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Críticas de Víctor Taranilla
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
4
24 de diciembre de 2016
84 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contrariamente a como se venía dando desde hace años, los videojuegos han precedido a la película. Antes, tras empaparnos de una gratificante experiencia frente a la gran pantalla, acudíamos a las consolas para introducirnos aún más en las ficciones que nos habían cautivado. La decepción llegaba cuando esos juegos mostraban su única intención: vender un poco más sin importar cómo. Aquí, como ya se anticipó, algunos nos hayamos inmersos en el universo Assassin’s. Ahora, a través de la película, sólo esperábamos un material del que disfrutar tanto como lo habíamos hecho con los videojuegos. Y no sólo eso, también que este formato pudiera hacer llegar a otras personas un atisbo del fantástico mundo creado por Ubisoft, y que pudieran disfrutar de él tanto como lo hemos hecho otros jugando.

Me sorprende, por tanto, que Ubisoft figure como productora. Es difícil de creer que quien se ha esforzado tanto por desarrollar una experiencia de juego como es la franquicia Assassin’s Creed, haya sido partícipe de lo que se ha estrenado hoy en la gran pantalla, pero así es. Por más que me pellizque, lo que he visto es real. Tal vez mi decepción me lleve a ser demasiado crítico con la película, pero iré paso por paso. Puede que así consiga sosegarme a medida que escribo y, quizás, encuentre sentido a algunas cosas que, ahora mismo, me parecen carentes de él.

Puesto que la película trata de la larga lucha entre Templarios y Asesinos, era de esperar que, al menos, nos explicaran las causas de dicho conflicto. Como no es así, intentaré resumirlo:

Tanto la Orden templaria como la de los Asesinos buscan la paz. Los primeros, a través del sometimiento de la Humanidad -sometidos, pero en paz-, los otros, confían en que puede existir una sociedad pacífica y, a la vez, libre -donde cada uno puede elegir su propio destino-. Aquí entran en juego los Fragmentos del Edén, tecnología muy avanzada de una civilización anterior a la nuestra. Estos predecesores crearon a la Humanidad, a su imagen y semejanza, para que ésta les sirviera. Para ello, privaron a los hombres de ciertas capacidades intelectuales a fin de poder someterles con una muy sofisticada tecnología -los Fragmentos del Edén-.

Con el tiempo, se produjeron cruces entre humanos y seres de la Primera Civilización y, fruto de ello, surgieron humanos inmunes al poder de los Fragmentos de Edén. Entonces, la Humanidad se rebeló y puso fin a su sometimiento.

Pues bien, los Templarios buscan desesperadamente estos Fragmentos para alcanzar la paz que tanto ansían -pues aún contienen las claves para volver a esclavizar al mundo-. Los Asesinos, por su parte, tratan de evitar que los encuentren con el mismo fin -como ya se aclaró, los medios son lo que les divide-. Y la película viene a contar la búsqueda de uno de ellos.

Para una explicación más detallada de los errores que, a mi parecer, tiene la película, esta crítica contará con una segunda parte que, aviso, revelará ciertos detalles de la trama. Por ahora, sólo puedo decir que, además de cometer el error de no explicar el origen del conflicto entre las dos facciones, comete uno aún peor al contar con unos protagonistas cuyas motivaciones brillan por su ausencia. Con personajes cuya acción no parece estar motivada por nada concreto -y cuando lo está pronto se desvanece volviendo al sinsentido original-, cuesta meterse en la trama.

Uno de los principales atractivos de la fantasía de los Assassin’s Creed, es que podría encajar perfectamente en la Historia. Pero cuando el contexto histórico de la película se representa de una forma tan tergiversada, ese atractivo se volatiliza. Una España donde lo que queda del Islam -al menos en lo político y territorial- es el Reino de Granada, no puede -insisto, no puede- presentar de inicio el conflicto entre las dos órdenes de la forma en que lo hace. Como cada vez que una producción extranjera toma nuestra Historia como referencia, el resultado es un batiburrillo sin mucho sentido.

Otra parte interesante de la película es la tecnología. Aunque no se explique de una forma muy clara, sí se entiende el funcionamiento del Animus. La utilidad de esta máquina es que permite acceder a los recuerdos de nuestros antepasados encerrados en nuestro propio ADN. Para dejarlo tan claro como lo hace el juego, lo que conocemos como instinto -la razón por la que un pájaro bate las alas antes incluso de poder volar, por lo que reaccionamos de una forma predeterminada ante ciertos estímulos- no es más que el recuerdo de cómo actuaron nuestros ancestros. El Animus accede a dicha información y la descodifica. Esto es sólo otra aclaración de lo que la película deja en el aire y, aunque este Animus, no es el Animus de las consolas, reconozco que es un acierto y que hace muchas escenas mucho más visuales.

Pero si motivaciones y contexto fallan… ¿Qué funciona en la película? La respuesta es: la acción. Los movimientos de los Asesinos, tanto en el combate como en otras facetas, no sólo son fieles a los juegos, sino que también resultan ser muy entretenidos. Su milimétrica precisión y su ritmo son perfectos. Pero que esto sea lo más destacable vuelve a evidenciar la fragilidad narrativa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Víctor Taranilla
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7
1 de diciembre de 2016
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva obra de Cristian Mungiu nos presenta una crítica visión de la corrupta herencia social y la cuestionable moral de una Rumanía que intenta dejar atrás su propia historia.

<<Los exámenes>> muestra la preocupación de un padre por el futuro de su hija. La joven tiene la oportunidad de empezar una prometedora carrera fuera de Rumanía, la misma que tuvo él años atrás y que decidió abandonar para intentar cambiar las cosas en su país. Arrepentido y frustrado, concentra sus fuerzas en impedir que su hija cometa sus mismos errores, pero un intento de violación en el momento más crucial de su vida como estudiante, pone en riesgo todo el trabajo de ambos. Él, en un desesperado intento por reconducir la situación, no tiene reparos en embarcase en una odisea de corrupción y clientelismo. Un camino con el que siempre se ha mostrado en desacuerdo. El rechazo de parte de su familia por el camino elegido, lleva al protagonista a enfrentase a una crisis existencial mientras se introduce, más y más, en un entramado corrupto que parece llevarle a un callejón sin salida.

Demostrando su habilidad con el plano secuencia, el director muestra escenarios cotidianos que se convierten en testigos de una red de tráfico de influencias dominante en la sociedad rumana. Siempre con el trauma de los sueños incumplidos de trasfondo y la crítica al influyentismo, esta denuncia de una sociedad decadente nos recordará -y mucho- a la nuestra propia. El dilema del protagonista se transmitirá desde el principio a cada uno de nosotros.

A esta película no le falta nada, pero a medida que avanza la trama, la pérdida de ritmo hace que el espectador no comparta la angustia del protagonista e incluso llegue a sentirse indiferente ante el drama que vive la familia.
Víctor Taranilla
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4
16 de diciembre de 2017
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una sombra se cernía sobre el episodio VIII de la aclamada saga de Star Wars. Se temía que el parecido entre los episodios IV y VII fuera de nuevo evidente entre “El Imperio contraataca” y “Los últimos Jedi”, pero para nuestra tranquilidad, sus creadores dejaron claro que había llegado el momento, un cambio se avecinaba y como ya adelantaba Luke Skywalker en el trailer: “Ésto no va a ir como tú crees.”

Pero ¡ay! no todos los cambios van a ser a mejor. ¿Quién lo iba a decir? Al final acabaremos echando de menos a J.J. Abrams. Porque sí, “El despertar de la Fuerza” puede parecerse a “Una nueva esperanza” más de lo deseable, pero fue una digna presentación de saga. “Los últimos Jedi” es, sin embargo, una ruidosa declaración de intenciones por parte de Disney en la que pretende dejar claro un mensaje: “Ésto ahora es nuestro, y vamos a hacer lo que nos dé la gana con ello.” También anticipado por Kylo Ren en el trailer: “Que el pasado muera.”

Esperábamos un cambio, deseábamos un cambio, y esta nueva entrega estaba llamada a ser un hermoso sacrilegio que anunciara el fin de ciclo para dar lugar a una Nueva Era. Rian Johnson podría haber erigido el cuerpo de la nueva trilogía sobre los cimientos de la obra original de George Lucas.

Sin embargo, desde el título, pasando por esas letras rojas del cartel, y hasta el último de los segundos del tráiler eran, como ya nos advirtió el Almirante Ackbar, una trampa. Nada funciona, las múltiples líneas argumentales son un montón de vaivenes que no dan a ninguna parte. Le sobra comedia, personajes que no aportan y sí, también Porgs, los cuales alguno se atreve a comparar con los Ewoks, desmereciendo su contribución a la lucha contra el Imperio. Si los Porgs aportan algo, será dinero a las arcas de Disney por la venta de muñecos. Pero es que también le falta. Falta química (la que Daisy Ridley y John Boyega demostraron en la película anterior), faltan personajes relevantes, falta un proyecto sólido, falta ese barniz mitológico que siempre ha tenido la saga, falta… la magia de Star Wars.

En definitiva, si algo es “Los últimos Jedi”, es una carta blanca que Disney se concede a sí misma para hacer lo que le venga en gana con la saga. Y mucho me temo… que sus intenciones no son nada buenas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Víctor Taranilla
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6
8 de agosto de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para nada soy un enterado del mundo del cine, me gusta y ya está. Hasta ahora sólo había valorado algunas de las películas que había visto. Sin embargo, recién vista esta película, quería dar mi pobre opinión:
El principio promete, se ve que es una superproducción que te tendrá intrigado hasta el final. Los diálogos, escasos. A algunos de los sucesos que se dieron a lo largo de la película sigo sin encontrarle sentido y, por último, el final... sin comentarios, es un final que, para nada, está a la altura de un director como Ridley Scott.
Parece ser que va a haber una segunda parte... sigo teniendo fe en este director.
Víctor Taranilla
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8
24 de noviembre de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para que a nadie le pille por sorpresa, la película se nutre de la ingenuidad de <<Encuentros en la tercera fase>> y trata de enfrentarnos a un interrogante típico del género: ¿puede la humanidad dejar a un lado sus diferencias y unirse de verdad? Y todo ello intentando trascender del conflicto principal -o mejor dicho, utilizando la excusa de dicho conflicto- para crear una obra íntima y pedagógica que inevitablemente me recuerda a <<El árbol de la vida>>.
Comienza entonces la película con una presentación deslumbrante, imaginativa. Un espectáculo visual que puede recordar a Kubrick y que a muy pocos dejará indiferentes. Llegado, sin embargo, el momento de dar la explicación que abrirá nuestros ojos y expandirá nuestras mentes en la parte más instructiva del film, la obra se deja llevar por derroteros secundarios que, de forma tramposa, nos dirigen hacia una resolución demasiado <<típica>> para las expectativas creadas con su inicio.
Lo que prometía ser la parte más importante de la película, el valor de la comunicación, se acaba imponiendo al espectador sin una lógica justificación. Y lo que debía ser el segundo tema a tratar, consecuencia del primero, que sería la relación entre los personajes, queda en un segundo plano. Resultado de todo ello es un obra defensora del diálogo y la reconciliación entre los pueblos que, como ya se comentó, resulta demasiado convencional. Un giro que, por desgracia, lleva a un fin un tanto discutible.
Amy Adams resulta imprescindible para que la película cumpla con su objetivo -en la medida en que el guión lo permite-. Su interpretación, tranquila y profundamente emocional puede salvar, por sí sola, la película para aquellos a quienes les pueda resultar demasiado intelectual como para disfrutarla.
Con sus más y sus menos, se disfruta.
Víctor Taranilla
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