Los elogios se han desbocado. No hay que tocar las campanas. La película es interesante pero no descubre nada nuevo, nada que no se hubiera contado ya así ochenta y cinco años atrás. Tampoco "The artist" inventaba nada, pero la historia era estimulante para cualquier mirada. Había una emoción simple en ella, pero funcionaba. Aquí alguien llora y tú no lloras. Alguien ríe y tú no ríes. Esta Blancanieves bizarra, goyesca, expresionista, solanesca y buñueliana, no alcanza todo lo que pretendía. Es buena. Es hermosa en muchas fases, pero el conjunto está descompensado, con una presencia excesiva de folclore gratuito y un drama inexistente. Demasiado toro. Demasiada pandereta. Demasiada estampa carpetovetónica. Sugerente. Estimulante. Pero no fascinante. No memorable. No inolvidable.

La película presenta la excelente factura que cabe esperar de un maestro como Scorsese pero, también, adolece de algunos de sus vicios, de cierta tendencia a ofrecer mucho ruido y pocas nueces. A esta obra le sobran minutos; sobre todo, minutos con escenas primorosas de pesadillas y alucinaciones, y le falta algo de una inquietud que no terminan de transmitir los personajes que deberían transmitirla. Leo está solvente pero sigue lastrado por un rostro aniñado que no logra ocultar su barba lampiña. Ben Kingsley, eficaz, como siempre. No es todo lo buena que parece ser.

Esperaba más de esta alabada ópera prima.
Que sí, que hay emociones, pero afloran a pinceladas pequeñas, como gotas de pintura en un cuadro impresionista. Que lo miras a distancia y te deja un paso, el rastro de una emoción, una sugerencia; y eso está bien, pero no es una sensación compartida por todos, es lo que cada uno pueda ser capaz de recoger de esas veladuras, de esas diminutas gotas de recuerdos plasmados en imágenes un poco ensimismadas.
Que sí, que la cámara -por momentos, agobiante por la proximidad- busca la mirada de la niña pero el relato no avanza desde esa mirada interior, o no se percibe, sino "con la niña" en pantalla, que es distinto. Por cierto, que podían haber buscado a una niña con más cara y mirada y rostro y fragilidad de niña, porque ésta transmite una madurez y una actitud espartana ante lo que se le viene encima que, salvo algún llanto inevitable por el guión, no despierta empatía por su desgracia y su desamparo.

Interminable memez.
Thriller que empieza a naufragar en el momento que David Fincher concede el protagonismo a dos actores tan limitados como "el buen director" Ben Affleck y "la chica Bond", Rosamund Pike. Dos intérpretes de museo de cera.
Y, luego, la historia; una tomadura de pelo de principio a fin, plagada de estereotipos, de tópicos mal contados, de ridículas e insulsas trampas que van salpicando una narración inverosímil de la que uno nada puede creerse ni tomarse en serio.
Un fiasco.
El típico bodrio literario de gran consumo llevado a la pantalla, tal cual.

Obra de hermosa factura pero de personajes tan tenues, tan "sedosos" que no circula una sola gota de sangre por sus venas. La actuación de Pitt es de una lisura y de una ausencia de emociones propia de un replicante. Al espectador le resulta del todo ajeno lo que pueda sucederle a él y al resto pues, en ningún momento, hay un mínimo atisbo de dramatismo en alguien que cruza la vida con una "curiosidad" inverosímil.