el cuchillo entre los dientes. Pues no, no es ese el problema, el problema de la serie es que es mediocre. Y me gustaría que consultaran el significado de la palabra mediocre en un diccionario. A mí me gusta esta: “Que no tiene un talento especial o no tiene suficiente capacidad para la actividad que realiza”. Así que “El Cid” es mediocre como casi todas las series españolas. Y más cuando se van a lo histórico. Porque cuando una serie española deja el presente se enciende una lucecita roja. Si se van al siglo XIX se escoran, pero logran flotar convertidas en infinitos folletines costumbristas de mesa camilla. Si se van a épocas más pretéritas naufragan. Y en el Cid naufraga casi todo, el guión, los diálogos, la iluminación, los planos, el vestuario; incluso en que algunos de los escenarios reales parezcan decorados, lo cual tiene su mérito. El problema que nadie confiesa es que quienes hacen estas series no dan más de si. Ni los guionistas, ni el atrezzista, ni el director del casting, ni el maquillador, ni el director ni el que lleva el botijo. Bueno vamos a dejar al del botijo. ¿O acaso saben ustedes quienes son Luís Arranz. José Velasco o Adolfo Martínez, responsables de la serie?. Acéptenlo, la industria española no está capacitada para hacer una serie histórica con un nivel aceptable. La británica si. No pasa nada.

Como la mediocridad es gris, y no negra, la serie tiene sus momentos interesantes que se lucen aquí y allí entre las sombras. Curiosamente parece mejorar en los últimos capítulos, quizás es que te acostumbras a ella.
Se podría salvar alguna actuación, no la de los actores jóvenes, que quizás puedan tener futuro en alguna serie de instituto. De hecho hablan y se comportan como chicos de instituto. Los peores Jaime Lorente y su increíble colección de muecas y, quizás, Lucía Guerrero, doña Jimena, que me parece muy floja. Tampoco David Castillo es manco. Posiblemente Alicia Sanz sea la más salvable de la muchachada. Me recuerda un poco a Pilar López de Ayala, aquella chica que se iba a comer el mundo... ¿Recuerdan a Pilar López de Ayala?. Los veteranos están mejor, Elia Galera, sobre todo, que me parece la mejor de la serie, Echanove, Zohar Liba y alguno más.
Poco más, pueden verla, no pasa nada. Y si no la ven tampoco pasa nada.
Ah, desnudos poquitos, por si estaban interesados ello.
Strelnikov
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1
17 de octubre de 2010
32 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Argumento: A Bo Derek se le muere el marido (Anthony Quinn). De todas maneras el marido se convierte en fantasma y sigue acompañando a su inconsolable viuda, con la que mantiene unas conversaciones de altísimo calado intelectual. Lo único malo es que, como los espíritus ya no tienen cuerpo, ya no pueden hacer guarreridas, digo, que ya no pueden hacer la caidíta de Roma, lo que tiene a la pareja en un sinvivir y a Bo llorando a moco tendido (literalmente). De ahí el perspicaz título de la cosa. Y ahora yo te digo a tí, amable lector:
Si ya has visto este engendro, ¿qué haces viendo la crítica?. Lo normal es que no quisieras volver a saber nada de esta película nunca más. ¿No te das cuenta de que es tan mala que no tiene ni críticas?.
Si no la has visto, huye de ella como alma que lleva el diablo. Ver esta película puede causarte lesiones cerebrales irreversibles.
Una de las peores películas de la historia del cine, con una de las peores actrices de la historia del cine. De verdad, ni para verle el cuerpecillo a Bo Derek vale la pena.
Pobre Anthony Quinn, que tenía que ganar dinero de cualquier manera para alimentar a su muy numerosa familia.
De verdad, es mucho peor de lo que te puedas imaginar. Pero mucho, mucho peor. ¡Agh!
Strelnikov
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10
30 de octubre de 2010
31 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque los héroes huelen a grasa, a sudor, al coñac de la mañana...Porque llevan las uñas sucias, las caras tiznadas de hollín, los cuellos de las camisas rozados y las chaquetas de los uniformes arrugadas.
Porque no son cultos, ni guapos, ni saben exactamente por qué hacen lo que hacen y, posiblemente, porque en su casa son tan vulgares y grises como cualquiera.
Porque mueren sin heroísmo, sin discursos grandilocuentes, fusilados anónimamente en una tapia o en una cuneta, olvidados ya en la siguiente escena.
Son Jacques, el jefe de la estación y su queso, la carabina casi de juguete de su sobrino Henry, los 4 francos de Papa Boule, los 60 francos de la dueña de la fonda, Christine, y la corbata demasiado corta de Labiche. Son los sin nombre, los de la pintura blanca, los que pican junto a las vías, los que quitan los carteles de las estaciones, el tipo que cuelga la chaqueta en el cambio de agujas o la anciana que cierra presurosa el paso con barreras...
Porque no hay actores en esta película. Porque los jefes de estación llevan toda la vida dando salida a los trenes, porque Pinnot, Pesquet y, no digamos, Papá Boule tienen las manos callosas de las miles de paladas de carbón que han echado a la caldera y de las miles de bielas que han engrasado, porque el bigotudo cantinero huele a Pernot y porque la funcionaria del museo, Villard, no ha vivido más pasión que la de las paredes llenas de cuadros.
Porque el coronel Von Whalheim es un aristócrata orgulloso, con una bonita residencia en algún retirado rinconcito de Baviera, donde las doncellas llevan uniformes con puntillas y suena Mozart. Porque el mayor Herren es un profesional, un hombre realista que bien podría haber sido el Labiche alemán si la invasión hubiera sido al revés.
Porque la mejor música es el incesante jadeo de las locomotoras (spoiler 1)
Porque contiene la mejor escena de amor que yo he visto en mi vida. Dura tres segundos y los protagonistas ni se tocan. (Spoiler 2)
Porque Frankenheimer es un relojero que construye una maquinaria perfecta y el montador un ser en estado de gracia en cada segundo.
Porque la estrella de Hollywood podría ser el chirrido disonante en la armonía perfecta. Pero la estrella tampoco es un actor, sino un titán llamado Burt Lancaster. El viejo acróbata que baja escaleras a pulso, sube y se lanza de trenes en marcha, el tipo que rueda por el terraplén, el que hace piezas y las pule, el que empalma cables como si lo hubiera hecho toda su vida.
Porque, como diría Carlos Pumares, es en blanco y negro...y en una infinita gama de grises, de nieblas y humedades.
Porque nunca he visto un bombardeo mejor hecho.
Por eso y mucho más esta película es una obra maestra. Gracias
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Strelnikov
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8
22 de mayo de 2018
31 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he leído “Ana de Tejas Verdes”. Es una historia muy de mi generación, pero una historia de chicas. Y los chicos no leíamos historias de chicas. Así hemos salido. Afortunadamente he visto esta serie, esta maravillosa serie. Es hermosa, inteligente, sensible, dura y alegre... Y triste. Una historia que te llega al alma. Me he emocionado mucho con esta chica de labia fácil y sentimientos a flor de piel. “Voy a ser la heroína de mi propia historia” dice la chica pelirroja en un momento dado, Desde luego es mi heroína. Y me doy mil gracias a mi mismo por haberme dado la oportunidad de haber visto esta serie, ahora que ya peino canas y ya puedo ver “una historia de chicas” sin que me importe que me miren raro.
Strelnikov
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5
17 de enero de 2015
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una serie policiaca española ambientada en el Madrid del s. XIX resulta, a priori, más que apetecible. Tal vez lo malo es que a estas alturas andemos esperando a que alguna cadena (TVE es la más invocada) realice una serie “de época” con una ambientación a la altura de aquellas “Fortunata y Jacinta” o “Los gozos y las sombras”. Bueno, pues Victor Ros no va a ser esta serie, evidentemente. Y sin embargo me ha parecido una serie bastante estimable.
Victor Ros tiene una característica sorprendente, camina siempre sobre un alambre. Está a un paso de ser muy buena y a un paso de ser muy mala. Nunca acaba de caer hacia ninguno de los dos lados, o mejor, cae en los dos lados alternativamente y eso la compensa.
Y ese equilibrio se muestra a cada paso. Los cromas a veces son interesantes (La plaza Mayor, la Puerta del Sol) y a veces torpes (el exterior de la comisaría). El interior de la casa de Aldanza es muy bueno, mientras la de los Alvear es puro cartón piedra y el de la comisaría un imposible. Y así todo, interpretaciones, decorados, vestuario, ambientación… Nada es especialmente chirriante (vale, no me fijo en las figuras del fondo de los planos con croma, y que parecen los muñequitos de aquellos viejos recortables) ni especialmente bueno. Una de cal y una de arena. Bueno, la iluminación es… arena.
Como siempre últimamente -el pobre Alatriste- la iluminación es excesiva. Por lo visto hay una nueva generación de iluminadores en España que creen que iluminar una escena es colocar todas las luces disponibles en los almacenes. Sobre todo cuando no hacen falta. Así, todas, pero todas, las escenas de la “casa de los Alvear” (esa casa de escalera exterior digna de una pirámide azteca) que transcurren a plena luz del día, tienen no menos de dos docenas de velas ardiendo en diferentes candeleros repartidos por toda la sala. No siendo Glasgow el escenario, sino un luminoso Madrid en otoño, parece tan excesivo como absurdo.
En consonancia con el resto ninguna actuación chirría. Ninguna, teniendo en cuenta que han tenido la obligación -novelas obligan- de deshacerse del personaje para mí más interesante, el Martínez de Tito Valverde.. Es cierto que veo a Carles Francino y no me imagino actor que de menos la imagen de “chico-lumpen-callejero” en España, aunque le ayuda una buena voz. Tampoco me imagino a Megan Montaner, con esa cara de salud y su envidiable moreno ibicenco, llevando la oscura vida de puta (aunque sea un burdel de lujo). En cambio los continuos mohines de Esmeralda Moya, que a tantos molestan, si que se adaptan a su personaje de señorita bien.
El resultado final es, en resumen, el de ese centro del alambre, ni demasiado bueno ni demasiado malo. entretenida pero no memorable. Lastrada con las comparaciones con un Sherlock Holmes al que en nada se parece.
Si alguien espera que la serie mejore -o empeore- en el futuro, que abandone la idea. Vistos unos cuantos episodios anuncio que el tono no va a variar, la trama sentimental se agudizará, las tramas criminales no serán más brillantes y yo echaré de menos al inspector Martínez.
Strelnikov
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