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España España · Málaga
Críticas de jmruiz
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
8
11 de noviembre de 2023
80 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Patricia Font se atreve con una temática compleja y dolorosa, con la ambición de abordar dos líneas narrativas cada una de las cuales tiene entidad suficiente para convertirse en una película distinta: el papel de los maestros republicanos que llevaron al aula la innovación educativa en España, y la búsqueda de los restos de tantos represaliados cuyo paradero sigue siendo desconocido.

El perfecto ensamblaje de ambas tramas convierte a “El maestro que prometió el mar” en una película necesaria, que no se parece a la maravillosa “La lengua de las mariposas” más que en el contexto y en la presencia de un inolvidable maestro; ni a “Madres paralelas” que reivindica la memoria histórica española de manera mucho más forzada con dos tramas que en lugar de estar conectadas parecen superpuestas. Por citar solo dos ejemplos de obras de ficción que me vienen a la cabeza. Documentales sobre esta época en la misma provincia como "Desde que el mundo es mundo" ofrecen una perspectiva muy distinta.

La película deja en el espectador una carga de emoción abrumadora que siembra el silencio en la sala hasta que terminan los últimos títulos de crédito y el negro rotundo apaga completamente la pantalla; nos cuesta volver al presente. La esperanza truncada por tantos asesinatos nos lleva a soñar con la evolución de nuestro país sin tantos años de dictadura, y con tantos maestros como Antonio Benaiges, que podrían haber sido una potente palanca de transformación de la sociedad española.

Los mecanismos de identificación con los personajes de los guiones cinematográficos que habitualmente nos permiten encontrar un protagonista claro aquí se dividen entre la joven que ayuda a su abuelo a encontrar los restos de su padre, y el maestro asesinado. En cualquier caso hay un valor simbólico claro en ambos personajes, que funcionan como arquetipos, y en su peripecia. Matar a un maestro que se entrega a su alumnado, que se preocupa por su futuro, que les hace pensar, soñar, expresar sus ideas e imprimirlas en sus propios cuadernos, que les invita a creer en la libertad, que se enfrenta al cura para apartar la Iglesia de la escuela pública, que utiliza métodos innovadores … significa matar un modelo social, una forma de convivencia, una manera de vivir. En la película Antonio Benaiges representa a todo un colectivo de docentes que llegaron a jugarse la vida por los principios de la Segunda República; así como Ariadna representa a una generación que necesita encontrar respuestas a las preguntas sobre sus orígenes y que considera un derecho intentar recuperar los restos de sus antepasados.

Aunque su puesta en escena es sobria y su estilo narrativo se atiene a las convenciones del género Patricia Font cuenta mucho en muy poco tiempo. A base de símbolos, metáforas y pinceladas de guión que se retoman más adelante cobrando todo su significado, consigue concentrar gran cantidad de elementos en su película: la ausencia de un crucifijo en el aula del que queda un cerco en la pared, la llegada al mar como promesa de futuro (cómo no recordar a Antoine Doinel en el final de los Cuatrocientos golpes), la intervención del Inspector como estrategia represora ineficaz (con actitudes similares al de Hoy empieza todo), … Hay mucho que pensar después de ver esta película.

Enric Auquer dota de una gran autenticidad el relato cada vez que aparece en pantalla, componiendo una actuación muy emotiva con la que encarna un ideal de docente, un modelo de compromiso con nuestra profesión, capaz de despertar en su alumnado esa luz interior que los docentes intentamos encender; o deberíamos. De su magisterio ejemplar destacaría el momento en el que convence a su alumno menos aplicado de la utilidad de aprender a escribir porque así podrá contarle a su padre, al que añora, que quiere saber de él. Dotar de sentido el aprendizaje es la estrategia más potente para motivar al alumnado; solo así se entiende cómo acaba la secuencia en la que llega el Inspector al colegio con la intención de demostrar la ineficacia de los métodos empleados por Benaigues. También son muy destacables sus profundas convicciones pedagógicas y su paciencia a la hora de explicar a la familia su manera de proceder. El impacto que consigue producir en su entorno se evidencia con las autorizaciones que reúne para una salida extraescolar que ofrece a su alumnado; consigue que las familias crean en su trabajo.

La película evidencia de forma natural la dimensión política que hay en la acción docente, en la labor de tantas maestras y maestros. Es imposible inculcar la defensa de los Derechos Humanos, el rechazo de la injusticia y de la desigualdad, el respeto a la ley democrática, desde la neutralidad ideológica. La escuela en una democracia es necesariamente progresista y debe combatir activamente cualquier forma de intolerancia y de violencia. También hoy día. Por otra parte, los funcionarios/as públicos deben asumir el compromiso de hacer respetar la legalidad vigente, los principios de la República, frente a los intentos de injerencia de los poderes fácticos.

Y no por obvio es menos meritorio: trabajar con tantas niñas y niños en una película es un enorme reto, y el resultado es muy creíble. Sentimos que esta podría ser la escuela de Bañuelos de Bureba en 1936.
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jmruiz
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9
8 de octubre de 2023
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Monstruo es exigente con el espectador; hay que mantener un alto nivel de concentración para procesar la riqueza de sus matices, sus imágenes, sus diálogos y la música de Sakamoto, su última obra. Y a la vez recomponer la presentación fragmentada de una historia que tiene múltiples perspectivas; de hecho no todos los espectadores haremos la misma reconstrucción. Mientras veo Monstruo resuena en mi cabeza la frase de Ortega “Cada vida es un punto de vista sobre el universo”. Es muy probable incluso que la próxima vez que la vea -esta película pide varios visionados- las piezas me encajen de otra manera. Monstruo bien podría subtitularse “La doctrina del punto de vista”.

La temática de la tragedia escolar y social que trata nos enseña que la vida interior de la infancia y la juventud es compleja, y demasiadas veces inescrutable. No es fácil descubrir lo que ocurre en el universo emocional de una persona en construcción que sufre, que vive el dolor intensamente. Me vienen a la memoria las declaraciones carentes de sensibilidad de algunas autoridades tras el reciente drama en el instituto de Jerez, principalmente preocupadas por si estaba abierto un protocolo de acoso en el centro. La falta de humanidad con la que convivimos a diario es el expediente que hemos de cerrar urgentemente; y ello exige tiempo de escucha, tiempo para el afecto, tiempo para que el alumnado, el profesorado y las familias sientan que sus emociones importan. Es decir, más recursos humanos. Si usted participa en la elaboración de los próximos presupuestos de alguna comunidad autónoma le ruego que vea Monstruo, o cualquiera de las muchas películas de Kore-eda que hablan de la familia y de la infancia.
Cuando ocurre una desgracia esa inhumanidad impregna también las relaciones laborales y profesionales. Y el “sálvese quien pueda” hace el resto. Buscar culpables es entonces la prioridad; y la necesidad urgente de dar explicaciones en público para evidenciar que todo está bajo control siempre juega en contra de los más débiles. Somos especialistas en linchamientos cargados de razón y de injusticia, que algunas veces la investigación periodística desenmascara algún tiempo más tarde.

El guión milimétrico de Yuji Sakamoto administra datos y emociones de forma calculada, intrigante, jugando con el espectador, llevándolo al mismo terreno con ángulos distintos, y especulando con el suicido en alguna ocasión. Y mientras tanto la película va ganando intensidad, nos va mostrando una complejidad creciente y va profundizando en la humanidad de sus personajes: las maneras de enfrentarse al rechazo de los demás, los prejuicios que afrontamos desde pequeños, la capacidad para construir nuestro propio mundo en el que refugiarnos, el sufrimiento infinito que provoca el dolor de tu hijo, el terror a su pérdida, la amistad reconfortante, los miedos con los que conviven los adultos, la supervivencia a la que nos obliga el abandono, la alegría de la infancia, la falta de afecto, la soledad.

Koreeda tiene un pulso especial para dotar de lirismo las imágenes; una de las cumbres en Monstruo se alcanza cuando dos personajes se enfrentan al enorme dolor que produce la verdad algunas veces, que nos lleva a escondernos en el engaño para poder sobrevivir; y cómo este amparo no nos deja vivir en paz. La escena remite a aquel secreto que Won Kar-Wai hace contar al personaje de Deseando amar en una rendija en la piedra de un monasterio budista; esta vez es la música la que redime a dos de los protagonistas.
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jmruiz
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9
23 de julio de 2023
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la excusa argumental de contar la biografía de R. Oppenheimer Christopher Nolan aborda un proceso histórico complejo -el desarrollo científico de la energía nuclear al servicio de fines militares- con recursos que van más allá del evidente interés de la temática, y con el toque de autor que destila todo su cine.
Las múltiples facetas de dicho proceso (científica, política, militar, ideológica, histórica, …) exigen una variedad de hilos narrativos y perspectivas, que se conectan y se superponen con maestría en todo momento, dotando de sentido cada situación y cada vertiente de un problema que cambió definitivamente el futuro de la humanidad. Poner la autodestrucción en manos de responsables políticos nos sitúa ante un precipicio que ha sido a partir de ese momento moneda de cambio en numerosas negociaciones y decisiones. La guerra de Ucrania solo es el último episodio de una larga serie.
Por suerte, el prestigio de Nolan le permite estrenar una película con la duración que exige el abordaje de este tema: tres horas llenas de debate científico, dilemas morales, ambiciones, luchas de poder, venganzas y linchamientos, intensidad emocional, sexo, es decir, la materia de la que están hechas las grandes obras del cine y la literatura.
A pesar de que la acción se desarrolla durante buena parte del metraje en espacios interiores, sin la acción física a la que nos tiene acostumbrados Nolan, los largos interrogatorios, discusiones científicas, estratagemas, mantienen un ritmo fluido e intenso. Intercalar la emoción del resultado de la prueba nuclear, de las conclusiones sobre la elección de Strauss para el gobierno, o del abatimiento por el resultado del lanzamiento de las dos primeras bombas atómicas sobre Japón, añaden mucha fuerza emocional a una narración sin efectismo ni artificios visuales. Los saltos temporales, perfectamente entrelazados, también resultan muy eficaces en este sentido.

Pero si hay algo que debe sobresalir en una película protagonizada por científicos son los argumentos, las teorías, el debate. Los diálogos son magnéticos por momentos y queda retratada perfectamente la capacidad para penetrar en la realidad viendo una complejidad física que los legos en la materia no podemos atisbar siquiera. Al mismo tiempo vemos cómo la brillantez intelectual es compatible con las dudas éticas, con la falta de altura moral en algunos casos, o con la pura y simple cobardía en otros. La supervivencia es el instinto más potente del ser humano.
La excelente factura visual, marca de la casa, es otro de los lujos que nos brinda Oppenheimer, que dispone de los presupuestos que Hollywood destina a las grandes producciones de la temporada.
Resulta chocante el papel tan irrelevante de las mujeres en el proceso que nos cuenta Nolan y como espectador asumo que corresponde al retrato histórico de una época sin científicas reconocidas, ni políticas reconocidas, ni militares reconocidas ..., de la que solo hace ochenta años.
En cuanto al contexto ideológico, la proscripción del comunismo dentro de una democracia, la norteamericana, nos hace preguntarnos cómo es posible relegar a la clandestinidad a personas que defienden sus ideas de forma civilizada, y que apelan a derechos fundamentales. La exigencia de renunciar a sus convicciones ideológicas para no perder el respeto de la comunidad científica y social abre la puerta a formas de linchamiento, que todavía hoy siguen vigentes.
Las referencias a la Segunda República Española añaden un interés particular a quienes tengan una mínima sensibilidad histórica y democrática, especialmente en tiempos en los que hay tanto que reconstruir, que recuperar; especialmente si somos españoles.
Por último, una mención a la profundidad de unos personajes y al excelente reparto, en el que junto a Murphy sobresale la interpretación de Robert Downey Jr., muy bien acompañados por Matt Damon, y Emily Blunt. Cillian Murphy despliega una amplia variedad de registros que van agrietando esa capa de frialdad racional con la que Nolan nos presenta al protagonista al comenzar la película. Está muy bien trazada su evolución hasta convertirse en un líder que trasciende el ámbito científico, que aspira a influir en las decisiones políticas relacionadas con la energía nuclear ante el temor creciente a las consecuencias de su uso, y cuya influencia es percibida como un peligro por sectores de una administración estadounidense cada vez más contaminada por la intolerancia del macarthysmo.
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jmruiz
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9
5 de enero de 2023
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es de esas pelis que exige cooperación por parte del espectador, en la que hemos entrar en el juego que propone el director para disfrutar de ella, si nos apetece. A mí me interesó la propuesta de Albert Serra.
Personalmente me atrae la capacidad para crear un universo en el encajan perfectamente una atmósfera decadente, la indolencia de unos personajes sensuales y calculadores, la turbiedad de la vida nocturna -ese almirante embriagado de colonialismo, sacando a bailar a sus fornidos marineros con movimientos que ni el mismísimo Georgie Dann merece un comentario por separado-, la intriga que subyace a una narración que se recrea en las situaciones que presenta -una más logradas que otras-, las reflexiones entre irónicas, delirantes y patéticas que salpican las conversaciones, y un tono crepuscular que retrata eficazmente un mundo en declive, sin niños, sin futuro.
El ritmo narrativo es muy poco convencional y la lentitud con la que transcurren las situaciones a mí me sumergen en esta ambientación fuera del tiempo, en las miradas, los gestos, los cuerpos, los múltiples detalles, las palabras -cuando las hay-, el entorno paradisíaco ...
La expresividad plástica me impacta en la tele; espero poder verla en el cine para disfrutar del espectáculo en 35mm.
Destaca la figura del político de carácter municipal, cordial, de buenos modales y mejor atuendo, que aparenta interés por lo que le rodea, ensimismado en su espacio de poder y omnipresente en reuniones, iglesias, hoteles, bôites, espectáculos musicales, haciendas, motos acuáticas, islas del archipiélago, … como tantos alcaldes. El Alto comisionado muestra claramente la vigilancia que exige la conservación de una cuota de poder, en dos direcciones, la metrópoli por un lado, y la población local por otro, haciendo una bisagra que chirría por momentos.
La pregunta que cabe hacerse es con cuántos minutos menos se podría haber conseguido esta obra.
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jmruiz
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9
8 de enero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelvo a verla y después de muchos años me sigue cautivando la sutileza con la que se construyen las relaciones entre estos personajes, con leves gestos, miradas furtivas, apenas palabras, en medio de un ajetreo laboral que parece ocupar completamente las vidas de los lutiers, violinistas, agentes, y entorno de amigos que nos presenta Sautet.
Bajo la capa de formalidad y seriedad propias de músicos de altísimo nivel van creciendo pasiones que pueden comprometer en cualquier momento los modales de profesionales que parecen ajenos a los sentimientos en su búsqueda de la perfección al ejecutar las partituras, o al reparar los instrumentos.
Siento debilidad por la contención de los sentimientos como temática -quizás Breve encuentro, de David Lean, sea el máximo exponente en este sentido-. Aquí Daniel Auteil, Emmanuelle Béart y André Dussollier consiguen rebosar de acción emocional unas secuencias que bordean el precipicio que se abre entre la cordialidad obligada, por momentos difícil, que imponen las convenciones sociales, y unas pasiones que a duras penas pueden reprimir. La belleza irresistible de Emmanuelle Béart lleva al límite de lo verosímil la capacidad del protagonista para contener reacciones más explícitas, que se limitan a miradas con una expresividad que permite entender el desenlace.
El virtuosismo con el que se interpretan las Sonatas y trío para violín, violonchelo y piano también participan del conflicto que nos propone la película, situándonos entre la emoción que provoca la música de Ravel y el duro rigor de la autoexigencia en la ejecución y los ensayos.
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jmruiz
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