Eyal, judío homofobo del Mossad que acaba de perder a su mujer conoce a dos hermanos alemanes, Pia y Alex, nietos de un criminal nazi buscado por Israel. Pia busca reconciliarse con esa parte de su pasado familiar y vive en Israel. Alex homosexual bienpensante visita Israel con ideas preconcebidas para convencer a su hermana de que asista a la fiesta de cumpleaños de su padre.

El objetivo de Eyal es descubrir si el abuelo de Pia y Alex sigue vivo.

Historia sobre prejuicios. La familia de Eyal era alemana, pero Eyal finge no entender el alemán. Eyal, que es homofobo se siente extraño al descubrir que Alex es gay, Alex da su opinión europea sobre lo que pasa en Israel hiriendo a Eyal.

El mismo Alex que no entiende que los israelies acaben con los terroristas, no tienen tanta piedad, ni busca segundas lecturas, ni razones para la violencia de los nazis y dice claramente que deberían matarles a todos.

La escena del metro muestra las contradicciones de Alex y Eyal.

Para alguien que conozca Israel es una película sesgada y a ratos malintencionada. Hay una escena que me molesta especialmente y que me parece fuera de lugar; no conozco a ningún rabino, por muy ultraortodoxo que sea, que crea que la religión judía permita ni remotamente que un hombre golpee a su esposa como hace el marido de la hermana menor. Amos Gitai presenta esa escena no sólo como si fuera algo normal, si no como si fuera algo permitido, y eso no está bien.

Es una película con escenas hermosas, como la escena de amor entre la hermana mayor y su marido, o cuando la hermana pequeña pasa junto al Kotel. Pero esa belleza se pierde en escenas en las que se nota que Amos Gitai estaba corto de dinero, como en la escena de la boda. Tampoco tiene mucha lógica la escena en el videoclub en la que se ve en una televisión a un anciano bailando con una casi niña.