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España España · La Vaca de Muchos Colores
Críticas de Pierrot Le Fou
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
10
27 de agosto de 2007
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos historias paralelas se acarician sin tocarse en el Hong Kong contemporaneo al ritmo vertiginoso de una ciudad entre la modernidad y el cotidianismo más arraigado. Historias humanas, vidas anónimas que se encuentran y se enlazan como oasis inconexos de la vida cosmopolita, redescubriendo que más allá de los rostros desconocidos, en cada cruce fortuito, en cada mirada furtiva, hay personas que sienten, sueñan, sufren y sonrien intentando escapar de sus fracasos pasados. Personajes con obsesiones, con puntos de vista particulares, viviendo una vida desde la óptica única e irremplazable de la propia existencia, en los que descubrir que aquellos con quienes te cruzas un instante en un puesto de comída rápida poseen un inmenso mundo personal que solo ellos conocen y que, seguramente, solo pueda ser descubierto en las fórmulas químicas que tiñen de colores e imágenes el nitrato del celuloide.
Pierrot Le Fou
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6
27 de agosto de 2007
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es cierto, los decorados son pobres.
Es cierto, los actores son malos.
Es cierto, los diálogos son simplones y absurdos a veces hasta rozar la extravagancia, pero...

¿Realmente es la peor película de la historia...? Desde luego, está bien que se le dé ese título, ya que sin él es una película que de otra forma nadie vería, pero, aun así, y pese a sus limitaciones, tiene bastante más encanto que las fantochadas hollywoodienses que llenan las salas hoy en día. Fondos planos, mesas de oficina simulando ser centros de mando de una nave espacial, platillos volantes a los que se les pueden ver los hilos, imágenes documentales penosamente mezcladas con los trozos de metraje original, un Bela Lugosi que se muere a medio rodaje y, para poder continuar "sin que se note", a su sustituto se le tapa la cara con una capa durante toda la película mientras la única escena que quedó de Bela es repetida una y otra vez ante la mirada perpleja del espectador... Una pelí, en fin, en la linea de la ciencia ficción de la época (La moralina extraterrestre es clavada a la de Ultimatum a la Tierra) rodada con las limitaciones de un presupuesto escaso y que, pese a todo, por lo menos no frustra al espectador con un bombardeo continuo de frases lapidarias metidas con calzador al modo del Land of the Dead de Romero.

Mala cinematográficamente, pero infinítamente más soportable y menos estúpida que las paradojas sentimentaloides de los personajes del 80% de las pelis americanas de la actualidad.
Pierrot Le Fou
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7
30 de octubre de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cierto es que la historia era una vuelta de tuerca más a un tema de lo más manoseado, pero uno tiene la buena fé de pensar que obviamente Coixet sabía lo que hacía y que eligió tal argumento precisamente para poder centrarse, heredera más que nunca de sus adorados Wong Kar-wai y Christopher Doyle, en un ejercicio de estilo en el que toda la inmersión es cortesía de la atmósfera y poco o nada de la historia. El problema es que todo lo inmersivo de esa atmósfera, genialmente logrado a través de un magnífico trabajo de localización y fotografía, se pierde con la horrenda, HORRENDA interpretación de López, que es incapaz de hacer creible ni un solo sentimiento de su personaje; mala entonación, mala gesticulación, mala expresión (e, incluso, malas frases para su personaje, a todas luces el peor parado del guión con diferencia). Una pena porque, con otro actor en el papel (entre los que fuimos a verla se barajó Tosar en el papel de cincuenton español vendedor de vinos, pero tal vez alguien más joven hubiese quedado mejor) la película hubiese ganado en credibilidad y emotividad, además de demostrar que Coixet es capaz de filmar EXACTAMENTE igual (mismo ritmo, mismo tipo de fotografía, misma temática intimista) que como lo hacen muchos de los mejores exponentes del cine asiático actual (Sexta generación China, nuevo cine coreano, etc. etc. etc.)
Pierrot Le Fou
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6
30 de octubre de 2009
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"I'm a Cyborg..." es la historia de una chica que, creyendo que su apariencia humana no coincide con su verdadera naturaleza robótica, abandona las costumbres y actitudes habituales para empezar a comportarse como si realmente hubiese sido diseñada para sobrevivir en el mundo como un robot desamparado. Así, las lógicas interacciones que a un autómata llenarían de energía y otorgarían satisfacción, como recargarse con cables conectados a una toma de alto voltaje, alimentarse de pilas en vez de alimentos o preocuparse más por cumplir las (desconocidas) órdenes de sus creadores que por atender a sus obligaciones humanas acaban dando con sus huesos (¿O circuitos?) en el manicómio, donde una ristra de superextravagantes personajes se mezcla con nuestra amiga amenizando el por otra parte bastante flojo devenir de los acontecimientos. La inocente protagonista nos deleita con felices ocurrencias envueltas en un cierto halo de dramatismo heredado de uno de los tópicos más explotados e interesantes del cine y la filosofía: Si es un cyborg… ¿para qué ha sido creado…? ¿Cuál es la razón de su existencia…? (O, más humanamente: ¿Quiénes somos, de donde venimos, a donde vamos…?). Sin embargo, todo el desarrollo y la elucubración que se puede esperar de tan prometedor planteamiento se queda en una mera inquietud de la protagonista que no es explotada por el director en tales direcciónes. A cambio, Park nos deleita con otras propuestas igualmente intimistas y humildes como la particular visión del mundo de un cyborg que intenta comunicarse y dialoga tiernamente con el resto de aparatos eléctricos que encuentra, que recarga su energía lamiendo los polos positivo y negativo de las baterías o que fantasea casi humanamente con acribillar a balazos a los responsables del encierro de su abuela en un sanatorio para ancianos. Pese a que constantemente aparecen filones arguméntales (como la prohibición a la cyborg de desarrollar sentimientos como la compasión o la tristeza, lo que la convertiría en un ser viviente definitivamente humano), estos no son desarrollados en la película, con lo que quedan relegados a un mero papel anecdótico que deja al espectador un remarcado sabor a poco. Finalmente, la originalidad de los personajes secundarios, inmersos en extraños comportamientos propios de su condición de internos de manicómio, queda igualmente desaprovechada, con sus apariciones limitadas a una simple presentación que, con una sola excepción, no ejercen ninguna influencia en el argumento o el desarrollo de la historia.
En definitiva, una película que pese a hacer gala de una estética más que notable (sobre todo en lo que a cromatismo se refiere) y brindar una cantidad de propuestas inteligentes y originales, no acaba de culminar ninguna de sus virtudes con un desarrollo completo y dedicado, dejando una sensación de inconclusión bastante agria en el espectador (que se ve engrandecida cuando se piensa, una vez más, en quien es el responsable de tan chocante aventura).
Pierrot Le Fou
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8
11 de febrero de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras una larga ausencia Wong Kar-Wai vuelve a sentarse en la silla de director para brindarnos una película que, si bien no es completamente ajena a sus escenarios habituales (recordemos que "As Tears go By" y "Ashes of Time" ya tomaban el tema de la lucha y las artes marciales como punto de referencia), si supone un nuevo paso en el modo de trabajar de uno de los directores más aclamados del cine asiático actual.

Y es que The Grandmasters, como no podía ser de otro modo viniendo de quien viene, presenta una fotografía sublime con un registro de colores, una atención por el detalle y una concepción de los espacios que encandila, deleita y sorprende desde el primer momento. Así, incluso en las vertiginosas escenas de combate (la "gran" novedad de la cinta con respecto a los ritmos y situaciones a las que nos tiene acostumbrados el director), podemos encontrar el sello de identidad de un maestro que, alejándose de la voluptuosidad, colorido, magnificencia y hasta extravagancia de las producciones más recientes del género (pienso en "Tigre y Dragón", "Hero", "La Casa de las Dagas Voladoras", etc), se centra en la contundencia, la técnica y la ferocidad de la lucha para ofrecer un espectáculo visual donde, increiblemente, los pirueteos o la presentación excesivamente coreografiada de otras cintas están aquí completamente ausentes. No encontraremos en The Grandmasters luchadores saltarines, combates que más parecen bailes o efectos especiales que convierten el arte marcial en un teatro efectista para el forzado deleite del espectador. Y sin embargo, el genial tratamiento de dichas escenas, con cuidada atención a cada golpe, bloqueo, giro y posicionamiento o desplazamiento de los pies de los contendientes, les confiere tal atractivo que engancha y deleita gracias también a un magnífico uso del sonido, que en todo momento engrandece y enfatiza la contundencia de la batalla. El trabajo de cámara, por su parte, brilla con luz propia cuando, unido a una edición y un montaje más que sobresalientes, nos permite disfrutar de unos combates donde la ferocidad de la violencia dialoga armónicamente con la delicadeza de los detalles y los lentos primeros planos, dando lugar a un ritmo muy particular que, sin verse forzado pese a lo complejo de dicho tratamiento, confiere una notable personalidad a cada escena. Todo ello enmarcado en unos escenarios cuya atmósfera (un lluvioso y oscuro callejón en medio de la noche, una nevada estación de tren azotada por el viento, la recargada estancia de una "Casa de Placer" de la china de los años treinta...) dota a cada escena de una ambientación completamente única y cargada de personalidad.

No se queda atrás tampoco, como también es habitual en las cintas del autor, el excelente trabajo del equipo artístico. Esta vez, bajo el paraguas de unos años 30 que se debaten entre la pervivencia de la cultura tradicional china y el advenimiento de la modernidad industrial de principios del siglo XX, asistimos a una bella caracterización de escenarios y personajes en los que todo elemento, desde los uniformes, trajes y vestidos de l@s protagonistas y secundarios hasta la decoración de las salas, escuelas y exteriores, está cuidado al detalle. Una delicia estética que combina sabiamente abundancia y austeridad sin caer en ningún caso en el boato y sobrecarga.


Por último, cabe resaltar el que a nuestro juicio es el punto más flojo de esta nueva película; el tratamiento del argumento y la historia. Bien es sabido que Wong Kar-Wai no es precisamente un devoto de las reglas del guión y la planificación previa. De hecho, es usual que el director conciba y construya cada escena directamente cuando se encuentra frente al escenario elegido para cada circunstancia. En The Grandmasters, sin embargo, este método libre, improvisado y “rebelde” que tan buenos resultados dio en su filmografía previa (sobre todo en títulos como Days of Being Wild, Chungking Express o Fallen Angels) pasa factura ante las dificultades de imbricar una historia compleja en la que personajes, contexto histórico, teoría, práctica y evolución de las artes marciales y vivencias personales interactúan entre ellas como si de un protagonista más se tratara. Así, ante el habitual cambio de foco hacia las historias de los personajes que enriquecen el universo personal de Ip Man, el supuesto protagonista, en ocasiones resulta complejo para el espectador encontrar un hilo conductor que mantenga la atención e interés y permita agarrarse al centro recurrente de la trama que se está narrando. De hecho, si comprobar como el protagonismo se alterna alternativamente entre el personaje masculino y el personaje femenino de la historia resulta un atractivo notable (llegando incluso esta última a eclipsar en interés y actuación a la del propio Ip Man), en ocasiones dicha dualidad afecta a la continuidad del relato sin que el espectador comprenda muy bien como se ha llegado a cierto punto de la historia del otro. Sensación que se ve acentuada ante los constantes y difíciles cambios de ritmo de la película; de frenéticas (y excepcionalmente realizadas) escenas de acción a lentos monólogos interiores o descripciones de contextos que de nuevo se ven súbitamente interrumpidos por una nueva pelea, disputa o tensión dramática. Un ritmo atragantado en el que cada una de las partes es una pieza perfecta y bien construida, pero que difícilmente encajan entre sí de manera armónica al contemplarse en conjunto como una sucesión de acontecimientos.

En definitiva, una cinta notable por su factura técnica, visual y artística que deja de lado el estilo rebelde y dinámico de las primeras producciones de Kar-Wai para dar paso a una etapa de “madurez” en la que la perfección estética y formal relevan a las imágenes borrosas, los escenarios caóticos y las cámaras imprecisas de sus etapas previas, alejándose igualmente de los “cánones establecidos” del Nuevo Cine de Artes Marciales inaugurado ya hace años por Ang Lee con su Tigre y Dragón.
Pierrot Le Fou
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