El cansino avance de la insustancial y previsible historia que se cuenta al paciente espectador, subrayado por un pedestre guión, hace de este filme un óptimo elemento para completar la programación del ocio sabatino de nuestros geriátricos.

A mi modesto entender, este es un film no recomendable para aficionados al cine y, por supuesto, para cinéfilos en general.

¿Por qué?:
a) Por un guión de folletín por entregas, de episodios de lo más previsibles y, en varios casos, increíbles;
b) por unos diálogos propios de personajes afásicos y de lo más planos, a pesar de los esfuerzos del guionista por dotarles de una consistencia sentimental e intelectual;
c) por una Hanna Schygulla muy alejada de su vieja gloria, usada como presumible reclamo (para el público alemán), y rodeada de actores... En fin, como el intérprete del protagonista masculino, aquejado de parálisis facial;
d) por una moraleja: ¡Qué buena y maternal es Alemania, que nos ayudará -¿seguirá haciéndolo con Erdogán entronizado?- a entrar/permanecer en la Unión Europea! ¡¡BONUS!! ¡Qué malos y despiadados son los sanguinarios curdos!

¿Y este tal Fatih Akin ha perpetrado una trilogía sobre "el amor, la muerte y el mal"? Mal, muy mal, haberle permitido reincidir.

Olmi plagia secuencias y temas del filme de Kubrick, para entregarnos, con buena fotografía, un anodino -por ambiguo- mensaje pacifista.