Debo recónocer que, escarmentado por su anterior película -la tan original e interesante como insulsa y pretenciosa Los Tenenbaums- mi desconfianza ante el último trabajo de Wes Anderson era enorme. Sin embargo, y aunque tampoco sabría concretar los motivos (la música, los colorines, la cámara, los personajes y los puntos de vista adoptados sobre ellos) esta extravagante y aparentemente ingenua película posee una atmósfera mágica y especial, y un extraño poder de atracción que hace que el espectador, sin saber muy bien por qué, se vea cada vez más atrapado por las absurdas peripecias y pajas mentales de los personajes que pueblan este simpático universo pop de gorritos y neopreno. Aunque sin ser ser tampoco la gran obra que siempre quisimos ver ni el tipo de cine definitivo que nos gustaría que hiciese el nuevo Hollywood (que tampoco se les suba tanto a la cabeza a estos chicos), creo que Life Aquatic es una entrañable fantasía naif para adultos y que debemos reconocer el mérito de esta clase de autores, tan personales como Anderson (lejos aún, sin embargo, del genial Paul Thomas), que arriesgan y se estrujan la cabeza creando historias originales que nos presentan de manera diferente. Probablemente, lo más complicado de todo sea trasladar sus ocurrencias a una pantalla, lo que creo no solo logra de una manera espectacular sino que, además, consigue una de esas películas que dejan poso y que, misteriosamente, se disfrutan más conforme el espectador va acordándose de ella. Porque lo más sorprendente de todo es que de repente, un día, vuelves a recordar esta película y sientes que la echas de menos, por lo que te das verdadera cuenta de lo buena que era.

Aunque con la memorable "El Buscavidas" el listón estaba muy alto y la mayor parte de las veces secuelas de este calado no causan sino decepción, el gran Scorsese se la juega y, a pesar de la dificultad, consigue una gran carambola con una película que parece desprender una pátina de clásico moderno desde el mismo momento en que surge. Si bien es cierto que, a tenor de lo visto anteriormente, puede que el ritmo decaiga un poco en su tercio final, la película supone un poderoso ejercicio de estilo del director norteamericano en la que destaca, además, la preciosa fotografía de su fiel colaborador Michael Ballhaus -los traveling alrrededor de la mesa de billar son deslumbrantes, de las mejores escenas del cine moderno- y la fuerza de las interpretaciones, un auténtico tour de force entre un Paul Newman sublime en la piel del veterano fenómeno "Fast" Edy y un jóven Tom Cruise bordando -admitámoslo ya- su papel de arrogante promesa, con ciertas dotes para el billar pero con muchas artes que aprender, de la vida, por delante.

Aunque destaca especialmente por sus escenas de acción, por la caracterización y expresividad del peludo protagonista (con mucho, lo mejor) y por la recreación de la vorágine de la vida moderna, y admitiendo su eficacia como producto de Gran Cine dotado de un muy alto grado de espectacularidad, hay a quienes la película nos ha parecido algo decepcionante, dadas las enormes expectativas que había suscitado. A pesar de que tiene momentos memorables, parece que el King Kong de Peter Jackson sufre por el lastre de un metraje muy excesivo, sensación que se ve agravada por una narración bastante plana y retórica, dando una impresión general de falta de tensión e incluso de aburrimiento en algunos pasajes extrañamente reiterativos. Formidable espectáculo con momentos grandiosos, las grandes dimensiones del simio no justifican su tan larga duración por lo que, finalmente e ironía del destino, parece que la criatura acaba rebelándose a las desmesuradas pretensiones del director.

"Jarhead" es un película bastante entretenida, pero tras un prometedor arranque parece que, como la propia contienda que sirve de escenario, se va desinflando y acaba sabiendo a poco: así, por un lado, da la impresión de ser demasiado ligera y superflua, si lo que espera encontrar el espectador es una cinta bélica, de evasión y entretenimiento; pero por otro lado, parece excesivamente imprecisa, esquiva y sutil, si lo que se pretende es conmover y criticar abiertamente la locura de la guerra en general y la de los Golfos (1ª parte) en particular. A pesar de ser en cierta forma decepcionante (porque podríamos llegar a esperar una sacudida como la que nos ofreció Sam Mendes con su inolvidable debut "American Beauty") tampoco podemos olvidar aspectos muy destacables, como el mérito de las interpretaciones y el acierto en el dibujo preciso de unos personajes que creyéndose héroes resultan tristes y patéticos, y que protagonizan grandes y absurdos momentos de los que se desprende un hedor a miseria moral, espiritual y cerebral (tanto de los ridículos soldados "cabezabotes" que, ignorantes y en nombre de la patria se entregan a espurios intereses, como de los desalmados capitostes, que desde la trastienda del "teatro de operaciones" mueven los hilos y originan semejantes situaciones). En suma, un digno y realista retrato de las atrocidades y miserias humanas a las que, a estas alturas, somos capaces de llegar los animales que nos consideramos superiores e, incluso, racionales.