Partiendo de que los personajes ya son bastante chirriantes (jamonas hipertetonas de 16 años expertas en artes marciales), es que hay algunos giros que ya son para caerse de culo. ¿Que no tenemos armas? No importa, resulta que el personaje más special olympics del grupo, la enfermera mononeuronal y tetona que pese a estar rodeada de zombies sólo piensa en ir de compras y sobarse las tetas, tiene las llaves de la casa de una amiga que guarda un arsenal de armas del copón, un hammer y no sé cuánto armamento más (además de la obligada bañera en la que sobetearse todas un rato). Y como esta unas cuantas...

La batalla final es de pandereta. Primero aparece, totalmente por sorpresa y al mejor estilo palomitero, la chica del prota convenientemente vestida para la batalla... pero es que además viene con un ejército de niños desarrapados que vivían en el bosque, que además vienen también completamente equipados y hacen un despliegue de artes marciales al mejor estilo Matrix. Hasta el cura aparece de repente vestido en cota de malla y repartiendo estopa, por no hablar de que el Sr Crowe parece tener el don de la ubicuidad: ahora estoy en el acantilado con mis arqueros, pero 5 segundos después estoy a pie de playa a tortazo limpio.

En fin, se podría hablar de muchas más cosas, como el malo maloso que es un pupas de cuidado y da más risa que otra cosa (todo el mundo le arrea en algún momento, hasta el abuelete de 80 años, que además es ciego, le hiere, que tiene guasa), el padre que en 5 minutos pasa de llorar a su hijo muerto a convertirse en una especie de Mariano Ozores... En definitiva, completamente olvidable todo.

Érase una vez un señor rico, que un día decidió que la vida no le llenaba por un no sé qué, que qué sé yo. Hay quien en estos casos va al psicólogo, se emborracha o se compra un descapotable, pero este señor decidió que mejor dejaba tirados a su mujer y a su hijo, y se iba a vivir a su chaletazo a pie de playa a ver si se encontraba a sí mismo. Y empezó a dedicar los días a bañarse cada día en la playa, con su escafandra, a ver a los pececillos, lo típico al alcance de cualquier abnegado trabajador. Si hubiera sido cosa de 15 días, pues mira, problemas del primer mundo y todo el mundo tiene fases tontas. Pero no, este señor se tiró la friolera de 300 y no sé cuántos días (¡un añazo entero!) ahí, a la sopa boba dándose bañitos, sin dar palo al agua y pasando olímpicamente de su familia. Y en eso que descubre un pulpo, y va y se enamora locamente de él (ella?), que muy normal no es. Además, un amor un poco sui generis: que sí, que te quiero mucho y me pongo palote cuando me rozas con tus tentáculos, pero cuando viene un pez gato tope depredador, no puedo intervenir porque es tu estilo de vida y sería inmoral, y blablabla. Eso sí, luego cuando ya te ha arrancado un tentáculo a bocados, sí te traigo mejilloncetes, se ve que eso ya no es intervenir, y pelillos a la mar (nunca mejor dicho). Al final, después de un año de chapuzones y tocarse mientras piensa en las turgentes ventosas de la pulpa, el bicho se muere, el hombre llora un poquito de la penica tan grande que tiene, y finalmente descubre, mira tú, que tenía una mujer y un hijo, y que igual hasta podría pasar algún rato con ellos y tal. Ohhhh, se cierra el telón, trauma superado, que historia más profunda y reconfortante.

En definitiva, un documental regulero (he visto documentales de La 2 mejor hechos) sobre un pijo con "problemas" que, francamente, me despierta cero empatía. El óscar se lo daría, no al documental, sino a su mujer por no haberlo mandado a freír espárragos al mes de tontería. Ella y el hijo son los que realmente tienen mérito aquí, por aguantar a este sujeto y sus chorradas de niño rico.

Hay bastantes momentos muy vergonzosos por lo absurdo, como cuando se pone a saltar de camión a camión en plan spiderman, o que la tengan 2 años presa en Corea del Norte en ropa interior y sólo le den un par de bofetaditas, pero la palma se la lleva la escena en la que se disfraza de hombre para colarse nada menos que en la Casa Blanca. Entre el volumen pectoral de la srta Jolie, la voz y sus rasgos no precisamente masculinos, el resultado es una especie de travesti surrealista que igual pegaría en la sección de contactos del periódico local, pero que no da el pego ni a Rompetechos.