“Quiero hacer una película de gordos” fueron las palabras que iniciaron el rodaje y la producción del nuevo metraje de Daniel Sánchez Arévalo; pero no se dejen engañar, porque la película no pretende centrarse en los problemas de sobrepeso, ni en dietas milagrosas ni mucho menos en pastillas adelgazantes, porque si alguna conclusión debemos sacar de este film, es que tanto gordos como delgados, todos, sufren sus propios problemas internos y tienen que lidiar con ellos lo mejor que puedan.
La película nos presenta una serie de situaciones emocionales que sufren un grupo de personas con sobrepeso (la mayoría) y deciden ir a terapia para averiguar qué es aquello que provoca sus ansias de comer, ponerle remedio y así adelgazar finalmente. Arévalo ha hecho un gran trabajo con la narración de cada uno de los personajes, profundizando en ellas y convirtiéndolas en algo único y especial, llenas de matices, con momentos graciosos, tiempos más amargos, instantes de esperanza y luz mezclados con agujeros de oscuridad. Una trama que afecta a todo tipo de personalidades, sexos, edades, creencias… centrándose sobre todo en el amor y más concretamente en el amor hacia uno mismo. Solo algunos momentos desafinan en ésta pieza, como algunos detalles que quedan fuera de lugar y que fuerzan demasiado la parte cómica del film.
Una comedia dramática aconsejable para los espectadores, sea cual sea su peso o talla.

Parece que el año 2009 nos está llevando una gran cantidad de thrillers de ciencia-ficción con un trasfondo ético y social, una mirada crítica al futuro y a los límites de las comodidades y los placeres del cual disponemos los humanos. En esta mezcla entre “Yo, robot” y “Gamer”, Bruce Willis interpreta a un agente del FBI que se ve implicado en una serie de asesinatos producidos a través de los sustitutos (versiones robóticas de los humanos) de varias personas.
La trama de la película es algo pobre, no engancha y parece que en ciertos puntos la historia se queda suspendida alrededor de un mismo enigma y otros en los que te aplaca con una avalancha de información dando la sensación de que te has perdido algo durante la película. Además, a pesar de durar una hora y media escasa, la película no se hace precisamente corta. En algunas ocasiones, también es previsible y los golpes de efectos y giros en la trama, no resultan ser más que una mínima variación en el guión. Una trama como ven mal estructurada y poco adictiva (algo esencial para los thrillers), exceptuando evidentemente las (relativamente escasas) persecuciones y situaciones con límite temporal.
Ver a Bruce Willis de nuevo puede que sea uno de los alicientes de la película, aunque aquí tampoco haga mucho alarde de sus cualidades interpretativas, ya que vuelve a estar metido en uno de sus papeles predilectos: agente del orden cachas, duro, bravucón… Vamos, a lo que estamos acostumbrados.
Uno de los aspectos positivos de la película, puede que sea el mensaje que intenta transmitir al espectador: ¿qué estamos dispuestos a hacer para vivir la vida lo más cómodamente posible? ¿vivir engañados es la solución? ¿es bueno vivir a través de una máquina? ¿qué precio pagaríamos para ser eternamente jóvenes y bellos?
En fin, una película algo deficiente pero que cumple con los mínimos requeridos. Aunque si quieren un consejo, vayan al videoclub y vuelvan a alquilar “Yo, robot”, seguramente lo van a disfrutar más (y por menos dinero).

Hacía tiempo que no me sentía tan engañado por un trailer como después de haber visto The Paperboy. Si alguien creía que vería una película interesante de cine negro, investigaciones periodísticas y asesinatos ¡que se olvide! Aunque empiece con una dinámica bastante rítmica, setentera e incluso colorida, The Paperboy sólo se dedica a sacar los trapos sucios de cada personaje, de forma bastante mediocre, desorganizada y aleatoria, ahogando todo atisbo de emoción y suspense (excepto al final, donde esta trama sumergida aparece como una pequeña burbuja de aire entre las aguas para darle un poco de oxígeno, sin mucho éxito). En fin, creo que lo único que me ha convencido es Marcy Gray. Aburrida ...

La carta de presentación del nuevo film de Steven Soderbergh no podía tener mejor pinta: una historia real, una trama curiosa y original, un humor inteligente y dinámico, Matt Damon con unos kilos de más…
Pero allí va un chivatazo más suculento que cualquiera que pueda soltar Mark Whitacre durante la película: todo eso es mentira. Al igual que el personaje de de Damon, este film no es más que un farsante.
Al igual que en toda la película, el inicio de ésta nos deleita con un guiño que parece asegurarnos carcajadas durante toda la sesión, pero es justamente después de este pequeño detalle que las risas cesan de forma estrepitosa, pasando de el interés general, a la distracción, bajando a la somnolencia e incluso al mal humor. El metraje muestra un guión monótono, aburrido, parecida a una reunión de empresa. No consigue mantener al espectador enganchado o interesado en lo que pasa. Y cuando intentas volver a conectar, te sientes perdido y vuelves a perder el interés en la película.
Este es el panorama del film durante una hora y cuarto, una trama poco interesante, mal explotada y monótona que consigue que el espectador, al igual que el protagonista se ponga a pensar en las cosas más remotas y extrañas (por cierto, sólo alguno de los delirantes pensamientos de Mark son lo único que pueden sacar al espectador del trance).
La última media hora, es cuando la cosa se pone interesante, pero resulta demasiado tarde. Una vez todos los espectadores están más atentos a las gotas que corren por las latas de sus bebidas que a la película, incluso con las mejores intenciones, cuesta arrancar el vuelo.
Increíblemente, es en la recta final dónde sale a la luz todo lo que se esperaba de la película: el humor, las situaciones, los personajes, el dinamismo… Todo lo que Soderbergh prometió, llega demasiado tarde para que la gente pueda disfrutarlo.
Una película que prometía mucho pero que se quedó atrás. Sólo para gente con mucha paciencia.

¿Ha cumplido Tarantino sus expectativas? ¿Es esta su mejor obra? Pues seguramente la mayoría de personas le responderían que no. Aunque eso no significa que la última película de Tarantino sea una decepción, ¡ni mucho menos!
“Malditos Bastardos” tiene un guión a primera vista simple, muy propio de las películas de Tarantino: un grupo de judíos americanos que se hacen llamar los Malditos Bastardos y que forman parte del ejército llegan a la Francia ocupada por los nazis decididos a matar a todos los que puedan. Una trama que parece prometer sangre a borbotones, fuentes rojas, miembros mutilados… Y evidentemente aparecen en la película todos estos elementos, pero no en la medida que todos esperamos. Pero, no se dejen engañar, las películas de Tarantino no sólo están para ofrecer violencia gratuita, ya que su última obra destaca más por otros aspectos: los diálogos.
La película está dispuesta en varios capítulos y en todos ellos abundan los diálogos, pero no unos cualquiera, sino unos diálogos únicos, ágiles, originales, milimetrados hasta el último detalle, sin ningún desperdicio; unos diálogos con los cuales en muchas ocasiones se disfruta más que con el gore, los tiros y las explosiones; con su planteamiento, su desenlace y su final, ya que cada uno de ellos podría perfectamente ser independiente de la película para formar él solo un corto. El único punto flaco es que, a veces, entre tantas palabras puedes llegar a perderte, y es que la verdad, en estas dos horas y media algún que otro momento de diálogo es innecesario.
Pero gracias al gran protagonismo de las palabras, esta obra nos ha ofrecido a algunos de los mejores personajes del año: Hans Landa. Hacía tiempo que no se veía en pantalla un personaje tan bien caracterizado, tan único, tan original… Un personaje perfecto gracias a la genial interpretación de Christoph Waltz. Y el caso de Hans Landa es aplicable a la mayoría de los personajes nazis, bastante más cuidados que los propios protagonistas, los “Malditos Bastardos” (aunque también está muy bien ver actuar a Brad Pitt en el papel de soldado sangriento junto a su inestable amigo Eli Roth).
Pero sin duda ésta es una película de Tarantino, y se nota en los continuos guiños que nos ofrece a través de toda la película: la banda sonora, los elementos gore, la trama en sí misma (se quedarán sorprendidos con el final), los títulos de presentación de los personajes, la influencia del spaghetti western… En definitiva, el cine que le gusta hacer a Tarantino.
Puede que no sea la obra maestra que Tarantino esperaba tener entre manos, pero sin duda es una buena película que consigue entretener, sorprender y gustar. No se la pierdan.