La representación funciona como un espejo, nos dice quienes somos, y en el cine siempre me ha fascinado la diluída plataforma que existe entre el mundo que creemos posible con el que realmente existe, como en el preambulo del actor que en un rincón espera su llamado para hacerse aparecer, donde no es nadie para volverse alguien que no es.

Uno de los casos judiciales más escandalosos y sensacionalistas de estados unidos es retomado por Kitty Green con el afán de concederle a distintos actores que audicionan para hacer de un biopic una deconstrucción social del escándalo y la duda más que un ejercicio formal.

Podríamos quedarnos ahí, en elogiar la estructura atípica y fuera del molde del filme, sin embargo, es justamente en el lúcido registro del proceso creativo actoral, del vagaje y el empirismo, la memoria y la empatía donde surgen los verdaderos discursos de este hermoso caos de diálogos internos exteriorizados, amanerados para un fin por encima narrativo, pero profundamente universal. Podemos ver la reconstrucción de una verdad que jamás podrá ser sabida desde el espectro metafórico del actor como sospechoso, como mentiroso, pero también como víctima, como martir, todas las posibilidades son abordadas con rostros distintos y tonos contaminados (así como la escena del crimen real) por el punto de vista.

Entonces, esta película no habla sobre la verdad, no es un documental, pero tampoco es una ficción, posibilidades hay tantas como puede concebir la sociedad, pero sobre todo, subraya la importancia de la subjetividad ante el abismo de la duda.

Este nuevo documental de Netflix es un brillante recordatorio de que el cine aún no ha muerto en su forma, de que los límites filosóficos entre la ficción y la realidad son estrechos pero no definitivos, José Gorostiza decía que “no es agua ni arena la orilla del mar”, pues así la representación, no es documental ni ficción la naturaleza del cine. Está siempre en una orilla.

En las artes está presente como una influencia a veces inconsciente, el formalismo, la idea de que el contenido por sí mismo no tiene mayor impacto, sino que la construcción de la forma es lo que da sentido a la totalidad de la obra, es la forma versus el fondo, que en este caso viene a ser la forma como fondo en sí mismo.
Podemos decir en palabras simples que no importa en el cine lo que se está contando, sino cómo se cuenta. Crimson Peak es un ejemplo de esto. Guillermo del Toro, reconocido obsesivo-detallista y observador, siempre con su libreta de apuntes, ejercita siempre con sus películas esta idea, pues la minuciosa terquedad de estilizar el lugar común es un pretexto que hace contrapeso que revela las verdaderas intenciones del autor para hacer cine, la urgencia por depurar su imaginario. En las películas de del Toro son importantes los props, son imperdibles los vestuarios y necesarios los fantasmas de color rojo. Algunos cinéfilos gozaran de identificar las referencias a las películas giallo, otros verán con asombro la maravillosa paleta de colores y entenderán que todo es un capricho formal donde en un sueño del director había un hermoso castillo rodeado de nieve color rojo brillante. También habrá espectadores que no sabrán bien a dónde se están metiendo, esperarán sentados la construcción de un guión a la altura de un boleto de sala de cine con firma de director reconocido, los más ingenuos no querrán perderse el susto de moda, pero no pueden estar más equivocados de sala.
Es preciso darle la importancia debida a esta película, pues no es una obra completa, pero sí está inclinada con todo el peso del brazo bueno del autor hacia el abismo de la imaginación.
Guillermo del Toro es un autor de culto que tiene un público muy puntual, el de los frikicosplay, dibujantes de monstruos en servilletas y maquillistas en potencia.

De pronto Black Mirror ha despuntado añadiendose a las filas de Netflix y todos hablan de ella. Qué bueno, pues esta serie la recomiendo en cada oportunidad.
Sin embargo, este capítulo contiene un argumento distópico muy gastado,tocando la realidad virtual muy por debajo de su potencial, no se ha sabido sacar provecho del terror o de los planteamientos filosóficos que supone el umbral entre el mundo real y la imaginación, el mundo de los videojuegos, las emociones o el inconsciente. Parece que todo gira en torno al baúl listo para abrirse y que aparezca un dementor, escandaloso y simplón. Pero viene lo bueno...