Comienzo magnífico de la película: se escuchan trozos de un texto que entre otras linduras dice: "El útero de la mujer es la entrada al infierno". A continuación un baño público femenino donde una media docena de hermosas chicas muestran sus deliciosos cuerpos. A continuación el terror, de la mano de la religión. Así como luego de los campos de concentración se justificó la conducta de casi todos los mandos con el argumento de que cumplían órdenes, acá se justifica el destrozo de los cuerpos con el argumento de que era la forma de torturar al diablo. En algún momento alguien reza un padrenuestro y pide que no se perdonen nuestros pecados porque pecamos a nombre de Dios.

Como siempre, detrás de tanta exaltación de fe está la búsqueda del oro de los perseguidos.

Ahora que el mundo camina por senderos del peor oscurantismo es bueno ver estas películas para mostrar cómo son de aparentemente inocentes los inicios de los grandes genocidios, y una vez puestos en marcha es harto difícil encontrar la forma de contenerlos. Fue lo que pasó con la Inquisición, fue lo que pasó con el fascismo y es lo que está pasando con los nacionalismos fascistas del siglo XXI.

Casi no encuentro la película y después un lío los subtítulos, pero valió la pena. Muy recomendada.

Uno de varios hermanos, con el esfuerzo común, se titula de ingeniero. Lo que podría entenderse como su tesis de grado es la creación de un robot para aliviar el trabajo en la fábrica donde está su hermano. Pero el invento termina creando problemas puesto que desplaza obreros, divide al sindicato y el primer comprador masivo del invento es el ministerio de guerra, para enfrentar a los huelguistas.

Interesante obra de ciencia ficción, cuyo inesperado desenlace se puede ver como toda una guía de acción de la clase obrera hoy, en particular cuando se empieza a volver problema insoslayable el creciente número de obreros desplazados por las máquinas pero sin posibilidades de que las nuevas empresas, que fabrican robots, sean capaces de absorberlos a todos.

Buen ejemplo del cine de los años 1930 en cuanto a innovadoras técnicas de manejo del Séptimo Arte.

Si quiere entender parte de las causas de por qué Francia está siendo atacada por el radicalismo islamista, es imprescindible ver esta película. Aunque ya tiene cincuenta años, pareciera hecha para hoy. Comienza por recordar un hecho central: Argelia, en el norte de África, fue una colonia francesa por más de un siglo, y en la etapa de la descolonización iniciada en los años 50 en el sudeste asiático con la colonia de Vietnam (sí, misma que Estados Unidos retomó a la salida de los franceses en 1956), los altos mandos galos mostraron que habían aprendido la historia. Pero también los independentistas argelinos.

Como alguien recordaba en estos luctuosos días de 2016, hasta los israelíes, en su época de colonia inglesa, recurrieron a los bombazos.

No logro identificar el nombre en la película ni en la vida real de la actriz que usa botas amarillas. Pero ella me parece que concentra la película en muchos aspectos. Muestra todo lo ruin de la situación cuando en las mañanas recoge todos los niños y los encierra en una jaula. Es la encargada de traer el agua a la familia. Es la única que trabaja decentemente a pesar de que otra chica la invita a ganarse la vida prostituyéndose. Como que su suerte es la suerte de todos en la vida de la pobrería irredenta. No ha de tener más de 14 o 15 años. Y ahí está el final...

Lástima que los recursos técnicos y artísticos del genio Orson Wells se hayan malversado por culpa de un guión forzado, truculento y, en puntos, increíble. Pone de manifiesto cómo operaba la conciencia conservadora a mediados del siglo XX en Estados Unidos, lo que está bien. Pero hay escenas que terminan siendo una mala caricatura.