Creo que las críticas varían según el contexto en que la película es vista, sobre todo en películas como Buffet Frío, de la que leí reiteradas veces que se trataba de una película de asesinatos y humor negro.
Y no voy a plantear lo contrario, pero mientras la veía me hacía sentir que no necesariamente estaba ante una película de humor, de absurdo, de incoherencia… Sino que estaba ante una película de crítica social, que nos muestra cómo es la realidad, exagerada al punto máximo en que nos resulta absurda. Pero con absurda no leamos: "no creíble", porque nos estaremos engañando.
En una realidad (y hablo de la mía al menos) donde los asesinos asesinan, donde las autoridades legitiman esos asesinatos, donde las mujeres son objetos de belleza y de descarga sexual… ¿Acaso estamos tan lejos de lo que plantea Bertrand Blier en su película? A mi parecer no. El planteo artístico sin embargo, teatraliza los espacios, tal vez para que no nos sumerjamos tan profundamente en la autocrítica, para mostrarnos los sucesos como integrantes de un show incoherente, cómico y que así, una vez más, no seamos los culpables de nada, porque todo está bien como está, un velo de colores brillantes nos cega rápidamente, es solo una película.

12 hombres en pugna, 12 hombres enojados, 12 hombres con la vida (o la muerte) de otro hombre en sus manos.
Uno puede suponer desde el comienzo hacia dónde se encaminará la historia, pero la forma en que el guion "libera" la información (el cómo y por qué ocurrió lo que ocurrió) lo mantiene a uno en una alerta constante durante los 95 minutos de la película.
El carácter de cada uno de los personajes se fortalece con el correr de la acción, incluyendo al espectador, que se vuelve participe de un jurado aleatorio y responsable de una decisión. Los argumentos salen a la luz uno a uno, mientras el calor y el encierro son cada vez más sofocantes, poniendo a prueba la integridad de todos.
Una economía de recursos consciente y una dirección actoral como el buen Lumet sabe ofrecer.

Oasis de "normalidad" en un desierto inmenso, plagado de ausencias. Un entorno fabril, una ciudad deshumanizada, la amenaza de las pestes, del desempleo, del desarraigo, la industria como monumento.

Ella, víctima de un acontecimiento traumático, cuyas secuelas no dejan de tocar la puerta para demostrar que no tienen intenciones de desaparecer. Una lucha constante consigo misma, ella sabe que no es con el otro la lucha, pero espera encontrar una mano que la ayude a salir, hasta entender que esa mano tampoco es ajena.

Una composición de imagen impecable, donde los colores y la ambientación se encuadran cuidadosamente para transportarnos a esa realidad de angustia e incertidumbre.

Nos sumergimos lentamente en la mente atormentada de una escritora londinense, como en una piscina… una piscina sin uso, olvidada, llena de hojas, pero con agua cristalina. Con cautela, con intriga, nos adentramos en ese mundo un tanto perturbador que carga Sarah, a la vista impertérrita. La inspiración llega y la convierte a ella en protagonista de una historia como la de sus libros, pero nos deja en la boca un sabor a duda.

Acaso existe un contrapunto entre Sarah y Julie desde el comienzo y solo termina por aclararse cuando se necesitan mutuamente, son cada una la otra todo el tiempo, sin admitirlo.

Una puesta de escena humilde que acompaña cómodamente a los verdaderos protagonistas: el erotismo y la psicosis, que nos mantienen en una danza lánguida pero no por eso inocente hasta el climax, donde el cerebro se desdobla ante un giro inesperado de la trama que nos recuerda (con orgullo) que estamos viendo cine francés.

Antes que el diablo sepa que has muerto, no hay palabra que refleje mejor que el título lo que se siente mientras se ve la película. Como caer por un pozo y cuando se tiene la sensación de estar llegando al fondo, descubrir que hay uno aún mas profundo en él y así... Hasta dejar de esperar el fondo, aun sabiendo que va a aparecer (y lo hace).

Ese flashback subliminal constante que nos lleva del presente a todos los pasados que intervinieron en él y nos hace navegar por los sentimientos de los personajes como en una danza del crimen interminable.

Con un carácter periodístico claro pero impregnado de sentimentalismo crudo parece declarar: todo lo que hacemos lo hacemos porque somos humanos y, si el diablo existe, nuestro instinto primero siempre será el de escapar.