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Críticas de Fernando Martin
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
7
25 de enero de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya tantos años, décadas, que había visto “More”, que tendría que remontarme a mi adolescencia, más concretamente a una tarde de domingo y aquellos programas dobles en el tristemente desaparecido “Cinestudio Griffith”. La propuesta, “More” (1969) y “El Valle” (1972) ambas dirigidas por el realizador franco-suizo Barbet Schroeder, con música de Pink Floyd y fotografiadas por Néstor Almendros.
La reciente edición en dvd me ha dado la oportunidad de reencontrarme con “More”. En su ópera prima Schroeder nos ofrece un viaje sin retorno, en el que sus dos protagonistas Stefan y Estelle simbolizan esa generación post mayo del 68, ávida de búsquedas y envuelta en el laberinto de la drogadicción. La isla de Ibiza, icono por excelencia del universo hippy ejerce de cielo e infierno para la pareja, es luz cegadora que como a los jóvenes adoradores de Calcuta, cegará, marchitará y matará. Luz y oscuridad. Especialmente para la existencia de Stefan cuya escapada no tendrá restitución, como bien simboliza Schroeder en ese túnel oscuro que aparece dos veces en el film, la segunda de forma determinante.
El alemán Klaus Grünberg, de posterior carrera irrelevante, y la norteamericana Mimsy Farmer, poco después convertida en heroína del “giallo” italiano tras trabajar con varios de sus nombres fundamentales (Argento, Barilli, Crispino, Fulci) componen de forma creíble el duo protagonista a pesar de sus limitaciones. No tanto protagonismo como algunos quisieran, adquiere la banda sonora del mítico grupo británico Pink Floyd. De forma acertada su “score” está cuando tiene que estar, sin resultar fastidiosamente omnipresente. Mágico como el entrevisto islote Es Vedrà, es el trabajo de Néstor Almendros cuya fotografía recoge toda la luminosidad y el color del paisaje ibicenco. Menos afortunado es el guión, obra del propio Barbet Schroeder en colaboración con Paul Gégauff, que reitera situaciones y tan sólo esboza algunos personajes secundarios, utilizando un hilo narrativo que sorprende a algunos por su final, y que ya había sido utilizado en otros films como “El Crepúsculo De Los Dioses” (Billy Wilder, 1950) e incluso musicalmente por Joan Manuel Serrat en su tema “Pueblo blanco”.
Para muchos, “More” puede ser un trabajo de contenido superado, para mi no. Es un fresco generacional realizado en el momento en que esa forma de vida e inquietudes, estaba en su máximo esplendor. No hay falsa reconstrucción. La droga y la contracultura fueron de la mano en esa indagación de experiencias, hoy en día un tanto olvidadas, y de las que solo sobreviven los alucinógenos en su exclusiva faceta de puro vicio.


Fernando Martin
Fernando Martin
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3
12 de mayo de 2016
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata "Lobos Sucios" de un film gris y olvidable, obra de un director primerizo poco dotado. Aglutina muchos de los defectos del cine actual, como el insoportable vicio de la cámara en mano hasta para tomar un simple plano general de un paisaje; planificación horrorosa, mal gusto visual, estética publicitaria y una historia con la guerra civil como trasfondo que ya huele por saturación y que inicia muchos temas y no desarrolla ninguno. Tan solo se salvan las interpretaciones de sus dos actrices protagonistas, unas excelentes Marian Álvarez y Manuela Vallés. De irrisorio calificaría a ese oficial nazi, mera imitación de las formas interpretativas de Liam Neeson, aburrido y mediocre de por si. En resumen, un trabajo superfluo, plano y sin pulso cinematográfico que no llega tan siquiera a irritar, porque no es nada.
Fernando Martin
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3
3 de mayo de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
15 minutos se sostiene esta vergonzosa variación de la obra maestra de George Franju "Ojos sin rostro" (1960) tratada también por Jesús Franco en "Gritos en la noche" (1962) y por el tándem Isidoro M. Ferry/William Hole, Jr. en "La cara del terror" (1962). A partir de que el personaje interpretado por Marisa Paredes no reconoce a su propio hijo ni por el físico, ni por la voz, sino por el culo, entramos en el "universo almodovariano" consistente en una sucesión de situaciones grotescas, diálogos que parecen escritos con los pies, estética de fotonovela e impostadas excusas para filmar nalgas al aire.
Mal interpretada a excepción de Elena Anaya y Jan Cornet; Antonio Banderas confunde maldad con inexpresividad y Marisa Paredes da vida a un personaje que apenas aporta nada en la historia. Una divagación enfermiza por lugares comunes del autor de "Satanasa", que debería estar destinada a proyección "golfa del Rock-Ola" y no a convertir nuestras pantallas cinematográficas en estercoleros. Un producto solo apto para convencidos y adoctrinados.


Fernando Martín
Fernando Martin
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7
16 de mayo de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las corrientes que caracterizó el cine fantaterrorífico de los años 70 fue la originada por el “horror ecológico”, que intentaba retornar al espíritu de los “monster-movies” de los años 50 y que tenía el reciente éxito de “Tiburón” (Steven Spielberg, 1975) como modelo a imitar.
Coetánea de films como “El Alimento De Los Dioses” (Bert I. Gordon, 1976) “Grizzly” (William Girdler, 1976) o “Tarántula” (John “Bud” Cardos, 1977) “Alas En La Noche” (Nightwing, 1979) está basada en una novela de Martin Cruz Smith, autor entre otras, de “Canto por un gitano”, “Gorky Park” o “Tiempo de lobos”; y partícipe del guión que adapta la obra que nos ocupa. Moviéndose dentro de los márgenes de la serie B y bajo la apariencia de cine de género, nos encontramos con una propuesta alegórica en la que el pueblo Mascai con Duran (Nick Mancuso) a la cabeza, simboliza naturaleza en estado puro y respeto por sus antepasados; mientras que Chee (Steven Macht) como indio acólito del hombre blanco y su tecnología, la impureza y la codicia. Planeando sobre este concepto base están los binomios tradición/progreso y superstición/religión, siendo los murciélagos vampiros el brazo ejecutor de la venganza de la naturaleza que Abner (George Clutesi) el místico hechicero indio conjuró de forma apocalíptica.
El principal problema de la cinta recae en la realización del canadiense Arthur Hiller. Nacido en Edmonton, Alberta y formado en el mundo televisivo (“Perry Mason”, “Gunsmoke”, “Alfred Hitchcock Presents”) había alcanzado un gran éxito de público con ese caramelo adolescente titulado “Love Story” (1970) con Ali MacGraw y Ryan O´Neal como pareja protagonista. Artesano sólido y eficaz, Hiller, no dominaba el horror, algo que se nota principalmente en las secuencias de los sedientos mamíferos alados a las que no dota de la atmósfera y tensión que un especialista del género sabe otorgar. Narrada con buen pulso y serenidad, destaca en la dirección de actores, manejando un buen reparto en el que sobresale el gran David Warner que incorpora al biólogo Philip Payne, una especie de Van Helsing obsesionado con acabar con los murciélagos vampiros. Efectiva banda sonora del maestro Henry Mancini, un tanto alejada de sus registros habituales; y efectos especiales artesanales de la época a cargo del italiano Carlo Rambaldi (“Rojo Oscuro”, “King Kong”, “Alien”, “E.T.”, “Dune”) muy preferibles a los feístas excesos infográficos actuales.
En resumen, mística india, creencias aborígenes y castigo de la naturaleza en un film injustamente menospreciado en su momento y que precisa ser reivindicado urgentemente en su justa medida.
Fernando Martin
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4
1 de mayo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La filmografía del canadiense Ivan Reitman (1946-2022) está jalonada por sus trabajos como director y productor, más interesantes en esta segunda faceta (recordemos que produjo algunos de los primeros films de David Cronenberg, John Landis e incluso la novedosa animación “Heavy Metal”) que en la primera de pobre y anodino resultado (éxitos coyunturales como “Los Cazafantasmas” pasando por trabajos convencionales “Peligrosamente juntos”, para terminar con comedias como “Los gemelos golpean dos veces”, “Junior”, al servicio del lucimiento de Arnold Schwarzeneger, que no es precisamente mi actor favorito).
“Mujeres caníbales” (1973) supuso su segundo largometraje; una modesta serie B con ciertas dosis de gore, erotismo y comedia. Posee un estilo amateur de torpe narrativa, donde impostadas secuencias excesivamente alargadas no aportan nada a la historia. Farnhamville un siniestro y nevado rincón perdido, alberga un reverendo satanista (parodia del tristemente célebre Charles Manson) y tres chicas caníbales que parecen vampiras salidas de una película de Jean Rollin y futuro germen de la icónica “Las hijas de Drácula/Vampyres” (José Ramón Larraz, 1974) con la que guarda ciertas similitudes. La pareja protagonista formada por Eugene Levy (surrealista la obtención del premio como mejor actor en la 6ª edición del festival de Sitges de 1973, aunque hay que comprender que eran los tiempos de Antonio Ráfales donde se premiaban barbaridades como “Necrophagus” de Miguel Madrid) y Andrea Martin (también ganadora en Sitges y vista en “Black Christmas” de Bob Clark, otro clásico del horror canadiense) conducen con diálogos improvisados una trama circular, que bien trabajada podría haber dado resultados más satisfactorios.
A pesar de las limitaciones mencionadas y otras, “Mujeres caníbales” merece ser vista por su aureola salvaje, libre e independiente. Porque desprende la ilusión juvenil de sus creadores y deja un regusto agradable en el espectador amante del cine de género. Y recordad: “Dentro de mí y fuera de mí honro la sangre que me da la vida”.
Fernando Martin
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