La ópera prima de Juan José Porto es desde mi perspectiva, una de las grandes películas del cine español y un filme a reivindicar urgentemente (aún no salgo de mi asombro de que televisión española no la haya emitido en Historia de nuestro cine tras casi siete años de programa). Obtuvo gran éxito en su momento y a pesar de los años, la película mantiene intacto su vigor. Fundamentalmente, porque es una excelente crónica de su época, rica en matices costumbristas y observaciones sociológicas, y porque su historia de amor, al son de la música de Pino Donaggio, desborda verdad por los cuatro costados y se queda con nosotros para siempre.

La película refleja con sensibilidad y lucidez la existencia de unos jóvenes granadinos en la España de mediados de los sesenta, en la que en contra de lo que nos intentan hacer creer, no todo era tan gris ni tan penoso. Es esta una de las grandes virtudes de la película, al ofrecernos su director la realidad de su juventud con honestidad y valentía, sin tendenciosidad alguna. Algún crítico apuntó con buen criterio en su estreno, que con "El último guateque" nacía un nuevo género en el cine español: la comedia nostálgica.

Resulta difícil olvidar los bellos parajes granadinos que sirven de marco a la historia, así como una serie de escenas magníficamente rodadas y significativas. Pese a la escasa hora y media de metraje, uno termina familiarizado y sintiéndose cercano a este grupo de personajes que trascienden los tipos para quedar singularizados, esto es, autentificados, y cuyas experiencias resuenan en nuestro interior.

La película constituye una hermosa evocación nostálgica de un tiempo pasado, difícil e irrecuperable, al que alude el título del filme, pero también supone una reflexión romántica sobre la imposibilidad de materializar el ideal, creativo y amoroso. Como buen romántico, Porto parece intuir que más poderosos aún que los obstáculos externos, son las complejidades internas, que terminan en muchos casos disfrazándose de destino.

Una de las grandes joyas del cine español, sin lugar a dudas, pero para disfrutarla y vivirla sin prejuicios ni complejos, directamente con el corazón, pues fue desde allí desde donde fue creada.