Acabo de terminar esta serie y tengo pena, já... ¡es cierto! pues aunque parezca tonto o mamón-culiao, me encariñé con los personajes, con cada una de sus historias, aventuras, tonteras de viejos pero que siempre mantenían el eslogan forever young estampados en el pecho.

A medida que fue avanzando la historia de a poco sentí un cariño especial por cada personaje, desde el primer capítulo quedé enganchado a este grupo de "raros" que hacían lo que querían cuando querían.

Me encantó la evolución de los personajes, la manera de abordar la historia y ese continuo aire de libertad y broma que la rodeaba, a pesar de los dramas que suscitaban en ciertos capítulos. Me quedo con un buen sabor de boca, pues a pesar de los aires bohemios y de no-me-importa-nada de la historia se tocan temas tan fuertes como lo son las drogas, las relaciones padres-hijos y los riesgos del descontrol nocturno, pero como escribí anteriormente, la serie no te deja soltar un llanto triste ante escenas-para-que-la-gente-semocione, pues de inmediato te pone una broma o algo por el estilo. O si no fíjense en (el icónico) Alexander.

Esta es una buena serie, filmada correctamente con personajes que no sobreactuan, viven la historia. Una historia con una banda sonora y ambientes que le dan el toque ideal.

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La juventud homosexual abandonada por la sociedad y el Estado, quien, sin importar que de seres vivientes se trata, les tilda de basuras destinadas a la muerte; muerte que se produce por la guerra biológica del sida, como diría una de las protagonistas. Resulta melancólica, triste y desoladora la realidad de estos individuos que a su suerte, persiguen sueños que se van moldeando según el vertiginoso ritmo de Los Angeles.