Sé que es complicado plantear una trama policiaca redonda, absolutamente creíble y epatante. Ni siquiera los grandes maestros lo lograban. Y es que casi siempre pasa lo mismo: para alcanzar una resolución fácil, se enreda en demasía la madeja argumental para luego, tras innumerables giros, desenredarla puerilmente y hacer que te preguntas: ¿Y tanto lío para esto? Tal vez en un intento de superar al modelo (en esta caos Agatha Christie y su inefable Hercules Poirot), Puñales por la espalda abusa tanto de los callejones ciegos que termina cayendo en un agujero negro. o mejor en un donut gigante, del que resulta imposible salir limpiamente. Y es que, más que un donut, como dice el guión, la trama parece una cebolla que, primero se desarma capa a capa para, luego, sin el menor pudor, ser rearmada tan forzadamente que no puede funcionar. Prueba de ello sería que se le vea el plumero al asesino 20 minutos antes de lo debido. Por si esto fuera poco, falla la dirección de actores, algo fundamental en este tipo de films. La sobre actuación de Daniel Craig como detective encaja mal con la fría representación de Ana de Armas como protagonista. El resto de actores, con personajes desdibujados, poco pueden aportar. Pero quizás las actuaciones de Christopher Plummer o Michael Shannon, y hasta Don Johnson, sea de lo poco que se salve en esta, lo digo desde ya, fallida intriga.

No voy a extenderme, ya se ha dicho casi todo lo que se puede decir de este film en críticas anteriores. Añadiré sólo que la ópera prima de Nicholas Ray me ha parecido real como la vida misma. La historia bascula alrededor de una relación pura, como todas las de recién enamorados, en medio de la cíénaga social que les rodea. La pasión propia de los jóvenes encandilados el uno con el otro, el amor incondicional que se profesan pero también la decepción que les invade al descubrir los defectos del otro... todo está ahí. ¿Quién no ha sentido alguna vez que el el corazón le explota al amar y ser amado de verdad? (me compadezco de quien no haya vivido y hasta sufrido eso). Eso que siempre ha ocurrido, ocurre y ocurrirá y que dota de vigencia a cualquier historia que se sirva de ello. Y que conste que a mí las películas de amor no me suelen gustar., precisamente porque pecan demasiado a menudo de falta de realismo por el mucho azúcar o la pasión postiza con las que se les adereza. Con ésta no sucede eso.

He vuelto a ver esta película y, a pesar de que idolatro a su director, me ha resultado poca cosa, incluso tediosa por momentos. Para empezar, le sobra media hora. Pero, sobre todo, falla el guión, bastante insulso, con algunos gags reciclados de otras comedias anteriores del director vienés y su ayudante en esas funciones, el inefable I.A.L. Diamond (huele demasiado a, sobre todo, Con faldas y a lo loco, pero también hay algo del Apartamento). Opino que la puntuación general de esta web resulta más alta de lo que debiera. Por ejemplo, su siguiente película, Bésame tonto (1964), es, a mi entender, más redonda, gracias a un guión realmente original. Y sin embargo, qes puntuada por debajo. Con todo, una de Billy siempre merece la pena,

Me extraña la baja puntuación de esta web para esta cinta, quizás tachada de comedieta de los 80. Que lo es, pero es que hubo muy buenas comedias en esa época. Pero, a diferencia de otras ésta tiene cierto pedigree. Para empezar, cuenta con un guión que, sin ser el colmo de la originalidad, sí exhibe diálogos brillantes por bien pensados, que recuerdan a la comedia clásica (sí, a alguna peli de B. Wilder o de Frank Capra). Y eso ya es bastante. Además, el director, Michael Dinner, se muestra brillante en la dirección de actores. No se puede olvidar que fue uno de los principales realizadores y productores de la mítica serie de TV "The Wonder Years" (Aquellos maravillosos años). En esa serie la dirección actoral brillaba por encima incluso del guión. Pues bien, Dinner es capaz de aprovechar al máximo a sus actores, sobre todo a los protagonistas, Judge Reinhoild (un muy poco valorado intérprete) y la bella Meg Tilly, hermana de la sensual Jennifer Tilly pero, a mi parecer, mejor actriz. Además, hay un buen plantel de secundarios, entre ellos Harvey Keitel (espléndido, como siempre, en su corto desempeño de ridículo atracador). También hay un pequeño papel al final para Fred Gwynne, el frankensteiniano padre de los Monsters, el comisario jefe de la policía neoyorkina, poco preocupado por la gente y mucho por su imagen (un matiz que rejuvenece a este film, en estos tiempos de revueltas en Estados Unidos). En cuanto a la banda sonora, resulta eficaz en los momentos claves, cosa notable en una película de los 80; quizás porque su director fue, años antes, un notable cantautor.
No voy a negar ciertos peros, tales como esa falta de credibilidad del argumento en la que suelen caer las comedias de enredo y, sobre todo, un mal desarrollo de algunos secundarios como, el aquí desaprovechado, Joe Mantegna, en un papel que se ahoga antes casi de nadar.
Por lo demás, este film, sin ser el colmo de las comedias, logra, eso sí, entretener, de principio a fin, aferrada a su guión y, sobre todo, a las buenas interpretaciones de su pareja protagonista. No pasará a la historia pero les dejará una agradable sonrisa tras verla.

¿Qué añadir a lo que ya han dicho otras reseñas antes? Que pese a las 2 horas y el doblaje defectuoso que encontré, se hace corta. Delbert Mann lo vuelve a bordar, como hizo poco antes en Marty (1955). En una historia muy creíble, unos personajes francos hablan sin tapujos al espectador de sus verdaderos sentimientos, sencillos y al tiempo complejos, vívidos incluso en una situación tan especial como la que se plantea, el amor entre dos personas de edad muy diferente. Soberbias interpretaciones, sobre todo de Fredric March (inolvidable en su papel de Dr. Jekyll/Mr Hyde en la versión de 1931 de R. Mamoulian), pero también, por qué no, de Kim Novak, bellísima pero solvente en su papel de joven llena de dudas; y los demás actores también a la altura, con el siempre convincente Martin Balsam, o la desconocida por entonces Lee Grant en un pequeño papel. O sea, un melodrama perfecto al que no le encuentro pega alguna. De ahí la alta puntuación.