Una excelente aproximación a la complejidad del amor y las relaciones de tipo romántico. El hecho de que finalmente no se resuelva nada de modo radical es la mejor forma en que puede suceder cuando la película no ha presentado una narración típica y plana, sino que al contrario es una historia llena de pequeñas desviaciones, matizaciones, negociaciones y contradicciones que apuntan a decir que con el romance nada se ha definido y tal vez nunca se hará. Son personajes de distinta índole, que han coincidido en un tiempo y lugar, y que con sus particulares concepciones y expectativas acerca del amor sostendrán éste interesante juego. Pauline es la más importante porque es de esos seres – existen muchos ejemplos en el cine y un poco menos en la vida - que pese a ser los más jóvenes e inexpertos del cuento, se encuentran dotados de una extraña sabiduría, que no los hace invulnerables, ni mucho menos, pero que les permite tener una perspectiva crítica de lo que sucede alrededor. Ni tan ingenua ni tan sabihonda, y eso la hace carismática, a parte, por supuesto, del atractivo físico, que nunca está de más mencionar. Cabe destacar los diálogos que nos muestran mucho a los personajes filosofando, haciendo evidentes esos problemas de conciliar sus deseos con la difícil y extraña realidad del romance; éste tipo de conversaciones a la postre, al buen estilo de la nouvelle vague , terminan siendo una parte fundamental dentro de la construcción del film. Más que una historia, Pauline à la plage es un tratado acerca de ésas problemáticas; un texto inteligente que no por ello sacrifica el encanto y la intriga que puede suscitar un melodrama hollywoodense, sino que tal vez lo enriquece.

Afortunadamente no todo el cine es así. Afortunadamente está película no dura más de 71 minutos. Afortunadamente hay vida más allá de la imponencia del entorno natural que absorbe a los trágicos campesinos rusos de Sokurov. Para hacer un film hermoso se necesita más que una pequeña intención y un bonito lugar, y unas cuantas ideas de planos preciosistas. Aunque Madre e Hijo hubiese partido de una premisa honesta, no siento así el resultado final. Y al final todo ese dolor y toda esa emoción no ha dejado huella en mí, y yo digo que quizás algunos se durmieron en los laureles y se dejaron consumir por su propio ego y tal como le pasa al otro cine - ya saben cual, el de centros comeciales y restaurantes de comida rápida - se hicieron incapaces de expresar emociones que parezcan '' genuinas ''-

Si pienso en la primera vez que escuché hablar de Amelie y conocí alguna escena de la película y en el día en que finalmente me la vi, completita, y no secuencias expuestas por la profesora en una clase de estética del cine, he de decir que pasó mucho tiempo. La espera valió la pena. La película no ha sido sobrevaluada, en realidad es terriblemente bella. Algo me dice que no le ponga diez. No sé qué tipo de prevención. Podría ser el hecho de pensar que no es el tipo de cintas que considero mi favorito. Mucho romance quizá. Por ahí ya lo decían, es muy alegre, positiva. Pero es terriblemente irónica, remite a muchas cosas, te toca si eres ser humano. No importa cuál sea tu onda, tu condición social, esta es una obra que todo ser humano debería tocar. La forma como se cuenta es muy cómoda y divertida. Amelie frente al televisor verde, fascinante. ¿Quién no se cautiva con la sonrisa de ésta chica?, con esa combinación de inocencia y malévolo ingenio. Es brillante, ella y la película. No soy bueno hablando de planos o juegos con la cámara, pero estoy seguro de que hay un excelente trabajo. Recordaré muchas escenas dotadas de verdadero valor artístico, pero recuerdo como una de las más espectaculares aquella en que Amelie Poulan recoge el álbum de fotos.

Parecería ser ésta una obra especialmente difícil de juzgar, pero no quiero expresar ésta situación a través de la dicotomía cliché de ‘’ la amas o la odias ‘’, porque aunque fuese así en este caso, ¿no son más bien los menos los casos de objetos en cuya valoración existe completa unanimidad?

Nine Songs es decepcionante si se pone en cotejo con ciertas normativas de la construcción del relato cinematográfico. Aunque no es tampoco una obra de ruptura en la medida en que sí contiene algunos elementos de la narración tradicional, y eso plantea un punto medio algo incómodo: existe un universo que se altera por la llegada de alguien y que se va transformando progresivamente hasta que hay un quiebre, aunque estas instancias no sean tan explicitadas como en una película de corte tradicional. A todas luces hay un énfasis, una faceta preponderante – cuyo limpio rescate por parte del film resulta ser su principal virtud -, que se convierte en una suerte de Leitmotiv.

Hay que aceptar que el que unas escenas sexuales, que no tienen intenciones pornográficas y que ocurren, legítima y naturalmente, dentro de la historia, nos resulten chocantes o hiperestimulantes, obedece a unas convenciones no definidas desde el interior del arte, sino desde afuera, desde los condicionamientos morales de la cultura. Así como otros directores quisieron construir sus películas a través del diálogo, Winterbotton lo hizo a través del dialogo de los cuerpos. Evidentemente se quiso rescatar la naturalidad del deseo, de la pasión, de todo lo que surge en el ejercicio erótico. Y por eso los personajes no son artistas sexuales, y es a través de la cámara que se intenta imprimirle una dimensión estética y emocional al asunto, en un tratamiento al que de ninguna manera se le puede considerar vulgar.

Es verdad que inclusive aceptando que se trataba de una producción experimental no todo funciona dentro de su estructura. Como la conexión de la vida íntima de la pareja con las actuaciones en directo de las agrupaciones que no es del todo convincente. Pero nuevamente, ésta crítica va en dirección de los esfuerzos por racionalizar y reglamentar el ejercicio de la escritura de guión, en donde se contemplan lógicas que encadenen y justifiquen las acciones de los personajes de la mejor forma posible. Según estas, es inadmisible que los personajes jamás hagan ninguna referencia a los conciertos a los que van, y que la música no tenga prácticamente ninguna importancia en su vida cotidiana. ¡Mas lo que sucedió con Nine Songs es que se hizo sin guión! Las escenas intercaladas en donde el hombre aparece hablando sobre la Antártica, desde donde se cuenta la historia en Flash Back, tampoco parecen funcionar del todo, aunque respecto a esto hay que considerar que cómo él es quien construye el relato en su mente, es de alguna manera coherente que decida revivir lo que le interesa revivir y de la forma que considera conveniente.

Nunca he sido un fanático de las películas socialrealistas. De hecho, suelo tratar de evitarlas. Así lo hice con ésta, a la que debí ver hace mucho tiempo, pero recién a principios del 2012 le di la oportunidad y tengo que decir que la disfruté a plenitud. Es una verdadera pieza maestra. Como se ve, como se oye, como está estructura, como está contada, la forma en que puede ser graciosa y espantosa al tiempo.

Es un reflejo de lo peor y lo mejor de nuestra condición humana. Pero por encima de todas las reflexiones acerca de las realidades problemáticas que recoge, deslumbra por el ingenio de sus realizadores, que supieron cómo hacer una de las películas más dinámicas, con mejor ritmo, que he visto. Un éxito tanto en lo sociológico como en lo estético.