Tenía muchas, muchas ganas de ver la película. Prometía.
Y no es que me haya decepcionado categóricamente, sólo que hay varios fallos garrafales que nublan casi por completo los posibles logros de la película. Y hablo de fallos que se arreglan con una labor de búsqueda de dos segundos en la Wikipedia, señores. De no saber con quién estaba casada Gala cuando conoció a Dalí. De ignorar otros poetas andaluces de la época que indudablemente llegaron a oídos de Buñuel y de Dalí en Madrid. De algunos errores de pronunciación de los actores ingleses que denotaban poca práctica del español, o poco interés por parte del director en que lo practicaran. Y eso, más bien, por no decir que desde un principio esta película tenía que haber sido enteramente española.
Y aparte de esto, de mezclar de una forma burda y, bajo mi punto de vista, perezosa, el uso del inglés y el español. En un par de ocasiones tuve que reprimir la carcajada, a lo cual siguió la indignación. Aparte de que Lorca tiene tanto acento andaluz como un vasco.

Sin embargo, tengo que aprobar la película porque la historia del poeta y el pintor, aunque tampoco se profundice mucho en ella, es fascinante, por una buena fotografía, por un desarrollo interesante y porque la interpretación de los actores es bastante correcta. La de Pattinson es alocada, amable y vulnerable en ocasiones (como las cartas reales de Dalí demostraron que se mostraba hacia Lorca), entusiasta, extrema, risible, como tenía que ser, y yo por lo menos me olvidé de Edward Cullen mientras veía la cinta. Beltrán también hace un trabajo notable, aunque en ciertos momentos peca de inexpresivo, pero se mete en el personaje y consigue inspirar una gran empatía. No estoy tan metida en el universo de Buñuel, así que no puedo opinar en comparación con la persona real, pero también me parece interesante.

En resumen, da rabia que tenga fallos tan de parvulario cuando con un poquito más de interés y algo más de exploración de los personajes se podría haber hecho un peliculón. Lea a Ian Gibson, por favor, señor Morrison.

Esta película es un despropósito total. Al principio le ves su aquél poético a esa especie de vagabundo paranoico y solitario que hace Gus Van Sant de Kurt, ups, digo, de Blake, incluso disfrutas esas simples escenas eternas donde básicamente se le sigue vaya a donde vaya y haga lo que haga. Lo que ocurre es que llega un momento que el cuerpo se cansa de ver todo el rato lo mismo. Y tras el aburrimiento, llega el humor negro, para intentar sacarle algo de jugo al rato que estás desperdiciando. Yo no pude evitar descojonarme en algunos momentos.

El único atractivo que tiene esta película es Michael Pitt, que es un actor brutal. De resto, el tedio y el absurdo disfrazados de cotidianeidad pre-suicidio están asegurados.