Tras la esperanzadora irrupción del episodio VII de la aventura galáctica por excelencia, uno acude al estreno de la octava entrega con una mezcla extraña de emoción e incertidumbre. Suena la reconocible música inicial y un intenso hormigueo recorre sus miembros y eleva sus folículos pilosos.
Visiona la primera escena y todo parece en su lugar, reconociendo situaciones, paisajes, batallas y ... se acabó.
A medida que el metraje (excesivo a todas luces) va avanzando y las situaciones presentándose todo se vuelve absolutamente descorazonador y tornándose desconocido, hasta alcanzar momentos verdaderamente sonrojantes.
El sinsentido es tal en un determinado momento, que da la sensación que nada en la película funciona (personajes como pollos sin cabeza, una desacertada dirección, un guión con mas agujeros que un queso gruyere y unas pobres escenas de acción) y que el único propósito de todo esto es el consabido ¡ clin, clin, caja! y para que uno se pregunte hacia donde se dirige este despropósito.
Creo que me voy a desapuntar. Un espanto.

No es fácil plasmar en cuatro frases lo que esta película significa para alguno de nosotros, viejos y febriles seguidores de los personajes superheróicos que hicieron posible genios como Stan Lee o Steve Ditko( entre otros muchos); no es fácil describir la emoción y nerviosismo que nos producía, en la antigua época de los cómics, la angustiosa espera de la siguiente entrega y el mar de absurdas especulaciones en la que nos embarcábamos toda la pandilla hasta que el nuevo ejemplar caía en las manos de alguno de nosotros. La factoría Marvel constituía uno de los principales alimentos de nuestros sueños. Y ver que hoy tus hijos sienten, se emocionan, sufren, disfrutan y especulan como tú hiciste es algo que nadie se hubiera atrevido a soñar. ¡Y que gustazo da!.
Dicho lo cual, todo lo que yo pueda transmitiros a través de este medio en torno a la última aventura de estos VENGADORES (una sola película con dos partes) se quedará corto ya que no voy a entrar en análisis fílmicos profundos para algo que entronca con una de las partes más felices de mi infancia, ese rinconcito que es solo tuyo, y que, por tanto, no me permitirá ser nada objetivo.
Solo puedo decir GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS y, así, hasta 3000, a todos los que habéis contribuido para hacer posible este milagro.
Y a todo el que esté leyendo esto... estáis perdiendo un tiempo precioso... corred, insensatos, a las salas sin dilación...

Estamos aquí ante una deliciosa comedia (en los albores del cine sonoro) en la que aparece una majestuosa Irene Dunne en uno de sus primeros papeles protagonistas, acompañada por un excelente Pat O'Brien y unos secundarios de lujo.
A pesar de notarse algunos rasgos heredados del cine silente -todos trataban de adaptarse rápidamente a la nueva forma expresiva- eso no impide que la historia transmita amabilidad y un "buen rollo" constante. Una gratificante ironía discurre a través de los diálogos para conducirnos a un final sin sorpresas pero que nos deja un magnífico sabor de boca.
La película constituye un auténtico ejemplo para entender como se fue levantando y fijando este maravilloso arte llamado cine; como con cuatro decorados, un buen guión y unas ajustadas interpretaciones pueden encender los sueños de mucha gente. Además, Irene Dunne canta... Buena.

Si a un veterano (ya muy veterano) y conspicuo seguidor de las historias superheróicas Marvel le hubieran dicho en esos ya antediluvianos tiempos de la editorial Vértice y sus ansiadas novelas gráficas que vería trasladado todo ese mundo a la pantalla grande con la autenticidad y amenidad de hoy en día, simplemente no se lo hubiera creído.
Todo el Universo marvelita actual (desde ese primer Iron Man hasta la Black Panther actual) desembocan en esta apabullante, gigantesca, desbocada y absorbente primera parte de la tercera entrega de los Vengadores. Con algún que otro matiz, los responsables de esta plasmación fílmica, han ido siguiendo los mismos pasos que, antaño, siguieron los editores con las historias gráficas: Presentación y desarrollo individual de cada superhéroe, con el progresivo ahondamiento y profundización en su personalidad y circunstancias; cruce entre dos o más héroes para gestionar una situación algo más peliaguda y enfrentar las distintas personalidades con magníficos resultados para desembocar en la creación de un super grupo como los Vengadores para situaciones de nivel alfa.
Y toda esta trayectoria era seguida con verdadero nerviosismo por cada uno de nosotros al esperar la siguiente entrega en papel..
Esta "Vengadores: Infinity War" aparece como la culminación de todos los caminos emprendidos en las anteriores entregas de cada héroe, una mastodóntica, apabullante, sobrecogedora entrega que te deja sin aliento desde su primera escena, hace que el tiempo se encoja durante su desarrollo y te deja con unas ansias de más como pocas veces se ha conseguido.
Con una estructura muy estudiada para que cada personaje continúe creciendo a medida que avanza la trama, con alguna presencia sorpresa que otra, con un malo que presenta matices más allá del malo malísimo al uso, con múltiples escenarios donde se desarrollan las simultáneas acciones, un montón de guiños a los más acérrimos seguidores, con unos momentos de humor verdaderamente logrados, con las escenas de acción marca Russo y con unos efectos que sirven para potenciar y elevar la historia, esta parece la cinta de superhéroes definitiva. Si la historia es cerrada más o menos bien, tiene toda la pinta de que, con el tiempo, acabe convirtiéndose en un clásico de este tipo de cine.
Simplemente acongojante (sustitúyase por el taco).

Joya del cine mudo del maestro de maestros Fritz Lang. Asistimos a un sorprendente espectáculo en el que se sientan unas bases fílmicas que veremos posteriormente en infinidad de ocasiones (la cuenta atrás en los lanzamientos es el más evidente) y también abre la ciencia ficción a la aplicación de los últimos adelantos técnicos en sus tramas.
La utilización de los efectos especiales es, simplemente, inmejorable (pensemos que estamos hablando de 1929). Quizá su duración sea algo excesiva. Absolutamente imprescindible.