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Críticas de Héctor Muniente
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
9
8 de noviembre de 2007
70 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Yo me posiciono con los carabinieri que es la clase obrera”. Aquellas declaraciones de Passolini durante Mayo del 68 son la clave que encierra esta película. En apariencia confusas, Passolini
sólo reaccionaba contra aquellos universitarios pijos gauchistas parisinos que dejaron de lado al proletariado en su particular revolución. Godard años más tarde, con el resquemor de la Europa vencida y arrodillada al establishment americano realiza la primera de sus
películas más desencantadas y derrotistas pero estimulante y reflexiva.

Es 1972, la fiebre sesentayochista está en horas bajas, el realismo bolchevique es demasiado amargo para la discreta burguesía francesa. Con Sartre y Althusser en fuera de juego el Partido Comunista francés se desangra, Brezhnev se acerca a los americanos, el timo del eurocomunismo democrático aún encandila a algunos izquierdistas aunque Godard ya parece haberle dado la vuelta. Todo va bien está muy lejos de la militante y guerrera La Chinoise y suena a marcha fúnebre del rito funerario de la lucha de clases.

La película golpea en el primer plano con los cheques de su propia producción, los mecanismos internos de la película se mezclan con los externos. Todo huele a Bertold Brecht, el Brecht distante, aviso para navegantes esto vale dinero, es una película, no os lo tomeis del todo en serio y sustituir sentimentalismo por reflexión. Godard abandona los moldes narrativos tradicionales para acercarse a lo que posteriormente se denominaría cine-ensayo. Sigue Brecht. Trufado de sonidos extradiegéticos, intertítulos, entrevistas con los trabajadores mirando a cámara y sus posiciones respecto al tema, puestas en escena artificiosas, repetición de acciones en planos consecutivos en un montaje claramente deliberado. El decorado, la fábrica, es mostrado con uno de los tres calculados travellings que tiene la película. No abusamos cuando decimos que Godard ya lo hizo antes, la innovación y el desparpajo que se muestra en sus películas deja en pañales a pseudotalentos videocliperos y postmodernos (Aranofsky, Gondry o Iñarritu) que pululan por el panorama actual. La clave nos la da el mismo Godard en la película cuando dice que “hay que hallar nuevas formas para un contenido nuevo”.

El travelling inicial de la fábrica (donde se producen los bienes de consumo) tiene su reverso en el travelling del supermercado (donde se compran los bienes de consumo), el final de la cadena de producción. La película y toda la frustración de Godard vuelve a aparecer en escena. Los niñatos se divierten robando en el supermercado al modo situacionista mientras un miembro del partido comunista continúa con su prédica que nadie advierte.

Algún día tendremos que preguntarle y preguntarnos donde perdió el mito positivo el cine Europeo y en concreto su cine. Al contrario del cine de Hollywood que aún lo conserva y que ha servido y sirve de alimento para el espíritu victorioso de su Imperio realmente existente.
Héctor Muniente
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8
5 de febrero de 2010
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno compra una tableta de determinada marca de chocolate y no advierte la estrategia mercantil de la empresa de turno. Mes a mes o incluso semana a semana le van sustrayendo un poco del porcentaje de cacao, de tal manera que uno no advierte el cambio. Sólo aquellos que la compran de ciento en viento se percatan de que el sabor es diferente y menos intenso. Eso precisamente les sucede a los protagonistas de Old Joy, cuando se reencuentran ya sólo les queda la nostalgia del sabor de antes, nada vuelve a saber igual.

Kurt, cuarentón, hippie barbudo de Oregón que habita en los arrabales, a medio camino entre la ciudad y el bosque. Mark, un chico normalito de adosado, casado y a punto de tener otro hijo. Kurt llama a Mark después de tiempo sin verse para realizar una excursión a un manantial de aguas termales. El viaje es la excusa de ambos para reencontrarse y tratar de recuperar la idílica amistad juvenil, los sueños y fracasos de su generación, que es la generación hippie americana de los ochenta. No en vano la película transcurre en Oregón, bastión americano del progresismo, antiguamente atestado de hippies y anarquistas de diferente pelaje. No aleatoriamente mientras viajan en el coche escuchan debates políticos de izquierdistas que arremeten contra la política americana.

Se nota que Kelly Reichardt, la directora, está emparentada de alguna manera con el cine de Todd Haynes. Me recuerda Old Joy a la magnífica Safe protagonizada por Juliane Moore. Pertenece a ese género de películas en las que no sucede nada en apariencia, una sucesión de escenas de dos maduritos domingueros viajando por Oregón, hablando de sus cosas y callándolas también.

Aliada la directora con dos actores espléndidos, bravo por el casting, comprendemos perfectamente a través de ellos, y del viaje que realizan, los intentos siempre frustrados de Kurt por acercarse a Mark , el recuerdo del pasado como punto en común y único leitmotiv de su relación actual. La música de YolaTengo es la perfecta banda sonora de su relación.

Reconozco que este tipo de películas no suelen ser santo de mi devoción, tengo algunos prejuicios acerca del cine más contemplativo. No sé cuando una película es una maravilla o cuando me están tomando el pelo, si soy un insensible por aburrirme y debería callar mis comentarios a riesgo de parecer torpe. Recuerdo algunas reprobaciones por sacudir a Gus Van Sant, por formalista. La cuestión es que a veces logro introducirme en la película y la mayoría me quedo fuera esperando a que termine entre bostezos. No pude aburrirme esta vez.
Héctor Muniente
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7
12 de diciembre de 2007
16 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Cuando hay mucha gente en la habitación nadie quiere hablar de amor” dice Nacho Vegas en una de sus canciones. Exactamente eso es lo que ocurre con los espectadores actuales de los melodramas clásicos. El melodrama es un género tan exagerado, tan radicalmente exacerbado en sus planteamientos formales y de contenido que provoca risas vergonzantes y avergonzadas entre el público. En Sólo el cielo lo sabe un espectador actual tiene que lidiar contra las
fórmulas de los cincuenta que enfatizan todas las acciones. La música puntualiza los estados de ánimo, los diálogos son grandilocuentes y prototípicos, los colores saturados, los personajes son clichés andantes (la amiga comprensiva, la chismosa, el hijo emprendedor, la hija estudiosa). . Financiado por los estudios de Hollywood, Douglas Syrk es uno de los pocos directores que traza sus propios proyectos en la conservadora industria yanqui de la época, digno de elogio a priori.

Rock Hudson está pletóricamente acartonado (y esta vez no como defecto),macho vigoroso convertido a buda de las montañas. La mejor escena de la película sin discusión: cuando el hijo le regala a la madre una televisión para que olvide a Rock Hudson, ¡qué mujer podría olvidar a Hudson con un televisor! La recién introducida televisión en la América de los cincuenta sirve para consolar y entretener a desvencijadas viudas.

Hoy todos nos llenamos la boca con nuestras supuestas mentes abiertas y preclaras aunque en realidad la situación no ha variado un ápice. Los jardineros se han transformado en inmigrantes ilegales (negros, amarillos o sudamericanos) y la burguesía ya no acude a fiestas de traje, vestido de noche, bigote y puro sino que lleva los pantalones desgastados, faldas abullonadas, barba de tres días y cocaína (vease al mejor Easton Ellis). Las clases sociales hoy sobreviven y los ricos siguen casándose entre ellos. Ahí es donde reside el pilar fundamental por el que ataco el conservadurismo inherente del film: su pretendida e ilusoria unión idealista de la humanidad a través del amor puro, del amor que rompe barreras para sí, no para los demás. Desde nuestro punto de vista marxista discutible cuanto menos sería la estrategia de Hollywood, si arriesgada y suicida o interesadamente liberal. Se han producido no pocas películas de esta temática desde entonces (Pretty Woman mismamente). Un ejemplo más claro fuera de este ámbito: Nike protagonista de multitud de campañas contra el racismo. ¿Acaso no le interesa a Nike poder importar mano de obra inmigrante negra que trabaje por dos chavos, asfixiando a la clase obrera y así reducir los costos de la producción de sus prendas?¿Podría ser que la revolución constante de las fuerzas productivas en el capitalismo produzca interesadamente películas como Sólo el cielo lo sabe en su propio beneficio?
Héctor Muniente
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