Sin lugar a dudas pixar a dado de que hablar en los últimos años con cintas que debajo de la historia central se tratan temas que no son para nada superficiales. Así el racismo que sufre Ratatouille, como la fanática sobreprotección e inmadurez de la paternidad en Buscando a Nemo, hacen que sus producciones además de divertir sean inteligentes y para nada complacientes áunque el tono de comedia lo hagan parecer así.
En Up, el fondo es una comedia melodramática de grandes perspectivas, y cuenta con uno de los mejores inicios que haya visto dentro de la animación, pues bien podría ser un corto sin pendiente alguno. Y es que en pocos minutos cimentan un camino para enriquecer al personaje central.
A partir de entonces uno se vincula con él y su forma de ser. Tanto que se le entiende su amargura y no es reprochable su comportamiento.
La soledad y la tristeza rondan en en la atmósfera de los personajes que vemos en pantalla, además de la vida senil y derruida en dos casos. En lo anterior encontramos palabras que acongojan a cualquiera, pero la estructura del guión es tan genial que en un tris lo que puede ser llanto, se torna en risa. Lo bueno de ello es que es una constante, como un balanceo de emociones.
El ritmo es acorde a una película de aventuras con las clásicas partes de constante movimiento con sus respectivas escenas pasivas que sirven para conocer el entorno de la historia.
Los colores folclóricos de sudamérica son llevados perfectamente a la cinta; la música increible y el trazo de los escenarios muy aceptables, como los personajes de Kevin y Dog.
Las únicas objeciones son las arbitrariedades que otorgan a los dos decrépitos ancianos en algunas escenas de fuerza. Aparte el generar algunas tomas fuera de sí en pro del 3D, que aunque sean escasas, no tienen caso alguno.
Concluyo la crítica dando una mención especial al pequeño, que sin ser memorable su personaje, sí es muy elaborado y entrañable.

Estoy que no la puedo creer, siendo de habla hispana no he entendido ni la mitad de los textos que hay en la película, y mira que no son muchos, sino estaría para llorar el asunto.
La dicción de los mozalbetes es nula, y no creo que sea por que así lo requiera los personajes, ya que la mayoría de los chavos hablan con tal flojera no sé si por ordenes del director para reflejar una juventud desencantada o por que de plano ninguno sabe lo que es actuar. A fuerza de ser sinceros le voy más a lo segundo.
No es que sea mala la historia ni como es contada, pero todo es tan superficial que lo que pudo haber sido atractivo resulta un auténtico desparpajo que a duras penas entretiene.
Ni modo, otra más de las cintas que muestran un mundo generacional con los tintes ya clásicos de solemnidad y con más intenciones buenas que con fortuna.

"Prefiero ser puerco que Fascista".
En semejante texto marca la pauta en la que se desenvuelve la película que en sí no es más que el conducir a un personaje entrañable, como lo es Porco Rosso, en una aventura igualmente seductora.
Dejando de lado complejos, el Puerco se mueve en un fondo político. Pero cabe mencionar que es tan sútil el tratamiento, que se le agradece al señor Hayao, lo haya hecho de esa forma, pues el tono de comedia fortalece todas las virtudes de la cinta.
Sin lugar a dudas no hay personaje que no encaje en la historia, y desde los piratas, el americano, Gina, hasta Fio, todos tienen un espectacular poder de atracción.
La música es ad hoc y la animación sencilla pero justa para el género.
Bien, no hay pero que valga y si uno trata de encontrarle error alguno al film lo puede lograr, pero como desde el principio engancha la trama, es fácil pasar por desapercibido la tarea de hacerlo.

Mi gusto por el cine en parte lo heredé de mi padre, quién con gran placer me llevaba al cine a ver películas de todos los géneros en salas cinematográficas donde se exhibían dos filmes al precio de uno, y dónde dejaban pasar a todo aquel que tuvíera para la entrada sin importar condición social ni edad. Estos cines hoy ya desaparecidos tenían el encanto de acompañar una cinta de estreno con una del mismo género de producción no reciente.

Pues bien, yo tendría ya mis 8 o 9 años cuando él me hizo partìcipe de la magia de Lucio Fulci,
teniendo como parte estelar el título de 7 puertas al infierno, del cual después descubrí que se le conoce más como El más allá. La que hacía la segunda era precisamente una película que se le denominó simplemente como La ciudad de los muertos vivientes.

A fuerza de ser franco diré que de El más allá, no tengo el mínimo recuerdo. Pero sin lugar a dudas se grabaron en mi plasma cerebral durante muchos años varias de las escenas de la cinta El miedo en la ciudad de los muertos vivientes.

Desde el principio cuando el sacerdote prepara su suicidio quedé sujeto al juego del director. O la escena del taladro; anoto de igual forma como me impresionó todo cuanto sucedio con los muchachos de la camioneta ante la aparición espectral del cura.

Esos flashazos me empujaron con el paso de los años a conseguir la película y disfrutarla de nueva cuenta. No hace mucho logré mi objetivo y tengo que ser objetivo, el resultado al verla no fue nada alentador. En gran medida creo que el tiempo jugó rudo con cada tramo del film
haciédola ver cansada, sin ritmo, deslucida, con notables deficencias técnicas en todos los rubros como actuaciones incoherentes, maquillaje deprimente, fotografía menos que sencilla,
guión inverosimil, entre muchos detalles más que no tiene caso mencionar.

Aún así no cambio mi perspectiva y prefiero quedarme con aquella estrujante película que admiré en mi niñez y que me embrujó de buena manera para cimentar mis preferencias por el género de terror-gore.

Esa es precisamente la magia de Lucio Fulci.

A fuerza de ser franco diré que fuí a ver la película con mucho recelo y empujado por una recomendación que no me inspiraba mucha confianza, sin embargo la sorpresa fue por demás satisfactoria.
No hay mucho que contar y es todo tan sencillo que no es para gustos que jactan de lo trepidante. Digamos que se presta más a una puesta teatral de pieza realista, que a una película en todos sus rangos.
Pocos personajes, pocos parlamentos, pocos lugares.
Quedando claro el concepto fundamenta entonces sus valores cinematográficos a vincular lo que es la santidad y el pecado, sin ponerlo en ningun momento en tela de juicio, simplemente como en una charla común.
Es bienvenido el proyecto como propuesta, y auque en ningún momento rebasa los límites de la crítica religiosa, cautiva de manera gratificante.