Cuando acabas de ver esta película, enseguida te asalta la sensación de que durante un rato se te ha permitido ver sin ser visto. Los personajes que deambulan por el film lo hacen de manera austera, pulcra, dejándose llevar por una realidad que se impone. Partiendo de los esquemas más rígidos de la sociedad nipona hasta llegar a una cota tan alta que no queda más opción que renacer de algún modo.

Retrato en sepia de una familia cualquiera con una historia cualquiera, pero común. Verdadero mapa de los sonidos de Tokyo, pero también de las emociones contenidas, de la comunicación escueta y de la sociedad auto-opresora.

Lo mejor es su dirección, precisa, sosegada, capturando sólo lo imprescindible para hacer la historia comprensible al espectador. Rodada con escasez de medios pero con grandes dosis de buen hacer por parte de Kiyoshi Kurosawa.

Para todos los amantes de un cine directo y sin trampas, que es capaz de mostrarnos la sordidez humana, pero dejando siempre la puerta abierta a la esperanza.

Predecible, poco imaginativa y nada arriesgada es esta (innecesaria) secuela de la sorpresa que supuso REC.
La primera parte nos planteaba una introducción a modo de directo de televisión que hacía bajar la guardia, con lo que el efecto 'terrorífico' calaba más hondo y de manera más imprevista.
Ahora nos encontramos con golpes de efecto desde el minuto uno, haciendo perder al filme toda lógica e insertando una predecible historia que bebe de topicazos del género.
La falta de emoción que debería de tener no es suplida por la retahíla de gritos de los actores, con lo que al menos para mí, esta película es más de lo mismo, pero sin ser lo mismo.

"Boy Erased" es una película que mientras la ves esperas todo el rato que sea un poco más efectista, pero que cuando la acabas sientes el poso que ha dejado en tu interior; es un filme que hay que dejarlo macerar una vez visto.
Está narrado de una forma casi desafectada pero quizás es el modo más respetuoso con todos que encontró el director.
Ciertamente la cinta podría haber sido mucho más crítica y haber expuesto más su tono de denuncia de las terapias de conversión sexual a lo largo de su metraje. Sin embargo se centra en el caso particular del protagonista, dejando como cabos sueltos otros interesantes personajes como el interpretado por Troye Sivan o sobre todo, el de Xavier Dolan.
No obstante, lo que cuenta lo hace bien, sin querer ser estandarte de nada y, quizás, solo quizás sin mostrar el horror de ciertas sectas cristianas contra el colectivo LGTBI, algo que sí hizo de forma magistral por ejemplo "Prayers for Bobby".
Aún y todo, es una película muy recomendada, que rebosa cine y buen hacer, con un ritmo de una épica narrativa de bajo perfil, que envuelve el conjunto en una calidez y una atmósfera propias.

Tras visionar 'Chicago Calling' uno no puede más que pensar en la cantidad de títulos que, por un motivo o por otro, permanecen olvidados, o poco reseñados, casi perdidos en el tiempo. Por fortuna, esta película de 1951 es accesible hoy día, a pesar de no figurar en ninguna lista o recopilación popular de cine con mayúsculas.
'Chicago Calling' es una obra redonda, sencilla aunque intensa, en la que los sentimientos afloran dentro y fuera de la pantalla, mientras permanecemos junto a su desesperado protagonista (inmenso Dan Duryea) a lo largo de una auténtica Noche Oscura del Alma.
Esta cinta olvidada, es tal vez el ejemplo más perfecto de neorrealismo italiano en el seno del cine USA. Altamente recomendable para todo amante del séptimo arte, permanece en la mente del espectador más tiempo del que cabria esperar, y lo más importante de todo, hace que uno recupere, aunque sólo sea durante los 75 minutos que dura, la confianza en la buena voluntad del ser humano. Imprescindible.

¿Podría ser The Leftovers la mejor serie jamás emitida? Puede que no, porque si algo hay últimamente, son series por doquier. Seguramente habrá alguna que otra joya que se nos haya escapado, o quién sabe si la mejor serie de la historia aún esté por rodarse...
Pero de momento, y de todo lo que quien escribe haya visto, la serie de Lindelof y Perrota estaría en la cúspide de lo mejor de lo mejor que se haya hecho en TV.

The Leftovers es de esas series que dejan mella. Es como la tormenta en la que una vez has entrado, ya no sales siendo la misma persona. Cuando terminas las tres temporadas, la sensación es que algo de tí ha cambiado. Ese algo tal vez sea tu criterio a la hora de valorar cualquier otro producto audiovisual con los mismos ojos.
Y es que está serie deja el listón muy alto, quizás demasiado. Es posible que no sea para todos, que se posicione sin más con un rara avis único y singular. Y ahí reside su encanto, su magia y su magnetismo. No puedes apartar la mirada, no puedes dejar de emocionarte con la música de Max Richter. No puedes dejar de ver a Kevin y Nora como parte de tu familia. No puedes dejar de lado el sentimiento de pérdida, de culpa y de vacío que impregna toda la trama.

Ciertamente no es un producto que sea disfrutable por el gran público. Y los responsables de haber dejado tamaña obra maestra como The Leftovers, tal vez la hayan hecho para almas atormentadas y vulnerables que aprecian más la contemplación de la psique y sus anexos, que el efectismo e inmediatez de la mayoría de las series actuales.