Para verla y sonreír. Para amar a esta Candela Peña que nos remueve internamente como sólo ella sabe hacerlo. Su trabajo reboza naturalidad e ingenuidad; está perfecta en esta comedia que emociona y que nos alegra la vida. Una película llena de detalles cuidadosamente trabajados. Los actores, todos, refuerzan esta sencilla comedia que, poco a poco, se hace inmensa, muy inmensa, hasta transformarse en una consigna a la libertad, al respeto y al atrevimiento... Candela Peña tiene todo el peso en este film que no descansa ni decae en ningún minuto. Ella es, sin duda, una de las mejores actrices del panorama cinematográfico español, da gusto verla, da gusto escucharla y acompañarla...
Película para ver y hacer algo después. porque terminas de verla con una gran alegría y con ganas de iniciar pequeños cambios en tu vida.

Sólo recomendarla. Una serie bien hecha, exquisitamente bien trabajado el ritmo, con actuaciones sobresaliente, con una fotografía que impresiona por su sencillez y belleza extremas. Todo cuanto se pueda decir de ella es poco. Considero que una historia tan sencilla, se transforma en casi una obra maestra. Emociones al límite, reflexión y, sin duda, una de las mejores adaptaciones de "Ana, Tejas Verdes"... ¡No te la pierdas!

Excelente co producción alemana y danesa. Buenas actrices en estado puro de contención. Una historia con una carga emocional que te va envolviendo como espectador. Hermosa fotografía, extraordinarios diálogos y una tensión que no se acaba sino hasta el final, donde no sabes si reír o llorar. Bellísimo trabajo... Merece la pena verla. Tres capítulos que no deseas que se terminen. No sé si merecerá la pena una segunda temporada, porque está todo dicho y ofrecido al espectador de manera notable.

Viajar a un universo para muchos desconocido y que, a través de espléndidas imágenes, un extraordinario guión y una magnífica dirección, nos remueve como espectador, es lo que sucede cuando visualizamos Daughter of Destiny (Hijas del Destino), Un trabajo de cine indispensable para quienes quieren ampliar sus conocimientos y constatar que en otras tierras se sufre, y más de lo que podemos imaginar aquí en Occidente.
La historia de cinco muchachas indias desde la infancia, pubertad, adolescencia hasta su primer trabajo en una India llena de discriminación e injusticias. Shanti Bhavan es el internado que las acoge y el lugar donde comienza a modificarse su destino.
Historias duras de sobrevivencia y sufrimiento cuando eres mujer en India y quieres torcerle la mano al destino. Con una perfecta y magnífica fotografía, la cámara nos transporta con, pedagogía absoluta, a los rincones más sobrecogedores de la clase obrera del país y transforma en belleza pura todas las emociones que con este trabajo experimentamos al visualizarlo .
Dolor y desesperación, esperanza y sorpresa, criaturas adorables y reflexiones inesperadas, constituyen este extraordinario documental que mezcla la dulzura de la infancia, las inseguridades de la adolescencia y la brutalidad, a veces inevitable, de la adultez.
En esta India grande, hermosa y sobrepoblada, Vanessa Roth relata, con maestría y belleza, la intensa vida de estas cinco niñas, que son, también, las hijas de todas y todos.
Altamente recomendable.

Salir del cine y no saber qué hacer o a qué lugar dirigirme después de ver esto tan grande. No tener la más mínima sospecha de que una película te puede afectar tan literalmente, que ese nudo en la garganta desaparecerá después de muchas horas. De no saber qué decir entre los amigos porque en tu interior todo está revuelto, para bien y para mal. Para bien porque la propuesta cinematográfica de Nadine Labaki va al grano, sin rodeos, llevándome como espectador a la miseria, al dolor, a la impotencia y al miedo. Porque esta directora ha hecho una pausa en el camino en relación a sus anteriores películas. Y me ha puesto en la piel de ese niño hermoso, afeado por las circunstancias, apaleado por las injusticias, rematado por mi comodidad occidental. Todo duele en esta película. Todo. Sobre todo las niñas y los niños de la calle, expuestos a la maldad, a la oscuridad de muchos adultos y al destino que la pobreza trae consigo.
Y para mal porque el arte, el buen arte, tiene la capacidad innata de conmover y de cuestionar. Y no saber cómo continuar con mi vida después de ver esta película, me ha dejado sin movimiento, con la mirada perdida en las calles de Madrid que goza de la abundancia que esos niños, esos miserables niños, deberían tener.
Me ha despertado una actitud misericordiosa, me la invitado a esa estética de la solidaridad y me ha sumergido en una dolorosa reflexión que, dudo mucho, vaya a olvidar. Cafarnaúm es todo eso y probablemente mucho más en cada espectador.
La película tiene ritmo, una historia clara, unas actuaciones memorables y una fotografía que duele y duele a lo largo del filme.
Una película necesaria para despertar, incomodar y, ¿por qué no?, enternecer en medio de tanta virulencia y sinrazón.