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Críticas de Olaf Gaadou
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
1
16 de diciembre de 2019
57 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de lo terrible de un guión plagado de diálogos artificiales y lugares comunes, más allá de lo terrible de actuaciones que, en varios personajes, rayan lo caricaturesco, esta película un producto propagandístico de primer orden. La película se disfraza de thriller político crítico con el programa de tortura llevado a cabo por la CIA entre los años 2001 y 2008, pero nada más lejos de la realidad. Si no estamos atentos, este bochorno producido por Jeff Bezos nos saca brillo al cerebro de tres formas distintas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Olaf Gaadou
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10
17 de febrero de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este texto está escrito por un fanático de Haneke, cualquier parecido con el rigor es pura coincidencia.

¿Qué demonios pasa en Austria? ¿Acaso es casual que Sigmund Freud, Michael Haneke y el monstruo de Amstetten sean compatriotas?

Quizás no de Amstetten, pero desde luego hay algo de Freud en el cine de Haneke, en cuya temática uno distingue alusiones al subconsciente, la sexualidad reprimida o el tabú. Licenciado en Psicología, Filosofía y Drama, Michael Haneke (1942) saltó a la gran pantalla después de años dedicándose a la crítica, al teatro y a la televisión, con su primer film Der siebente Kontinent, en 1989. Se le ha descrito como el “cineasta de la violencia”, aunque
sería más acertado llamarle el “retratista de la contención”. En última instancia sus filmes giran en torno a personajes contenidos, habitantes de mundos contenidos, cuyos avatares suelen están marcados por una educación exquisita (férrea, quizás), marcos morales muy denidos y un orden establecido inviolable. Retratista preciso, Haneke escoge la herramienta precisa: el plano fijo. En sus películas, el plano fijo es una metáfora de cierta sociedad burguesa europea, moderada y cohibida, pero también dominada y reprimida. Metáfora también de lo que ocurre fuera de campo, fuera de ese rectangulito fijo, símbolo estático de la rectitud social; fuera,
donde dominan los monstruos, donde existe el horror. Haneke nos muestra, con sobriedad claustrofóbica, que fuera del plano fijo late el horror banal de la violencia de Benny’s Video (1992) y Funny Games (1997), o el horror de la injusticia social de Code Inconnu (2000) y Caché (2005), o del mismo nazismo en Das Weisse Band (2009).

Si uno revisita El vídeo de Benny hoy cree estar ante la obra de un visionario o un genio. Se nos muestra un presente proto-distópico, dominado por las pantallas y el exceso de imágenes explícitas; donde las fronteras entre lo real y lo representado se desdibujan. Son las temáticas que veinte años más tarde fascinan al gran público de la mano de series televisivas como Black Mirror (Charlie Brooker, 2011).

La historia de Benny es la de un adolescente obsesionado con el vídeo e insensibilizado ante el impacto de las imágenes que ve. Su habitación está colmada por cintas, cámaras y monitores. Su ventana es, literalmente, una pantalla –vive con las persianas bajadas y ve el exterior en un monitor a través de una cámara–. Incluso monitoriza su habitación permanentemente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Olaf Gaadou
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