Como seguidora de la serie de "Sexo en Nueva York" me decepcionaron tantísimo sus películas que he de reconocer que esta nueva serie precuela la he recibido con cierto escepticismo y bastante ojo crítico.

Para empezar, la serie comienza con algunas incongruencias con la original: Carrie de pronto tiene una hermana menor (que se la han sacado de la manga) y su padre, atento y destrozado por la muerte de su madre, cuida de ellas. Dicho padre se supone que las abandonó cuando Carrie apenas tenía 3 años ("Sexo en Nueva York" temporada 4, capítulo 17, minuto 11) y por ello hace todo un análisis de si existe relación alguna entre este abandono y su forma de relacionarse con los hombres...

Obviando estos detalles, me queda decir que en sí, la serie puede ser interesante gracias a la conseguida estética ochentera, su impresionante banda sonora y la actuación de Anna Sophia Robb, quien se adapta a cada situación como un guante, pero todo parece indicar que acabará siendo otra serie de adolescentes con moralina.

A grandes rasgos el argumento promete pero la puesta en escena y la protagonista, Meagan Good, dejan mucho, pero que mucho, que desear.

Básicamente nos encontramos con un culebrón tipo Falcon Crest sin la innovación de éste y en la versión mala, malísima. La interpretación que, en general, brilla por su ausencia llegando incluso a ser nefasta, caracteriza cada una de las escenas, haciendo cualquier diálogo increíble.

Sinceramente, no creo que este bodrio dure mucho en antena.

Estamos ante otra (previsible) película futurista donde el protagonista, aunque sea un borrego más, es capaz de enfrentarse a los malos - malísimos, salir victorioso y salvar al Planeta... todo ello aderezado con unos cuantos "pequeños" prejuicios: los pobres hablan español, los ricos son anglo-franco parlantes y el mercenario-jefe es de origen alemán... en fin, ¿sutilezas? sí, las justas.

Al menos, como en toda "americanada", nos queda la esperanza de que los buenos siempre ganan incluso aunque sean de origen hispano.