Tarantino nos traslada al Hollywood más puro, el de las viejas fotografías, al borde del verano del amor.
El bueno de Quentin nos lo muestra con delicadeza, mimo, nostalgia, diversión y con mucha madurez cinematográfica. No hay prisa en escuchar disparos, puñetazos o insultos. No hay prisa en ver como la sangre se derrama.
Tarantino logra una cinta exquisita pero sin perder su esencia. Y lo hace con uno de los mejores tándem interpretativos que se recuerdan: Di Caprio y Brad Pitt bordan la perfección en escena.

La última película de la trilogía protagonizada por Rey y Kylo Ren nos deja luces y sombras. Cargada de emotividad, épica y momentos para la amistad, fortaleza y superación; logra que el espectador se sienta cómodo y entretenido durante todo el filme. Maneja bien los momentos de tensión y logra la empatía con sus personajes. Increíbles escenas de batallas galácticas a bordo de increíbles naves. Por último, los seguidores del universo Star Wars agradecerán los guiños a las películas clásicas.

Sin embargo, la película cuenta con su lado oscuro. Las idas y venidas de la lucha personal de Kylo Ren no terminan de convencer y, por último, un forzado y disparatado final deja a los espectadores perplejos, con preguntas abiertas acerca de la película y con un pensamiento en común: “¿Realmente era todo esto necesario?”.

Puñales por la espalda es un disfrute absoluto. Resulta muy sencillo divertirse con la nueva película de Rian Johnson. Posee un ritmo frenético, desde el primer momento atrapa al espectador y lo mantiene intrigado. La película siempre avanza un paso por delante del espectador y, en este género, resulta tan difícil como indispensable.

El grupo de personajes es fantástico. Todos juegan su papel y presentan sus marcadas personalidades desde el misterio, recelo y humor. Es muy difícil no sentirse dentro de la familia, sus conflictos, su casa. Todo ello gracias, en gran parte, a la cantidad de elementos visuales: los cuadros, salones, escaleras secretas... Un auténtico tablero de Cluedo.

Por último, las interpretaciones por parte del reparto son más que notables, destacando a Toni Collete o Michael Shannon. Sin embargo, quien se apodera absolutamente de la pantalla es Daniel Craig. ¡Qué interpretación! Craig encarna al detective de una forma completamente astuta, elegante y cómica.

La nueva miniserie del célebre personaje de Bram Stoker cuenta con todos los atractivos necesarios para convertirse en un éxito comercial: Protagonista carismático, seductor y misterioso, escenarios encantados, acción, intriga...

Durante el primer episodio, cumple más que notablemente con las altas expectativas. Posee todos los elementos que uno espera de una serie sobre el Conde Drácula. El castillo lúgubre, el viaje a través de los Cárpatos, el misterioso cochero, pasadizos, visiones y, por supuesto, la sangre. El guión se muestra fiel a la historia original ("Nunca bebo... vino") pero aportándole pellizcos cómicos y algo canallas al Conde. Estamos viendo la clásica y repetida historia de Drácula pero no nos importa, disfrutamos de ella porque nos resulta renovada pero fiel a la original.
Todo está en su sitio, el espectador se divierte, se asusta, se mantiene en tensión, y logra adentrarse en el mundo del Conde Drácula.

Sin embargo, una vez termina el primer episodio (y el espectador con sed de más y más de lo ya visto) nos encontramos ante un segundo episodio en el que se abusa descaradamente del número de víctimas del Conde y de su facilidad para someterlas. Una detrás de otra, sin tiempo para digerirlo, consigue que el Conde Drácula se convierta en un personaje que ha perdido todo su misterio, frescura y singularidad. La trama pierde gran parte de su atractivo. El espectador ya no tiene la sensación de estar viendo algo a escondidas (como hacía en el castillo durante el primer episodio) y, por lo tanto, su interés va menguando.

De este modo nos plantamos en nuestros días con el tercer episodio. Definitivamente, la serie que comenzó prometiendo mucho, ha terminado en nada (como muchas en su género). En el último y definitivo episodio se intenta dar frescura y renovación al mito de Drácula trayéndole a nuestra forma de vida. Prácticamente se crea una caricatura de un Conde que usa Tinder para encontrar a sus próximas víctimas. Tremendo.
Final de serie forzado y con poco sabor. Como si la serie se quedase sin aire y con el espectador pidiendo la hora.

A pesar de la decadencia de la trama, las interpretaciones de los personajes son notables. Claes Bang encarna al Conde a la perfección, con soberbia y carisma, imponiendo su presencia cada vez que aparece en escena. También destaca John Heffernan que da vida al tímido y vulnerable Jonathan Harker.

Bruce Springsteen nos invita, junto a Thom Zimny, a recorrer el viejo oeste americano a través de imágenes cargadas de pureza, belleza y espiritualidad.
El Boss nos acompaña en este viaje a través de la música de su último albúm, Western Stars, con una carga emocional que logra hundir al espectador en sus asientos, ya sean seguidores de Springsteen o no. Y es que solo Bruce logra captar la atención del espectador de esa forma, con su voz ya anciana pero cargada de sabiduría, honestidad, experiencia y cercanía.

Inmejorable fotografía, guión y sonido.