More hace algo asombroso. Fusiona el estilo visual con la música y el mensaje, de manera que todo forma uno y cada elemento enriquece a los demás; una simbiosis perfecta e hipnótica. Condensa en 6 minutos distintos temas. El más importante de ellos es el anhelo eterno del ser humano, que por más que avance siempre se descubre a todavía un paso de su objetivo. También se trata el consumismo masivo, la pérdida de identidad en un entorno urbano, la corrupción del éxito, el autoengaño y la pureza de la infancia.

Algo digno de mención son los símbolos y las metáforas que contiene More. Algunos son obvios, mientras que otros necesitan más de un visionado. Es por eso que sus 6 minutos de duración resultan engañosos. El deleite de profundizar en ella es tan o más satisfactorio que el de verla por primera vez.

¿Qué hace de More una obra especial? Es muy difícil de discernir. Su narración en sincera y no busca efectismos; la música transporta y acompaña en todo momento; su estilo visual es coherente siempre con los sentimientos que se quieren transmitir. Y, sin embargo, nada de esto es el máximo valor de More. Lo que catapulta a este cortometraje hasta el 10 es algo intangible e inefable, algo que no se encuentra en las partes analizadas individualmente, pero sí se encuentra en el conjunto; tiene la chispa de esa magia que sólo se da en el cine. La que llega, conmueve y nunca se va.

Segundo de Chomón, el probable genio a la sombra de Méliès, firma esta obra puramente técnica. La historia es simple y poco importante. El film se ciñe a una idea básica, la de los objectos animados mágicamente, que sirve como excusa para mostrar el despliegue técnico de su creador

Aquí lo importante no era contar una historia, sino maravillar al espectador, entendiendo el cine como ilusión. Y Chomón era un verdadero especialista en lograr estos efectos visuales que aumentaban la experiencia mágica del cine primerizo

Sin embargo, lo que este film tiene de asombroso (teniendo en cuenta el contexto temporal en el que se desarrolló) también lo tiene de irregular. Como digo arriba, la historia es muy simple, por lo que la "pirotecnia" de Chomón da vueltas y vueltas sobre ella, haciendo que las acciones sean a menudo repetitivas y tediosas. Alguna situación complementaria a la principal o un metraje más comedido hubieran mejorado este corto

The Grandmother es una obra de autor, valiente y atrevida Pero también es la obra de un genio de las imágenes. Con tan escasos elementos escénicos (y tan escaso presupuesto), Lynch construye una ambientación densa y agobiante, de grotescos claroscuros indelebles.

El relato parece disperso y confuso, pero hay orden en su caos; del mismo modo, los símbolos que aparecen a lo largo del mediometraje no responden siempre a la lógica y, sin embargo, están llenos de significado. Y esa es la esencia onírica que consigue capturar Lynch en esta pesadilla: no hay contexto, pero hay imagen; no hay sentido lógico, pero lo hay emocional.

Es por eso que The Grandmother acaba siendo un relato tan retorcido y perturbador como humano. Probablemente, la obra sea muy incómoda de ver para la mayoría de espectadores, pero su efecto (y he aquí el mérito del autor) trasciende ampliamente su metraje.

Macabra sátira del poder militar. Se propone la delirante aspiración de un solo hombre como respuesta a los sinsentidos bélicos, al fanatismo patriótico, al desprecio por la vida humana. No hay banderas ni lengua identificable, porque la alegoría es universal: la romántica patria son los hilos que mueve el ego de un titiritero.

No tendría sentido extenderse en una crítica sobre este corto de modo que se tardara más en leerla que en ver la obra. Solamente quiero remarcar lo tremendamente difícil que resulta transformar imágenes en emoción. Y no solo las imágenes físicas, sino también las simbólicas que se dibujan en la mente del afortunado espectador.

El talento en bruto serviría para una escena, quizás. Sin embargo, lograr 12 minutos de progresiva ensoñación catártica, incluso contando con el apoyo de una música excelente, como es el caso, no está al alcance del simple talento, sino que requiere esmero, dediación y artesanía. Y eso es lo que encontramos en este cortometraje.

La maison en petits cubes ahonda en los recovecos de la memoria del protagonista, pero lo hace con tal pasión, cariño y sutileza que, por un instante, esos recuerdos parecen nuestros. Ese es el logro.