'Por trece razones' duele. Duele mucho. Bajo ese maquillaje de drama adolescente se esconde un fuerte mensaje que transmitir a la sociedad, especialmente a los adolescentes y a sus padres.

La trama engancha. Quieres saber más sobre qué le ha pasado a la chica y a la vez no quieres llegar al final porque desde el minuto 1 de la serie ya sabes cuál será.

Su punto más fuerte sin duda es mostrar la realidad tal y como es: desagradable. Evita crear un halo de belleza en torno al suicidio adolescente, evita endulzarlo y lo muestra tan crudo como es. Te revuelve el estómago, te hace llorar y, lo más importante, te hace comprender lo dura que puede llegar a ser la vida desde la perspectiva de un adolescente.

Enseña a comprender que hay cosas que pueden resultar ridículas para un adulto mientras que para los adolescentes son un mundo y les consume por dentro sin que nos demos cuenta. También muestra que puedes tener delante a una persona absolutamente destrozada por dentro y no percatarte de ello, e incluso llegar a colaborar a hacerla sentir peor.

En definitiva, nos recuerda que debemos escucharnos y cuidarnos unos a otros.

Lo admito, los primeros capítulos de la serie son un poco malos. Demasiada trama adolescente: los chicos queriendo hacerse los machitos, las chicas queriendo conquistarlos... Un poco patético para la situación en la que se encuentran. Aún así, el argumento de la trama prometía, por lo que seguí viéndola y en un par de capítulos más... ¡voilà! La serie pasó a ser lo que esperaba de ella. La cosa se pone seria y los jóvenes tienen que buscarse la vida en la tierra. Empiezan los misterios, las dificultades, las revelaciones... y se muestra lo más primitivo del ser humano: la búsqueda de la propia supervivencia.

Con el paso del tiempo los personajes van transformándose y lo harán de forma continua durante toda la serie.

Además, se ve que los guionistas no tienen miedo a la hora de tomar decisiones porque durante media temporada puede parecer que ese personaje que te gusta es esencial y al capítulo siguiente está muerto. También se aleja de ser una serie adolescente por este tipo de guión, ya que no es la típica historia con final feliz. Normalmente, si algo puede salir mal, saldrá mal (y a veces si crees que no puede salir mal, también saldrá mal), lo que construye una serie más realista.

Como añadido, no sé al resto, pero a mí esta serie me hace pensar. Hace que me plantee la psicología humana y el por qué de las guerras, que a veces se empiezan sencillamente para evitar que las empiece el bando contrario y jugar con ventaja. ¿De verdad somos así? ¿Es imposible vivir todas las razas y culturas en paz? Esas son las preguntas que me deja en la mente.

Ah, y otro añadido más, la serie retrata a mujeres fuertes e independientes que están al mando sin que nadie tenga que rescatarlas de nada. Hombres y mujeres son iguales y su orientación sexual es indiferente, se toma como algo completamente natural sin tener que desarrollar una trama que las explique ni nada por el estilo. Esto, en pleno siglo XXI, se agradece.

En definitiva, la recomiendo 100%. No os dejéis llevar por los primeros capítulos y esa apariencia teen, después cambia muchísimo. A mí las series de adolescentes no suelen gustarme desde que dejé de serlo, tampoco las de apocalipsis, y esta me tiene muy, pero que muy enganchada desde la primera temporada.

En la primera apuesta de Netflix por las producciones españolas esperaba ver algo nuevo. Pensaba que se arriesgaría un poco más y se apostaría por algo diferente, aunque fuera por tener detrás al gigante americano. Todo apuntaba a que así sería cuando presentaban la serie como una trama feminista, una historia necesaria. Pero, nada más ver la ambientación, veía cómo se asomaban los fantasmas de las infinitas series históricas españolas. "No es una serie histórica" decían las actrices en la promo. No, no lo es porque son demasiados los anacronismos que contiene, pero se asemeja estrepitósamente a los culebrones históricos de las cuatro de la tarde.

Prometía, sí. Cuando comienza el primer episodio, así como el siguiente, se espera que la trama avance en torno al espionaje y la "revolución" femenina de esas mujeres valientes e independientes que protagonizan la serie. Pero no es así, esas tramas pasan a un segundo plano, quedan varadas en la superficie. Cobran más importancia, mientras tanto, las tramas sentimentales. El "yo te quiero y tú a mí no. ¡Ay pobre de mí!" y el "ahora sí me quieres. ¡Qué fortuna!". Parece que a España aún le da miedo que sus historias (comerciales) tengan como late motiv a las mujeres fuertes y al colectivo LGBT. Hay que ser feminista, pero solo un poco.

Pretende acercarse a un espectador diferente mediante detalles como la música, quizás en un intento de maquillar lo que en realidad es (¿a caso un intento fallido de crear algo innovador que ha quedado en una serie española como tantas?).

Aún así, hay que decir que me quedé a verla hasta el último episodio, sin saber por qué. Puede que se deba a que, aunque sea en pocas cantidades, gusta ver cómo las mujeres luchan por ser libres en una época en la apenas se les llega a considerar personas. O puede que se deba a la inútil esperanza de que la serie dé un vuelco y deje las ñoñerías para los minutos de relleno. También puede deberse a que los culebrones funcionan.

Ahora, solo queda esperar a ver si aprenden de sus errores en la segunda temporada o si, por el contrario, pasará a emitirse en TVE en horario de sobremesa.