El laberinto del truño tenía que atacar allí donde más olía. Donde más duele es otra cosa. Eso es para valientes. Y Guillermo del Toro es un gañán.

Se habla de separar dos historias para poder valorar con justicia este despropósito. Pero después se espera que éstas se integren en una trama y un eje que gira sobre la paciencia del público más agudo. Al final es lo que uno se esperaba: una infantilada efectista que se mezcla con el panfleto más edulcorante como el agua y el aceite.

Típica película del goya obligatorio. Para otros ya no significa nada, al igual que el oscar. Para mí es un Gorka soberbio. Aunque se me fusile la crítica. Películas tan malolientes e hipócritas como ésta se hacen porque en España hay una cultura panfletista y oportunista.

A la mierda.

Señor Wenders:

Cuando fui a ver El cielo sobre Berlin, creí que una gran nube se cernía sobre mi calva cabeza. Y yo no quería estar tan al descubierto en medio de una lluvia que se avecinaba fuerte y densa. Su cielo, señor Wenders no me interesa. Su Berlín, eterno Berlín decadente de posguerra y de vanguardia trasnochada, tampoco. Su simbolismo, cuando deja de ser evidente, es innecesario, rebuscado y aburrido. Su poesía artificiosa es muy clara en cuanto que a mí no me engaña. Es definitivamente como un discurso demagógico. Solo atrapa, y perdóneme, a los que adolecen de una cierta falta de criterio, y se hacen eco de las críticas más ilustres sobre su filme, que dicho sea de paso, tampoco creo que le comprendan a usted. Vivimos en un mundo lleno de pedantes, señor Wenders. Lo que no imaginaba, tras ver otras de sus obras, es que a usted también le salía un cierto airecillo pretencioso de genio intelectual que sin duda le hizo a usted creer que nos podía aburrir con sus pájaras.

Siento por tanto haberme dormido. No podía haber sido de otro modo. Créame que era inevitable. Estaré encantado de aceptar sus disculpas por tan irrefrenable arrebato de narcisismo. El ombligo que usted tiene, señor Wenders, es más amplio que Berlín. Por eso comprendo que le pese tanto.

Reciba un cordial saludo,

Cesc

Brillantes interpretaciones hermetizadas por el bodrio que se desprende de una pesadísima atmósfera. La historia no engancha, por su falta de emotividad, por el pésimo Sean Nelson, por la falta de agilidad. Se pretende que el público cuele por un embudo sucio con un fin poco satisfactorio.
Inútil trama circular de Mamet, uno de los escritores más sobrevalorados de USA. Poco favor hizo al teatro. Su naturalismo sucio se alejó del ser humano y de sus relaciones con sus semejantes, lo aisló a la triste manera concebida por esos artistas pesimistas y fatalistas que solo llegaron a comprender la existencia bajo una forma de impotencia y opresión. El conflicto se focaliza en aguas muy turbias, sin ningún momento de claridad, que es como decir que sin ninguna intención de honestidad. El ser humano abocado al fracaso de la comunicación a la manera más insustancial y gratuita: Eso es American Buffalo. Una historia que nada en aceite, con un guion narcisista que hace que el público se aleje de lo que sucede.

Me gusta que Vicente Aranda ponga cada vez más empeño en catapultarse hacia una gran boñiga en el prado de los cansinos directores de renombre. Disculpad la poesía. Tengo fiebre.

No me gusta que a Noriega todavía no se le haya visto el plumero lo suficiente. Su doble interpretación en esta película debería servir como lente de aumento para descubrir al mal actor que es.

No me gusta que una gran novela se devalúe con productos como este. Aunque a decir verdad, a Juan Marsé tendría que importarle un pimiento. Pero a un servidor se le caen los palos del sombrajo con este despropósito: falso, sin ritmo, sin emoción. Vicente Aranda es todo ombligo. Nos aburre una y otra vez con su insufrible visión del mundo. Aquí se ha superado.

No os perdais el making-off si tenéis oportunidad de verlo. Es alucinante como Aranda defiende esta película hablando sobre lo que no sabe. Y no lo sabe porque así lo ha demostrado en la realización. Lo mejor sería que se callara. A todas luces se percibe una total falta de perspectiva y de ilusión a la hora de contarnos una historia que nunca debió caer en sus brutas manos.

Otro opresivo fim aburridísimo que tiene como eterna novedad la cámara a modo de reality, pero que aporta una enorme inestabilidad a la historia, sin que el público entre en absoluto en lo que pasa. El espectador, en lugar de participar, se confunde, creyendo que asiste a una trama comprometida con la sociedad, cuando lo único que hace es asistir a un insulso film, cuya acción se ve contínuamente debilitada por un guión de diletantes, secuencias vacías e innecesarias, y en ocasiones por un narcisismo irritante de los actores.