Película de terror. Mierda hirviendo que quema todas las neuronas a su paso por nuestros indefensos cerebelos. Una involución de la humanidad. Film subdesarrollado.

Nunca alguien que buscó expresar lo trascendental hizo un ridículo mayor. Filosofía empalagosa declamada. Nocilla emergiendo lentamente de las bocas de los actores hasta derramarse.

Sus pedantes coloquios, donde se echa de menos a algún extra ahorcándose o sufriendo un síncope tras un ataque de risa, podría convertirse en una de sus peores pesadillas.

El alarido de una hiena ronca, esputando y con carraspera es mejor guión.

Que vuelva la Inquisición por un día.

Este suplicio nos hace envidiar a Hellen Keller por unos instantes.

La noche de su estreno dicen que vieron al zombie de Dreyer intentando suicidarse.

Esta película no deja de ser un monumento megalómano a la personalidad de su creadora, Elizabeth Gilbert, que parece querer poner los dientes largos a todas sus amigas dejando bien claro en cada línea de libro o de guión que tiene un mundo interior tan profundo como la fosa de las Marianas, que cuando está en Bali se parece a Julia Roberts y que ha vivido en la encantadora Torre della Scimmia en pleno centro de Roma bebiendo vino entre hombres encantadores que, increíble pero cierto, hablan italiano. "Sorprendióse un portugués..."

Por no hablar de su "charm" personal que hace que incluso cuando va a comprar puerros al súper en la India, el mercadillo entero hace cola para entablar amistad con ella.

Por no hablar de su anécdota estrella; dejarse un pavo sin descongelar.

No se preocupe si no le hace gracia. No ha perdido su alma en una tómbola de barrio, es que simplemente, ha entrado en contacto con un microuniverso llamado Eat, pray, love.

Si Italia se resume en ver un partido de la Roma, reírse gilipollescamente mientras se sorbe un spaghetti o aplaudir una palmada callejera en el culo, esta mujer, tan ensimismada consigo misma, ha conseguido todo lo contrario a lo que se presupone debe hacer un buen observador: sumergirse en la realidad y desgranarla, no deslizarse en patines sobre la capa de clichés más trillados y manoseados de la historia.

Hubiera bastado con enseñarles las fotos a sus amigas neoyorquinas en un aburridísimo pase de diapositivas, o erigirse una estatua de bronce de 50 metros de alto, pero lamentablemente para el resto de los mortales, resulta que Elizabeth es escritora. Escritora, siempre encantada de conocerse a sí misma y creadora de un nuevo género que amenaza con infectar a todas las fans de Oprah, el de la "perogrullada gastronómica de autoayuda feminista".

Si algunos de los presentes no saben que comerse una pizza es placentero, sin lugar a dudas este larguísimometraje cambiará sus vidas. Para siempre.