Cuatro mujeres, que tienen a sus maridos combatiendo en la Segunda Guerra Mundial, se ponen de acuerdo para vivir en una misma vivienda y compartir así no sólo los gastos de manutención sino también los sufrimientos de la espera. Inexplicablemente por esta película tanto Edward Dmytryk como Dalton Trumbo fueron llevados ante el Comité de Actividades Antiamericanas por propaganda comunista, haciendo referencia al régimen comunal que han decidido llevar las mujeres. Cualquiera que vea la película con mirada objetiva y exenta de cretinez se dará cuenta enseguida de que la intención de la película es muy distinta de la que el Comité ha visto. Se trata de un canto edulcorado y bastante ñoño a la valiente mujer americana que se ha quedado con la pata quebrada en casa esperando noticias de su heroico esposo que lucha en el frente a la mayor gloria del pueblo americano. Un producto muy “made in Hollywood” y muy impropio de Dmytryk y de Trumbo. Salvemos a Ginger Rogers.

Polonia años 1960. Un estudiante acaba de terminar su carrera de medicina y comenta con sus amigos y familiares que al día siguiente va a casarse. El problema es que no sabe con quién. Inicia un recorrido por una Varsovia fantasmal en busca de pareja y conoce a una conductora de tranvías, atractiva y desconcertante, de la que (al menos aparentemente) se enamora y juntos continuarán la noche loca como desahogo de una vida encasillada. Skolimowski utilizó un lenguaje críptico y surrealista para hacer una acerva crítica de un estado de cosas irrespirable en la Polonia de la época, quizás como único medio de superar la censura. Algún personaje de la película nos puede dar la clave cuando dice: “En nuestra generación cínica y sin ideales aun queda un lugar para arrebatos románticos.” Arrebatos románticos como antídoto a la depresión y a la falta de identidad. Skolimowski nos regala un viaje por la Polonia sometida al poder soviético con una visión onírica en la que por momentos no sabemos si lo que sucede es real o es producto de una pesadilla.

Alí y Leo tienen problemas paralelos aunque de distinto origen y ambos son víctimas del signo de los tiempos: respectivamente, el terrorismo internacional centrado esta vez en la situación inestable de Oriente Medio y el acoso escolar. No importa que los separen muchos años de edad, ambos son víctimas de un mismo destino y se verán impelidos a tomar una decisión sin alternativas satisfactorias. Como si de los personajes de una tragedia clásica griega se tratase, sus vidas se rigen por la fatalidad, corren hacia un final inexorable marcado por el destino. La película está realizada con sencillez, es decir, despojada de todo efectismo, lo que es de agradecer en los tiempos que corren, y tiene, a mi juicio, dos puntos bajos: la huída de Leo perseguido por su madre con el cruce a nado del río incluido, y la escena del hospital cuando Ali se dispone a ejecutar su misión; esta escena es histriónica y encaja mal con el resto de la película.

Prometía más. El magnífico arranque de la historia hacía presagiar un alegato contra la pena de muerte, pero se trataba de un espejismo. En todo caso era un alegato parcial porque sólo se condenaba la pena de muerte en caso de errores judiciales. Después la deriva argumental termina por convertir la película en un thriller sin ambiciones de otro tipo. Eso sí, la mano maestra de Fritz Lang consigue un trabajo eficaz lleno de intensidad e intriga, aunque con resultados algo previsibles.