Esta película no es perfecta por una pequeña razón: los zapatos en la entrada de la "casa" de John Goodman cuando él no estaba allí. No es el significado de nada,simplemente es un error.

Del resto poco hay que decir, es mejor verlo antes que explicar el humor negro, la historia simple, la enrevesada, la fantasía, el sinsentido, la vuelta a la realidad, la angustia, la frustración, el derrumbamiento interno, la vida social de las estrellas del cine, la vida del hombre cotidiano, el alcoholismo, la búsqueda de nuevos retos, la soledad humana, el perfeccionismo en el trabajo, la locura, las creencias e incluso la fe, todo esto lo podéis encontrar en la misma cinta, la cuestión es ante todo disfrutar y levantarte sabiendo que habéis visto algo bueno. A mí, me ha pasado.

Uno de mis grandes hobbys es el cine. Por ello de vez en cuando iré añadiendo entradas dedicadas al séptimo arte para expresar mi opinión sobre alguna película que haya visto recientemente.
En este caso, me ha ocurrido con una de las mejores películas de Sergio Leone: Érase una vez en América.

Tengo que confesar que ya había visto esta película una vez, pero sin prestar demasiada atención al contenido y sin entender gran parte del mensaje que conlleva ya que recuerdo que todavía era muy pequeño y de hecho la recordaba vagamente.

En primer lugar, hay que concentrarse antes de ver un espectáculo como este ya que una vez que empecéis debéis tener en mente que os esperan casi cuatro horas de película por delante, 225 minutos para ser exactos. Así visto parece que da pereza empezar a ver una película. Esa es una manera de mirarlo, la otra forma es la siguiente:

Un pequeño chico que llega al nuevo mundo a través de su familia judía va descubriendo el mundo y conociendo la amistad, el amor, las diferentes formas de ganarse la vida, el bien, el mal y sobre todo ve como con cada paso, con cada nuevo día, va acumulando un sinfín de experiencias y momentos que recordará para el resto de su vida. Una vida larga, una vida llena de recuerdos que de manera aparentemente desordenada van encajando en torno a una película de “solo” 225 minutos. Mayor concreción es difícil de lograr.

Es por esta segunda forma de ver esta película por la que merece un análisis mayor, no tan superficial ya que buena parte de los puntos fuertes vienen a través del tiempo que toma Leone para explicar cada secuencia. Se nota que no hay una necesidad de acelerar procesos y eso hace que no se prescinda de muchísimas secuencias en las que una simple mirada y el tiempo que conlleva significa mucho. De hecho por eso esta película emociona. No se trata de una película de gangsters. No se trata de una película de cómo un niño se va haciendo un asesino en las calles de Nueva York en tiempos de la ley seca y cómo se van haciendo, junto a sus compañeros, con el poder de la ciudad poco a poco. No. Todo esto es el medio en el que discurre toda una historia de sentimientos, de la traición de un amigo, de la nostalgia del pasado, del amor prohibido, de una vida robada y de las diferentes formas que tenemos todos de ver la vida. De nuestras prioridades, que al fin y al cabo nos hacen ser lo que somos.

Todo esto nos lo transmite en gran parte el gran Robert de Niro a través de un Noodles que ya ha pasado por toda una vida y vuelto al lugar de sus recuerdos 35 años después. James Woods por su parte, nos trae los sentimientos que conlleva la amistad, alcanzando el clímax en la escena final y los ojos de Elizabeth McGobern ponen el amor orquestados con la mejor banda sonora que podía haber puesto Ennio Morricone.

Muchas veces nos sentamos frente al televisor y no encontramos nada más que imágenes sin trasfondo que se van sucediendo para hablarnos de temas banales y sin sentido fruto de la industria americana en la que prima el dinero fácil y rápido. Son tiempos modernos, tiempos de cambio en América. Por ello no hay nada mejor que pensar que otro cine también existe aunque se refiera a tiempos pasados, como bien dice el titulo de la película, pero nunca está de más pararse un poco porque el tiempo es relativo y nunca se pudo estar más cerca de entender lo que esto significa cuando te sumerges en la historia de Érase una vez en América.

Una serie con mayúsculas, eso es Breaking Bad.
Si estas leyendo críticas porque todavía no has empezado a ver esta serie, estás de enhorabuena, de verdad, hazte un favor y empieza a verla. Te quedan por delante cinco temporadas de disfrute y eso es algo que sólo tu puedes tener. Paladea la serie desde el principio, no entres en la serie con dudas, relájate y disfruta porque el señor Gilligan ha creado esto para ti, por amor a lo que hace. Verás como desde el principio hasta el final todo tiene sentido y toda acción tiene su consecuencia.
Esto es sólo un aviso o recomendación para enfocar la serie mejor desde el principio y que se os escapen menos detalles porque estamos hablando de una serie muy rica en detalles dónde los guionistas no han dejado nada sin explicar y los círculos se van cerrando con las temporadas.
Lo dicho, disfrutadla, creo que ahora, si habéis leído esto, tenéis una mejor predisposición para empezar a conocer la historia de Walter White, la historia de una obra de arte.

Sinceramente, inesperado. Me dispongo a ver la película como una película más (inocente de mí) sin esperar que sea algo especial, quizás porque las últimas películas vistas me llevaron a este estado, y te encuentras desde el principio con una película sencilla, directa, que llega y que en cada escena además te intenta transmitir algo, no dejarte vacío. La representación de Eastwood como estereotipo conservador merece mención especial, los gestos de desprecio hacía el mundo en general son reflejos de su alma atormentada. Acaba la película y te queda la sensación de haber aprendido algo, que existe el valor. ¿Qué más se puede pedir?