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España España · Los Realejos
Críticas de william muny
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Críticas 41
Críticas ordenadas por utilidad
10
18 de septiembre de 2010
88 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando terminó la emisión de esta película, la confusión en mi cabeza era total: ¿Acabo de ver la mejor actuación de todos los tiempos o un documental sobre un auténtico desequilibrado?

La duda asomó durante días mi cabeza hasta hoy, cuando leí en Internet: "Joaquin Phoenix confirma que Im Still Here es un falso documental". Una mezcla de sorpresa, alegría y miedo me asoló.

Alegría y miedo, porque supe que estaba actuando y no se había vuelto loco, y miedo, porque hay que tener un tornillo flojo o una voluntad gigantesca para hacer todo lo que conlleva hacer esta película.

Sorpresa, porque es tan, tan buena, tan grande su actuación que como decía una de las críticas "Si Joaquin Phoenix miente, Marlon Brando es un aprendiz."

Definitivamente, vean esta película, no solo por sus variadas y morbosas situaciones, lo extrañamente sofisticada que llega a resultar, sino para que vean que Joaquin Phoenix es, aunque me tachen de sobrevalorarle enormemente o de loco, o de lo que ustedes quieran, el mejor actor de la historia.
william muny
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10
4 de junio de 2010
39 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kick Ass es una colorista revisión de los mitos del cómic desde un prisma sarcástico e irónico. Y lo hace siguiendo de pe a pa todos los lugares comunes de las cintas de superhéroes, desde el paria social convertido en justiciero enmascarado, a los amores imposibles, a las Némesis malignas surgidas casi por generación espontánea. El resultado no se atraganta y patea el trasero a superproducciones mayores en su propio territorio.

Vaughn viste de violencia estilizada y sarcástica el show, apelando al mismo tiempo tanto a la complicidad del público aficionado al cómic como a la de un espectador ajeno al mito del superhéroe. Kick Ass aporta suficiente ironía como satisfacer de distinta manera a unos y otros, pero pide a cambio que el público acepte la violencia divertida de la que hace gala un film protagonizado, en definitiva, por escolares que se enfrentan a asesinos despiadados.

El resultado es un film más exigente de lo que parece, pero que sabe recompensar al espectador que acepta sus reglas con cantidades suficientes de espectáculo y diversión. Aporta buenos personajes, no satura con ruido innecesario y tiene un sentido de la diversión atrevida y grotesca que, al igual que ‘Kill Bill’ (film al que recuerda en su uso humorístico de la violencia salvaje) o incluso Wanted, no es apta para todos. Por no hablar que destila verdadero amor por el cómic de superhéroes, al que respeta y ama con ardor inusitado.

El film suaviza y aporta cierta delicadeza en algunos de los momentos más despiadados del material original, pero lo hace siempre en beneficio de los personajes. Precisamente en este último aspecto destaca una de las mejores escenas del film, aquella en la que Hit Girl irrumpe a oscuras en el lugar donde están siendo torturados los protagonistas, y que culmina de forma dramática. Vaughn combina en ese momento violencia hilarante y gore, drama y comedia de forma extraña y absolutamente emocionante, y poco después de eso prolonga el desenlace de la historia añadiendo más espectáculo y risas de traca.

Presten atención a la interpretación de Chloe Moretz, una de las pequeñas protagonistas, y a su química con un Nicolas Cage que demuestra que sabe quedarse en un segundo plano. Por no hablar de Mark Strong, uno de los actores más capacitados para ejercer de villano de los últimos años y de Aaron Johnson que no defrauda con el papel más importante de su vida. Y por no mencionar a Christopher Mintz-Passe. Vaughn, pese a que no llega a definir del todo bien a los personajes e implicarnos en sus sentimientos, hace esfuerzos en el buen camino y crea situaciones emotivas y simpáticas que justifican la violencia irónica y el contenido geek del show (atención a la reflexión de Kick Ass cuando cree que va a morir: “voy a perderme el final de Perdidos”)… Definitivamente, el film no es apto para paladares vetustos.
william muny
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6
27 de agosto de 2010
25 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay una razón por la que ensalzar a un film como Predators es por ser rematadamente artesanal y eficaz. Y eso, en sus circunstancias, no es moco de pavo: se trata de una secuela tardía (más de veinte años) de un título valorado por muchos, pero que no ha pasado a los libros de historia del cine por estar protagonizado por Schwarzenegger y pertenecer al género de la acción y la ciencia ficción. Injusticias de la vida.

Predators funciona porque no es, como podría esperarse de una franquicia que ya ha degenerado en varios títulos de la saga Alien vs. Predator, un mero remix ruidoso y hortera más digno de un videojuego que de una película. Pues bien, Predators es una película, y los que quieran entenderme aquí me entenderán. Se trata de un film muy básico que funciona durante la mayoría de su metraje como un sombrío, ambiental y sobrio suspense repleto, eso sí, de testosterona, y que carece por completo de los estilismos que su productor, Robert Rodriguez, otorga a sus películas como director.

Y ello hay que agradecérselo a Nimród Antal. El director consigue así un film bastante puro, rehuyendo el mostrar demasiadas vísceras y sangre y potenciando el suspense por encima de todo, incluso de la acción. El cineasta californiano consigue crear un entorno opresivo y vuelve a presentarnos la figura del monstruo como un intruso desconocido que tarda bastantes minutos en hacer su aparición. El film no tiene el brutal trabajo de cámara que McTiernan ya apuntaba al principio de su carrera, pero sí crea suspense desde el primer instante. La pirueta y el mérito es doble, porque muchos ni siquiera van a apreciar en qué consistía la apuesta: Antal consigue que un monstruo que ya conocemos de sobra vuelva a generarnos inquietud, y todo ello sin forzar la máquina ni aportar giros que no pertenezcan a la naturaleza imprevisible de sus personajes.

Predators es un film que juega bien sus cartas y que, además, juega limpio. Se sirve además de un Adrien Brody sorprendente y enigmático, que crea un émulo de Schwarzenegger con personalidad propia, y un reparto compacto y eficaz. Precisamente eso es lo que desprende la película dirigida por Nimród Antal: eficacia. Incluso la música de John Debney, que emula ciertos pasajes de la original de Alan Silvestri incrementa la atención por lo que ocurre en pantalla, no a hacer ruido porque sí.

Donde me falla el film es en el personaje de Topher Grace, cuya idea daba más juego, pero que al final solo sirve para alargar demasiado un final que ya tenía suficientes giros (relativamente) sorprendentes. Predators es, esta vez sí, la aportación definitiva por la nostalgia de los ochenta de este verano, tras varios intentos relativamente inútiles. Una película sin sorpresas pero que recoge sin más pretensiones los méritos del film original, Depredador, y los reproduce de nuevo sin problemas, demostrando que la nostalgia no está reñida con el entretenimiento de calidad, con la profesionalidad artesanal.
william muny
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8
22 de octubre de 2010
24 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es ineludible el pensamiento de que serán muchos los que de antemano rechazarán esta producción, no sin cierto fundamento dado algunos antecedentes, y que por ende la prejuzgarán y condenarán sin darle la más mínima oportunidad para demostrar su valía, un gesto injusto con una película notable e inteligente cuyo único crimen es haberse inspirarse en un film previo muy respetado por buena parte de la comunidad cinematográfica, producción a la que rinde sincera pleitesía y respeta sin mancillar su recuerdo mientras que, lejos de limitarse a ser una burda copia comercial sin más, centra sus esfuerzos en reforzar y enriquecer su esencia con un discurso narrativo que resulta tan personal e independiente como complementario, aportando una nueva mirada tan satisfactoria y estimulante como la del original en su momento que sabe contrarrestar la evidente pérdida del factor sorpresa con un ejercicio de estilo de sorprendente solvencia fílmica.
Y es que esta ‘Déjame entrar’ es uno de los mejores remakes de los últimos tiempos, un ejemplo modélico de lo que es y debe de ser un remake, un film muy trabajado que mantiene las líneas maestras de su modelo sin desvirtuarlas ni dejar que este referente esclavice cobardemente su propia propuesta narrativa, y que además nos descubre a un nuevo diamante en bruto bajo el nombre de Matt Reeves, a quien prácticamente descubrimos como el aparente brazo ejecutor de JJ Abrams en la notable 'Monstruoso' y que aquí revela la sensibilidad de todo un prometedor cineasta en ciernes con una buena mano en la realización que por momentos, incluso, mejora a la de Tomas Alfredson. En definitiva, una producción más que interesante que se gana a pulso el derecho a ser vista, y que junto a títulos como la reciente 'The Crazies' obliga a replantearnos la catalogación del término "remake" como non grato.

Si bien valoro sus virtudes y se me hace evidente la calidad de su propuesta, no es menos cierto que es un film que no ha calado en mi y al que mi memoria no suele recurrir apenas un año después de haberla visto. En este sentido, considero que el remake le ha ganado la mano al original aunque sólo sea por el ajuste cultural de un modelo narrativo más próximo a mi educación como espectador, un caso similar al de 'The Ring' en el que la versión norteamericana resultaba más efectiva por beneficiarse de un modelo de producción al que la audiencia occidental está más acostumbrado, y que quizá siendo purista puede que no sea estrictamente mejor, pero si al menos más accesible aumentado con ello su eficiencia y, siendo prácticos, funcionalidad práctica. Y todo ello sin la necesidad de recurrir a un gran estudio, lo que al igual que con 'Kick-ass' ha permitido que no se hayan encontrado interferencias "maliciosas" en su proceso creativo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
william muny
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10
4 de septiembre de 2010
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Wire (HBO) ha terminado su emisión tras cinco temporadas. Era mi serie de televisión favorita. Su último capítulo, ‘Una Despedida a Baltimore’ y la tradicional frase con la que se inicia el capitulo (”Vámonos a casa”, y la dice el protagonista de facto de la serie, el agente de policía/desastre con patas Jimmy McNulty) son testimonio del fin de principio que creó David Simon: el cuadro más pintoresco, humano, desolador y emocionante sobre un entorno social que jamás haya llegado a una pantalla, grande o pequeña. O en vez de “entorno”, llamemos a las cosas por su nombre: se acabó “El Juego”, pero el juego nunca termina.

The Wire es un show policíaco. Pero es un show policíaco como Oliver Twist es una novela de ladrones. Es fácil apreciar a una obra porque satisface las reglas del género. Pero las obras que de verdad se admiran son las que las trascienden. Y si encima, eres capaz de entretener mientras transmites el mensaje definitivo –la forma en la que la sociedad cambia al individuo, y el individuo cambia a la sociedad– no cabe duda de que The Wire supera a cualquier otro tipo de producto similar, en mi opinión, y por muy alta que sea la estima en que se tenga a series extraordinarias como Los Soprano. The Wire tenia ambición. Tenía rabia. Tenía la voluntad de ofrecer una alternativa. Y ahora el testigo ha pasado a Galáctica Estrella de Combate, que a punto de empezar su cuarta y definitiva temporada puede (y debe) emerger como su heredera merecida.

A través del tejido social, The Wire consiguió además establecer algo que nunca consiguió conmigo la “famiglia” de Tony Soprano. Y es un vínculo emocional. Y lo hizo pronto. Desde el momento en el que Bubbles, soplón drogadicto, se ve obligado a quedar con McNulty a plena luz del día, mientras el agente asiste con su ex mujer a un partido de fútbol en el que participa su hijo pequeño. En un primer momento, Bubsy aparece con la guarda subida. Mirando a todas partes. Después, se relaja. Disfruta del aire fresco. De la hierba. Incluso saluda a la ex mujer de McNulty. Sonríe al crío. Finalmente, el partido termina al anochecer, que es cuando el agente le devuelve a su barrio, en los Projects de Baltimore. Hace frío, hay porquería por todos lados y en cada esquina hay decenas de yonkarras y camellos que operan bajo la mirada de Stringer Bell (el traficante con aspiraciones de especulador inmobiliario). Bubbles abre la puerta y se limita a decirle a McNulty: “Hay una fina línea entre el Cielo y ésto”. Ni un gesto grave de asentimiento. Sólo una sonrisa. Y se marcha.

Y a partir de ahí, soy de la serie.
william muny
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