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España España · Santa Coloma de Gramenet
Críticas de CC Buxter
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
7
6 de diciembre de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ser una de sus tres mejores películas, sí es una buena película. Tiene el acierto de añadir, junto al tema central (la pena de muerte), otros accesorios, como son el periodismo o la relación conyugal del protagonista, a cuya demolición asistimos.

Una de las cosas que más me gusta de la película es cómo muestra la fragilidad de nuestro mundo personal, pese a la apariencia de inmutabilidad e inamovilidad que a veces nos ofrece. En este caso, son dos muertes las que dan un completo giro a la vida de Beecham, el joven protagonista negro (o de color, o afroamericano, dependiendo del grado de cursilería y corrección política del lector). En primer lugar, la muerte de la cajera Amy, que tiene lugar mientras él está en los servicios de la tienda donde ella trabaja, que convierte la compra de aceite para una barbacoa en una condena a muerte. Y en segundo lugar, la muerte en accidente de coche de la joven periodista Michelle, que debía entrevistar a aquél el día previsto para su ejecución, y que provoca que sea el veterano periodista interpretado por Eastwood quien se encargue del reportaje, y que a la postre conseguirá parar la ejecución de la condena al demostrar que Beecham es inocente.

El principal defecto que le veo a la película es el de acudir a uno de los tópicos de las películas contrarias a la pena de muerte: el condenado es inocente. Partir de esta premisa es engañoso, porque si el condenado es inocente, será una injusticia tanto la pena de muerte, como la prisión u otro tipo cualquiera de pena que se imponga. Más honesto y valiente me parece hacer una película en la que el condenado a muerte sea culpable. No obstante, el argumento de la inocencia del condenado no se debe desdeñar, y lo retomaré posteriormente. Ahora simplemente me acogía a preferencias artísticas.

En relación a esto, resulta curioso cómo el cine nunca utiliza la pena de muerte administrada por el Estado como instrumento de justicia. En los casos en que se trata de darle su merecido al malo de turno, se opta siempre por la venganza individual. Sin salirnos de la filmografía de Eastwood, en "Medianoche en el jardín del bien y del mal" no es un jurado popular el que hace justicia, sino la propia víctima.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
CC Buxter
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8
26 de noviembre de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Anatomía de un asesinato" es una de las peliculas clásicas dentro del género judicial, que tantas obras maestras ha dado en el cine estadounidense. No es para menos, teniendo en cuenta que su director es Otto Preminger y que en su reparto cuenta no solo con James Stewart, sino con otras estrellas como Lee Remick y Ben Gazzara.

"Anatomía de un asesinato" se centra en la labor de Paul Biegler (James Stewart), ex fiscal de distrito y ahora abogado defensor del teniente Frederick Manion (Ben Gazzara), acusado de asesinar a un hombre que, supuestamente, habría violado a su mujer Laura (Lee Remick). Uno de los aciertos de la película es insinuar la relación de dominación y violencia que el teniente Manion lleva a cabo sobre su mujer, de manera que ni el abogado defensor ni el espectador llegan nunca a empatizar con él, poniendo en tela de juicio si una absolución del acusado sería realmente una forma de hacer "justicia".

El film de Preminger muestra con todo detalle las diferentes fases del proceso penal en EEUU, especialmente desde el punto de vista de la defensa, y lo hace aprovechando magistralmente la teatralidad y flexibilidad de su juicio oral. Los mejores momentos de la película se dan en los duelos verbales entre el abogado defensor y los fiscales, aderezados con los comentarios jocosos e irónicos del juez Weaver. Por esta razón, sorprende que Preminger obvie el trámite de conclusiones finales, en el que las partes hacen un último intento de convencer al jurado, y que podría haber dado lugar a brillantes monólogos.

Pese a las dos horas y media de metraje, la película no se hace pesada en ningún momento, gracias a la agilidad de los diálogos y a la forma en la que la historia avanza, lentamente pero sin meandros innecesarios.

En definitiva, una película con la que disfrutar del mejor cine clásico (aun cuando la compañía no sea del todo grata...).
CC Buxter
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9
27 de noviembre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con "Múnich" tenía algunas reticencias, pero me ha parecido una muy buena película. A estas alturas Spielberg no tiene nada que demostrar, pero con "Múnich" acreditó que, además de uno de los mejores directores vivos, es un tipo valiente. Spielberg se ganó el afecto y reconocimiento judío con La lista de Schindler, y ha afirmado en alguna ocasión que sólo estaría dispuesto a dar la vida por EE.UU. y por Israel; sin embargo, nada de ello fue suficiente para ahorrarle las (consabidas y repetidas hasta el aburrimiento) acusaciones de antisemitismo tras el estreno de Múnich. Más misteriosas son, sin embargo, las críticas lanzadas contra la película por los propalestinos…

En "Múnich" conviven dos tramas. La primera de ellas es la historia del comando israelí encargado de liquidar a los principales responsables del atentado contra los atletas hebreos. Sin ninguna conexión oficial con el Mossad y el Tsahal, el comando israelí, dirigido por el agente Avner, se concierta con una red criminal surgida durante la época de la resistencia francesa para que le informe del paradero de los diferentes terroristas a eliminar. Pero no se trata sólo de descabezar a Septiembre Negro, el grupo terrorista responsable de la masacre, sino de enviar un mensaje tanto al resto de organizaciones palestinas como a la comunidad internacional: Israel no olvida ni perdona. Así, durante meses, “la cólera de Dios” (nombre en clave de la operación) se desata por toda Europa, abatiendo uno a uno a sus objetivos.

La segunda de las historias corre paralela a la primera, ya que es la progresiva transformación del agente Avner, un hombre al que su madre abandonó en un kibutz y que, desde entonces, cree que su madre es Israel, en palabras de su esposa. Al principio de la película, Avner asume sin rechistar la misión, aunque haya de permanecer alejado de su esposa embarazada durante unos años, y ejecuta los atentados como cualquier soldado en una guerra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
CC Buxter
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8
4 de diciembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Uno, dos, tres", estrenada en 1961, sólo un año después de "El apartamento". Digámoslo rápido: protagonizada por James Cagney, la película es una maravillosa locura, con un ritmo endiablado, similar al de las screwball comedies de los años treinta. De hecho, Wilder dijo que había intentado rodar la película más rápida del mundo; si no lo consiguió, poco le faltó.

La película se desarrolla en el Berlín dividido durante la guerra fría, y la protagoniza C.R. MacNamara, el director comercial de Coca Cola en Berlín occidental. Es, al estilo de C.C. Baxter, un tipo que ansía lograr el éxito a cualquier precio, y si ello incluye introducir la Coca Cola en el mercado soviético, que así sea. Aunque, eso sí, no a cualquier precio; cuando la delegación soviética le ofrece a cambio del suministro de bebidas una gira gratuita del ballet ruso, MacNamara se muestra tajante: "Nosotros no queremos cultura, sólo dinero".

Sin embargo, el asunto no acaba bien, porque desde la sede de la Coca Cola en Atlanta ("Atlanta es como Siberia, pero con discriminación racial") no ven con buenos ojos que se comercie con la URSS, así que el modo de ascender para MacNamara va a ser más modesto: hacer de canguro de la joven hija del jefe. Lo que en principio parecía tarea fácil se complica al casarse esta con un alemán del este y, más todavía, cuando la joven resulta estar embarazada.

En "Uno, dos, tres" encontramos el húmor ácido propio de Wilder, que no deja títere con cabeza, y aunque algunos chistes están descontextualizados en este momento, siguen conservando toda su carga irónica. Así, el leal Schlemmer afirma no haberse enterado de nada durante la guerra, ya que trabajaba en el metro. "¿Adolf qué?", dice impertérrito, aunque cuando MacNamara proclama la movilización general en la empresa, suspira "Ah, por fin como en los viejos tiempos". Otto, el joven alemán oriental con el que se casa Scarlett es una sátira del joven comunista de la época, ansioso de derrocar al capitalismo y creyente en la superioridad moral e intelectual de la URSS. Se niega a que su hijo crezca como un capitalista, así que su joven enamorada le asegura que "le daremos una educación neutral, y cuando sea mayor de edad podrá decidir por sí mismo si es un capitalista o un comunista rico". Tampoco faltan las diatribas contra los Estados Unidos o, más concretamente, sobre el prototipo sureño, personalizado en el jefe de MacNamara. Acerca de él le advierte Scarlett a Otto que "si te habla de la guerra civil, di que quedó en empate", asegurándole que el que los comunistas odien a los yanquis no es ningún impedimento para ella, porque "en el Sur todos odiamos también a los yanquis".

Creo que lo dicho anteriormente da buena cuenta del tono general de "Uno, dos, tres". Sin duda, una de las mejores películas de Wilder.
CC Buxter
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6
22 de diciembre de 2011
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva adaptación de la obra de Charlotte Brönte pasa desapercibida, sin generar hastío o repulsión pero tampoco emoción o sentimiento alguno. Según parece es bastante fiel al original en cuanto a los hechos, aunque no logra desarrollar suficientemente la personalidad y sentimientos de los personajes. Además, tampoco acompaña la artificial estructura narrativa "in media res", demasiado extensa, que hace que uno acabe olvidando que lo que está viendo son los recuerdos de la protagonista.

En definitiva: ni fu, ni fa.
CC Buxter
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