Lo que más me ha gustado de esta película ha sido la parte teatral. Las improvisaciones en la calle, una forma de espectáculo tan arcaico y tan actual, en occidente y en oriente. Sumándole a esto, la vestimenta que llevan se presenta como fuente de inspiración, para los que les guste el diseño. La trama no tiene desperdicio: muy dura con matices cómicos.

Es una película que cuesta digerir si buscamos descifrarla; y sin embargo, liviana al dejamos llevar por el ritmo que se propone. Parece difícil definir su contenido, tal vez, es más fácil describirla, tal y como lo hace el guión, sobre todo en el principio, que recuerda a Ciudadano Kane, cuando nos adentramos en la mansión de fuera a dentro para descubrir algo personal, siendo este caso más ambiguo. Las estatuas cobran vida y los humanos se inmovilizan. El contexto ostentoso de los personajes principales sirve para acompañar una inquietud que les lleva a plantearse la existencia de otro tiempo y otro lugar, en el que pudo haber sucedido algo importante, y del que no sabemos nada...

Esta película alcanza una cartarsis con el público, en tanto que a veces, sin saber porqué nos cuesta llevar a cabo una acción, por muy sencilla que sea... esto es, enviar una carta por correo convencional, devolver un libro a la biblioteca, o mismamente irse de la casa de un colega... además del cargado simbolismo religioso que contiene, tan propio de Buñuel, la crítica a la burguesía y el toque surrealista.

Si te gustan la música, los viajes y el género documental, sospecho que puedes disfrutar con esta pieza de Akin. En ese paseo por el insondable Estambul, se pone de manifiesto que la música más enraizada y tradicional puede ser tan moderna como otros estilos musicales más recientes, y esto sí que es una apreciación personal.

Creo que es de ese tipo de películas que te permite cuestionar ciertas disposiciones establecidas en el cine. Es extraña pero no difícil de descodificar. El absurdo a veces puede llegar a ser ridículo, como muchas veces sucede en la vida...