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Críticas de EL ATENEISTA
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
1
28 de diciembre de 2012
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los colombianos estamos convencidos de que somos muy graciosos porque cuando estamos borrachos en nuestras fiestas interminables nos da por contar chistes verdes. Para nosotros los gringos no tienen gracia porque la mayoría de sus comedias renuncian a la grosería, a lo escatológico. Esta actitud se refleja en la programación que despliegan los canales criollos. A pesar de lo absurda, cruel y ridícula que es la política en este país no hay un solo programa que intente atacar con humor la corrupción y mediocridad en la que viven sumergidos los servidores públicos.
El humor lo sigue dictando como desde hace cuarenta años Sábados felices. La razón de la inusitada longevidad de este programa es que ha renunciado a cambiar. Su fórmula es la misma desde sus orígenes, chistes costumbristas, tontos y unos sketches donde los cuentos son eternamente reciclados.
No existe espacio para la experimentación, para construir historias que pongan al protagonista en situaciones desternillantes, ilógicas y por qué no usar el humor como una herramienta para arrinconar al espectador y obligarlo a preguntarse por qué demonios estamos tan mal.
Si la televisión no funciona uno creería que las películas podrían ser un vehículo coherente e innovador del humor. Nada de esto sucede. Dago García se ha convertido en nuestro Chuck Lorre o Larry David. Todo lo que él escriba tiene el sello indeleble del éxito. Ha encontrado una fórmula a la cual se ha aferrado con la misma tenacidad que se aferra un niño que no sabe nadar al borde de la piscina.
La fórmula consiste en mostrar el estereotipo del colombiano que ellos mismos han creado. Los personajes masculinos que construye son por lo general seres despreciables, ruidosos, borrachines, promiscuos, morbosos, ordinarios, lobos, estafadores e incultos. Cuando es el caso de escribir un personaje femenino sus características son igual de limitadas. Ellas casi siempre se caracterizan por ser mujeres interesadas que sueñan con operarse que caen rendidas ante un acento extranjero, en otros casos, es simplemente una madre o una esposa abnegada. En la tercera opción está la suegra insufrible que vive pensando en lo buen partido que era el ex novio de su hija y se lamenta de lo feo y pobre que es su yerno.
Cuando Dago García escribe una película no piensa en llegarle a un público que acostumbre a ir al cine. Eso es sobre todo lo que lo ha convertido sus películas en éxitos rotundos de taquilla. Para disfrutar una de sus producciones es obligatorio no estar muy familiarizado con el lenguaje cinematográfico, él como en el nuevo porno, va de una al primerísimo primer plano, de entrada recurre al madrazo que garantiza una sonora carcajada.
Sus películas están más emparentadas con Chispazos, Sábados felices y sobre todo con los viejos comerciales de frutiño. Recicla sin piedad las frases hechas que caracterizan nuestra colombianidad esas que buscan desesperadamente identificarse con el espectador. Una de ellas es Listo papito, si es ya es ya o El que no llora no mamá, frases hechas que resaltan por supuesto la malicia indígena que nos hace tan especiales.
Sumado a todo esto está el ataque constante a los argentinos. Me da vergüenza cuando se hacen referencias al cinco- cero, ya vamos para 20 años con esos chistes de “choque esos cinco” y de la venganza chibcha al glamour porteño. El que estaba al lado mío como toda la sala estallaba en carcajadas cuando Leguizamo se burlaba “De ese hijuemadre argentino”
Así los escriba él mismo, decir que las últimas películas de Dago García tienen guión es una exageración. A lo sumo son un conjunto de sketches que conforman una historia raquítica. Uno no sabe muy bien de qué tratan sus películas. Bueno, tampoco sé muy bien de que va El sentido de la vida pero cumplía, era graciosa, delirantemente graciosa. Acá el problema con los sketches, es que definitivamente no tienen gracia.
103 mil espectadores vieron el pasado 25 de diciembre el estreno de El paseo 2.Desde ya se perfila como el filme más taquillera de nuestra historia desbancando a la primera parte de El paseo.
Debería ser gratificante que una producción nacional recaudara tanto dinero. Podríamos imaginar que con la plata conseguida acá Dago invirtiera una parte para hacer una película personal, algo parecido a la formidable Pena Máxima. Pero desde ya sabemos que los billetes obtenidos con esta película se invertirán en hacer una tercera parte. Irán a Girardot y harán las delicias del público haciendo juegos de palabras con Chontaduro, Totumo y Borojó.
Resulta inaudito que un tipo que ha trabajado con Brian De Palma o Baz Luhrmann, que ha compartido escenas con Al Pacino, Ewan Mcgregor y Dennis Hopper salga a decir que Harold Trompetero ha sacado lo mejor de sí, que el guión de Dago es de lo mejor que él ha podido leer. Es increíble que Leguizamo no haya opinado sobre la pobreza de su personaje, lo paupérrimo de las situaciones como esa competencia con los Ortiz, con carrera de costal incluida, no sólo es ridícula sino anacrónica, sabemos que el otrora ganador de un Tony está pasando por un momento muy bajo pero de ahí a haber aceptado aparecer en este esperpento es algo que en realidad no esperábamos. Debe ser que en su completo desconocimiento del cine colombiano creerá que lo único que se hace acá son este tipo de sainetes de colegio.
Lo triste es que con El paseo 2 el público que habitualmente va al cine va a seguir creyendo que el cine Colombiano no es más que una pobre imitación del legendario programa peruano Risas y salsas. Los jóvenes talentosos que en este país quieren llevar a la pantalla grande sus historias verán como la masa crítica los desprecia y como el gran e ignorante público les exige más madrazos y suegras cansonas.
La gloria de unos es la desgracia de otros.
EL ATENEISTA
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10
28 de diciembre de 2012
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el 1974 pensar en hacer cine negro era considerado una locura. El mundo había cambiado y ya nadie quería hablar de Sam Spade. Robert Evans quien en esa época era el mandamás de Paramount Pictures y había insuflado de vida al moribundo estudio después del éxito de El padrino, contactó al guionista insigne del Nuevo Hollywood, Robert Towne. La idea era hacer El gran Gatsby y para eso el productor le ofreció a su tocayo 150 mil dólares. El escritor le dijo que el no estaba interesado en competir con Scott Fitzgerald y le recomendó dejar quieto a los clásicos. “Más bien hagamos esto, me das 25 de los grandes y yo te doy a cambio una historia que estoy escribiendo, es un policial y se llama Chinatown”. Evans aceptó.
El guión era un mamotreto de 180 páginas. Hasta el momento los argumentos de las grandes películas de cine negro era sobre Halcones, reliquias sagradas, asesinatos a sangre fría. La historia que propuso Towne era sobre el agua, sobre la especulación que hacían con el preciado líquido los poderosos de Los Ángeles a comienzos de la década del 30. A Evans esto le parecía aburrido, un disparate. Sin embargo era una época donde los estudios asumían riesgos y el público norteamericano estaba lejos de sufrir el retardo mental que le imprimiría George Lucas y su saga espacial. Evans la tenía clara, le iba a pasar el proyecto a Polansky. El director polaco no estaba muy seguro de volver. Habían pasado apenas cinco años desde la tragedia en Cielo Drive y Los Ángeles le traía malas vibraciones “Sin embargo cuando leí el guión dije, yo quiero hacer esta película” El topo diabólico estaba de vuelta.

Bob Evans por la época.

Había que recortar por lo menos sesenta páginas y el cuarteto creativo, completado por Jack Nicholson decidió pasar unos días en el Caribe, específicamente en Cartagena para terminar de pulir una novena versión. La semana que pasaron en suelo colombiano fue tan fructífera que el homenaje al país está implícito en la película, el hotel donde pasa la tarde Hollis Mulray con su hijastra se llama “Residencias El Macondo”, seguramente ninguno de los cuatro había leído la novela pero en esos años Cien años de soledad era un fenómeno absoluto.
Solo era conseguir a la actriz que le hiciera contrapeso a Nicholson. Evans se empecinó con Jane Fonda pero Polansky quería a Faye Dunaway. Al final lo consiguió “La maquillamos como si fuera mi madre, se parecía mucho a Faye. Tenía esas cejas delgadas como se usaban en esos tiempos y ese aire de fatalidad”. Sin embargo la relación entre el director y la actriz fue más tormentosa. “ A Roman le fastidiaba que todo el tiempo estuviera maquillándose, no podía con el ego de los actores. En Europa los actores eran poco menos que ganado” Recordaba Evans. Según Peter Biskind en su célebre libro De moteros tranquilos a toros salvajes Dunaway al parecer sufría de la vejiga porque todo el tiempo quería ir al baño a orinar. Como no siempre Polansky le daba permiso ella no dudaba para mear en vasos, floreros, lo que se pudiera encontrar. Más de un técnico desprevenido afirma haber bebido meada de Faye por equivocación.


La estela satánica que había dejado el asesinato de Sharon Tate aseguraba de entrada un taquillazo. Esto explica por qué una historia tan complicada, tan descarnada y pesimista pudo tener las recaudaciones que tuvo. La otra razón radica en que antes de que Spielberg creara el Blockbuster con su Jawks el público norteamericano exigía calidad. Era la generación que había madurado en los sesenta y gracias a Godard el cine se había convertido en una religión.
Chinatown es mucho más que un homenaje al cine negro. Es una historia tan precisa que solo podía contarse de esa forma. Uno no puede ver esos ridículos guiños que años después Curtis Hanson y Brian De Palma quisieron imponerle al género. No, lejos, muy lejos se está de eso. Es una película sobre la especulación que hacen los poderosos con los recursos naturales, fue tal vez la primera vez que se habló de eso en el cine, pero a la vez es una película sobre el incesto y la figura de un padre corrompido y corrupto.
En esa época decían que la nariz de Jack Nicholson era la más perfecta de Hollywood. Como una broma interna Polansky decide el mismo, haciendo de enano maléfico, cercenarle un pedazo con una navaja. En una buena parte de la película Nicholson oculta su perfil con un horrendo esparadrapo. Los chicos se divertían con sus bromas internas.


Cada escena fue construida por Robert Towne como si fueran las piezas de un rompecabezas. Todo encaja y es coherente. Los diálogos son dignos de Shakespeare, recuerdo uno que dice el mortífero Noah Cross “Claro que soy respetable, soy viejo. Los políticos, los edificios públicos y las putas se hacen respetables si duran lo suficiente” Esto dicho con esa voz profunda, cavernosa de John Huston emociona.
El final fue motivo de una batalla entre guionista y el director. Towne quería un final feliz pero el polaco insistía en que “Las jóvenes rubias mueren asesinadas” Es el padre el que termina aplastando al hijo, lo aniquila. No podía ser de otra forma. Pensar en un final así de pesimista en una película financiada por una de las grandes compañías hoy en día es imposible. El público no lo soportaría, sería considerado un insulto. Polansky se salió con la suya y gracias a eso Chinatown tiene uno de los mejores finales de la historia.
Si no la han visto háganlo. Todo lo que se necesita saber sobre cómo hacer una película está consignado en estas dos horas. Allí está comprimido el espíritu de uno de los periodos más fecundos que vivió el arte en el siglo XX; los setenta y el nuevo Hollywood.
EL ATENEISTA
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8
28 de diciembre de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No pasaría mucho tiempo después de su estreno para que Starship troopers se convirtiera en una película de culto. Cuando salió la crítica y la taquilla la masacraron inmisericordemente. Verhoven quien a finales de los años ochenta con Robocop y a principios de los noventa con Total Recall y Bajos instintos fuera considerado uno de los directores más cotizados en Holywood cayó en desgracia a raíz de su anárquica adaptación del libro de Robert Henlein.
Con muy poco presupuesto, teniendo en cuenta de que es una peli de ciencia ficción, Verhoven nos pone en el siglo 23 ante una sociedad que considera la democracia como uno más de los errores del pasado. La militarización de la vida es absoluta. Es más, si estás interesado en tener un hijo o estudiar una carrera el requisito básico es que pases un par de años de tu vida en las brigadas del espacio. Comparado con el entrenamiento que recibe un marine hoy en día, lo que les espera en el futuro es infernal. Los instructores son poco menos que asesinos. Los jóvenes físicamente son perfectos, brillantes. Ellos están preparados para responder una posible invasión de los insectos, una raza alienígena que amenaza constantemente a la tierra y de la cual como suele suceder hablamos mucho pero no sabemos nada de ella.
Esta primera parte de la película, la del entrenamiento, inevitablemente me recuerda a Full metal jacket . La brutalidad con la cual son preparadas estas máquinas de matar fue inspirada por la obra maestra de Kubrick. Incluso una muerte es la que marca el fin de la primera parte de la película. Después un ataque de los insectos a la tierra destruyendo completamente a Buenos Aires uno de los grandes centros urbanos que se han formado en ese siglo. La respuesta de la tierra no se hará esperar. A partir de allí vendrán tres grandes y espectaculares batallas con esos temibles bichos que detestan la presencia de los seres humanos en su planeta.


La primera de esas batallas es una masacre absoluta por parte de los extraterrestres. En la tierra se subestimó completamente a los bichos y la respuesta de estos fue una victoria aplastante.
Una buena película de ciencia ficción tiene la capacidad de anticiparse a lo que está por venir. No sólo en todo lo que tenga que ver a los adelantos tecnológicos sino a que puede predecir un acontecimiento histórico. Cuatro años después de haberse hecho esta película ocurrió el ataque a las torres gemelas y la brutal respuesta de Bush de invadir Afganistán. A pesar de que todo lo que hizo el servicio secreto para acallar a la prensa las bajas de los jóvenes combatientes norteamericanos se sucedían una a una. Se respondió sin conocer el terreno, la cultura, la fuerza a la cual se enfrentaban, algo muy parecido a lo que sucedió en la intervención militar en Vietnam.
A pesar de que está clara la ironía la mayoría de espectadores no se dieron cuenta de ello. Afirmaron que Verhoven era un fascista declarado que en su primera juventud había tenido contacto directo con la ultra derecha holandesa. La manera como están vestidos los oficiales de alto rango es claramente una reminiscencia a las S.S. el discurso del maestro es una alusión directa a las enseñanzas que impartían los profesores nacional socialistas desde sus escuelas y universidades. Todo es aséptico, descomunal.
La televisión ha desaparecido, lo que queda es una propaganda de odio hacia los insectos, una apología a las armas y su uso. En uno de los programas que anuncia la televisión en esa época está la historia real de un bandido que ha sido declarado culpable y que será ejecutado en la silla eléctrica a las ocho de la noche con transmisión en directo para todo el país. Esto lo hizo Verhoven unos años antes de que se impusiera el reality como la formula máxima para el éxito televisivo. No dudo que dentro de poco se haga práctica común en los canales la televisación de la muerte.


La visión de futuro que nos da esta gran película, tiznada de lo mejor de la serie z (pésimas actuaciones salvadas por un argumento poderosísimo) es más que acertada. Hay cosas que ya estamos viendo que se usan en la película como sucede con el Skype y algunas redes sociales. Los jóvenes desencantados con la revolución cultural de los sesenta cada vez abrazan con más fuerza el militarismo y la filosofía de la fuerza para resolver sus conflictos.
En su momento no supieron ver la ironía, el desprecio que siente Paul Verhoven hacia los totalitarismos, algo que quedó claro con su maravillosa El libro negro gracias a esta película su filmografía fue revalorada y revisitada.
Esta es una de las críticas más demoledores que se le han hecho no solo a los Estados Unidos sino a occidente, al culto que siente hacia la televisión y a lo adictos que somos al éxito, la belleza y la fuerza. No son los feroces insectos los malos de la película, son los terrícolas los que invaden, los que entran al planeta sedientos de odio y venganza, dispuestos a no dejar piedra sobre piedra.
Los efectos son tan buenos que ganaron un Óscar a pesar del escaso presupuesto que manejaban. 15 años después de haberse realizado siguen impactando. Las muertes son horripilantemente reales. Véanla, disfrútenla, es la forma que tenemos ahora de pedirle disculpas a una obra absolutamente infravalorada, incomprendida y que ahora, casi dos décadas después la estamos empezando a entender.
EL ATENEISTA
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8
28 de diciembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace diez años la crítica y el público se rendían a los pies de Peter Jackson. El poder que había adquirido hacía recordar a un Cecil B. De Mille a bordo de una carroza romana, convertido en un emperador dispuesto a conquistar no sólo los horrendos campos de Moldor si no el viejo imperio de Hollywood.
Con su trilogía de El señor de los anillos demostró que todavía se podían hacer mega producciones de carácter épico con un alto impacto entre el ciudadano de a pie. Poco importaba que los nombres de los personajes, castillos, imperios y países salidos de la mente de Tolkien proliferaran como hongos después de la lluvia, los muchachos estaban dispuestos a aprender a hablar si era posible el idioma de Sauron o recitar de memoria los conjuros de Saruman con tal de sentirse parte así sea un momento de ese universo.
Una década ha pasado y Peter Jackson ha vuelto a sus dominios. De entrada sabía al peligro al que se exponía. Va a ser muy difícil convencer a su público que esta película no tiene nada que ver con su trilogía. Tolkien escribió El hobbit como un cuento para su hijo. El escrito que no rebosa las cincuenta páginas está ante todo cargado de humor. No existe como en El señor de los anillos una lucha férrea entre el bien y el mal, es solo la búsqueda de los enanos por recuperar su amada Erebor, ahora en manos de un temible Dragon que ha llegado hasta allí atraído por el oro que guardaba celosamente su rey. Para recuperar el reino Gandalf ha pensado en Bilbo Bolson. Si bien los Hobbits no se caracterizan por su espíritu guerrero tienen unos pies y un corazón grande; a veces eso puede ser suficiente para vencer cualquier cosa… incluso a un terrible Dragón Tira Fuego.
El reto de Jackson era volver ese relato corto en una trilogía. No creo que esto tenga nada que ver con lo que se pudiera recoger en taquilla (Cifra que sin duda no va a ser una bicoca) si no a su ego coppoliano. Lo anterior no es una crítica. Al cine de nuestros días lo que le hace falta es precisamente eso, alguien que se arriesgue, que ponga sus millones en sus sueños y que luche, como un Hobbit, contra los gigantes de la industria que imponen a como de lugar sus criterios. Jackson ha convertido las primeras 20 páginas del libro en una espectacular película de tres horas, cargada de diálogos inteligentes, situaciones extremas llenas de resoluciones ingeniosas, magos adictos a las sustancias alucinógenas y un dragón al cual tememos pero que aún no hemos visto.
A pesar de todo esto y a un día de haberse estrenado mundialmente las críticas no son las mejores. La gente al parecer había pagado la boleta para volver a ver a Frodo retozar con sus amiguitos en una de las camas de la tierra media. Acusan al Hobbit de ser demasiado larga, de que hay tantos nombres que uno no puede hacer otra cosa que confundirse, de que hay demasiados diálogos y poca acción, cosa que por supuesto nos alegramos porque no existe nada que nos pueda confundir más que esas batallas. Claro que hay momentos de acción y de tensión, lo que hace Peter Jackson es dilatarlos para crear el suspenso necesario y cuando sea el momento lo deja rodar como un tronco en llamas y TRAS! El impacto es más contundente.
Eso sí, con unanimidad se dijo que la imagen de la película era una belleza lo cual no es un elogio menor teniendo en cuenta de que el cine es un arte audiovisual. La música conserva la potencia de la trilogía y por momentos la supera. Esa canción de los enanos añorando Erebor te pone los pelos de punta así nunca hayas pasado vacaciones en ese país.
Yo en realidad no sentí en ningún momento las cacareadas tres horas. Estuve todo el tiempo con Bilbo y Gandalf sumergido en la aventura, riéndome de los chistes, disfrutando de las conversaciones y haciendo fuerza porque los desterrados vuelvan a su hogar. Me desligué por completo de El señor de los anillos y comencé a sentirme parte de esta nueva aventura, menos densa que la anterior pero a la vez más entrañable y divertida.
Con El hobbit Peter Jackson vuelve a demostrar que es un maestro, algo que empezamos a dudar después de el desperdicio de King Kong y la simplona Desde mi cielo de un cuento ha podido construir una trilogía de nueve horas. No sé ustedes pero desde ya me apresto a seguir la aventura de estos enanos con su poderoso mago y su valiente Hobbit.
No escuchen a sus vecinos, no lo duden, vayan a verla.
EL ATENEISTA
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9
28 de diciembre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película venía precedida de una unanimidad casi que absoluta. Todos los críticos que había leído resaltaban lo innovadora que podía resultar Looper dentro del mortecino panorama del cine nuestro de cada día. Les insistí a varios amigos que me acompañaran. Estos acontecimientos hay que verlos en salas de cine, no existe nada mejor para nuestra memoria que al cabo de unos veinte años uno poder recordar que se vio un clásico en 35 milimetros. Ninguno me hizo caso. Hay quienes creen todavía que la ciencia ficción es un género menor y que una película donde actúe Bruce Willis debe ser despreciada de inmediato.
En mi humilde opinión Pulp fiction, Doce monos, La muerte le sienta bien, El protegido, Sexto sentido y la saga de Duro de matar estarán ahí en la filmoteca universal por el resto de la poca eternidad que nos queda. Ayer constaté que el subestimado actor ha agregado un nuevo título a su ya extensa lista de grandes películas. Willis es un actor de carácter a la altura de Jason Robards, de James Coburn, un tipo rudo, que hace las cosas como a él le plazcan. Todo lo que haga en la pantalla es válido simple y llanamente porque es creíble.
Es el año 2044, la población mundial está sumida en la desigualdad absoluta. Las leyes se han modificado, ahora el ciudadano tiene la potestad de usar su arma contra todos esos desharrapados que desesperados son capaces de robar para comer. Solo los asesinos tienes carros hermosos y buenas drogas. La mafia del futuro ha sabido usar para su beneficio los viajes en el tiempo. 30 años adelante El maestro del terror ha impuesto su reinado. Como en ese futuro es tan difícil deshacerse de los cuerpos pues los mandan 30 años atrás para que los Loopers se encarguen de ejecutarlos. A cambio reciben una jugosa paga. El trabajo la verdad no les incomoda demasiado. Aparecen ahí de un momento a otro, encapuchados, solo es estar pendiente del reloj y disparar de inmediato. El problema que tienen los looper es que deben ejecutar a sus propios yo cuando se han cumplido el plazo de los 30 años. Al Maestro del Terror le desagrada dejar testigos.
A ese acto se le llama Cerrar el círculo. Después de una leve depresión los muchachos celebran a rabiar ese extraño suicidio. Ellos saben que si alguno se conmueve de su propio yo tendrá pocas posibilidades de escaparse. Hay un cirujano que se encarga de desmembrar a los rebeldes. Es mejor no tentar el poder del Maestro del terror.


Joseph Gordon Lewitt es uno de esos asesinos a sueldo. Empezó muy joven y dentro de la organización, liderada por un mafioso enviado del futuro (Con la máquina los mafiosos manejan el tiempo como si fuera un territorio) ha ganado cierto prestigio. Al hombre sin duda lo respetan. El momento de cerrar el círculo ha llegado, ante él se aparece su propio yo y créanme con un tipo con la cara de Bruce Willis no se juega. Después de una breve pelea el más viejo derrota al más joven.
Cuando crees que el director Rian Johnson te va a plantear una historia sobre dos hombres que luchan juntos para derrotar a la poderosa red mafiosa y romper definitivamente el pacto satánico, la historia da un giro inesperado y te das cuenta que otros laberintos le tiene preparado el realizador al espectador desprevenido.
Asesino del futuro como fue bautizada en español por parte de la distribuidora en su afán de engañar incautos es la película más original de lo que va corrido del año. Además es una muestra clara de que la ciencia ficción puede tener todavía muchas historias para contar. Un punto a favor es que no está basada en ningún libro, que es un trabajo exclusivamente cinematográfico lo cual ha mi modo de ver le hace tener más mérito.
No me quiero imaginar lo que hubiera sido de esta producción si el director hubiera tenido la libertad creativa que tuvo por ejemplo Ridley Scott en su Prometeo. 30 millones de dólares le invirtieron a Looper una cifra ridícula teniendo en cuenta el presupuesto que manejan hoy en día los blockbusters. Pero esta austeridad ayudó a explotar los recursos de Rian Johnson. Lo importante acá no son los efectos especiales sino la historia en si.
Es absolutamente magistral la manera como está contada la película. Si bien habla de algo tan difícil de entender como son las paradojas en el tiempo en ningún momento nos perdemos, todo está muy claro, muy preciso. La gente que entró conmigo en la sala entendió y se sorprendió con la película. El público no es tonto y está cansado de que le cuenten siempre lo mismo. Ojalá el éxito que ha venido teniendo Looper en cuanto a recaudación y a crítica obliguen a Hollywood a darle la oportunidad a los nuevos talentos que están sedientos de contar este tipo de historias que le devuelven a uno la fe en el cine.
Vayan a verla. No todos los días están en nuestras miserables salas un clásico en potencia.
EL ATENEISTA
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