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España España · Zaragoza
Críticas de Deckardio
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
3
11 de abril de 2021
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es indudable que Christopher Nolan es uno de los directores que más arrastra a la gente al cine. Es de la generación que, sumada a unos estudios que se apoyan en franquicias de personajes en mallas, ha venido a sustituir a los Spielberg, Lucas y compañía, también conocidos por ser los cimentadores del “mainstream familiar”: negocio redondo para la industria durante décadas por vender cubos de palomitas de cuatro en cuatro y pernicioso -en general y con excepciones- para la difusión entre el gran público de la película entendida como obra de arte. Pero no venimos aquí a hablar de mis chaladuras teóricas sobre el cine, sino de las chaladuras fílmicas de Nolan. Y es que la ha vuelto a liar.

Nadie puede negar que como esos señores citados anteriormente, el director británico sabe desenvolverse -a veces incluso espectacularmente- en el manejo de la imagen, tanto en un contexto visual reducido (Memento, Insomnia) como en entornos plásticos más amplios (Trilogía de «El caballero oscuro», Dunkirk, Inception o por citar el caso más extremo poniendo el universo como límite, Interstellar)- Sin embargo es una tónica en el cine contemporáneo el hecho de que esa gran capacidad de manejo de lo visual se diluya en una historia mediocre, como es el caso de Tenet. No es el propósito de este texto hacer un repaso de la obra del «Cristofel», pero diré sin sonrojarme que le ha quitado el trono (aparte del de oro) de los deus ex machina (vamos, sacarse de la gorra giros de guion injustificados) al señor Spielberg. Salvando las ya citadas Memento, Insomnia (esta un poco menos), Batman Begins con su secuela inmediata (perdonamos cosas por ser un género de “fantasía”) o sobre todo Interstellar (aunque cada vez se me hace más insoportablemente largo el final) el resto de obras tienen unos giros tan absurdos de la trama que directamente las destrozan, incluyendo su primer trabajo -algo desconocido- Following. Y encima, como otra marca de la casa “nolaniana”, con una extensión injustificadamente grande. Y es que con Tenet yo ya no sabía como poner mi culo viendo a gente andando «pa’trás» durante más de dos horas (o durante más de dos horas viendo a gente andando «pa’trás» no sabía como poner mi culo yo ya: mira Nolan, yo también sé). Sí, uno ya va peinando canas y le molestan más sitios del cuerpo que antes cuando está un rato quieto, pero si la historia es interesante aún se me olvidan los achaques. No ha sido el caso.

Y en definitiva, ¿de qué va esto? Fácil, cojan un plan absurdo de peli de James Bond con villano psicópata incluido ¿recuerdan a Goldfinger asaltando Fort Knox pero no para robar el oro, sino para hacerlo radiactivo de modo que el suyo valiera más? Qué maravilla. Pues aquí resulta que (en spoiler) Pongan a gente hablando y andando para atrás en relación con ese plan «chorras» y ale, dos horas en torno a eso y a que si te da una bala que tiene la entropía torcida ¿? duele más ¿¡!?

Con respecto a las interpretaciones, poco que añadir. Si ha habido «cachondeito» -en ocasiones con razón- respecto a la “nolanización” en el cine de superhéroes, debido a la introspección que este director mete en algunos personajes de su trilogía del hombre murciélago, pues aquí el señor se va al otro extremo y no puede presentar a gente más sosamente arquetípica: el bueno muy bueno, el amigo del bueno, la chica atormentada y el malo muy malo. ¡Y de nuevo en un metraje sin fin, que ya es difícil! Poco más acabamos sabiendo de estos seres más allá de esas alineaciones a lo Dungeons & Dragons. Bueno, no, que el juego de rol es mucho más rico en matices y en diversión que este filme. Lo digo en serio.

En fin, Nolan nos vuelve a demostrar que es digno heredero de sus mayores en el cine comercial: mucho medio para pocas nueces. Y encima aquí lo visual raya lo risible porque parece que a ratos la cinta se rebobina sola («yo, crecí en los ochenta y sobreviví haciendo…» ya saben). En definitiva su filmografía se va decantando inexorablemente por el lado de lo terrible (e inacabable). Dice que le gustan las salas de cine y que vayamos a ellas. Pues conmigo está siendo igual de atractivo que el ajo para los vampiros y no, no voy a hacer coñitas con el Pattinson. Por lo menos aún nos queda Villeneuve. Me voy a ponerle una vela.

Esta es una crítica completa, con ligeras modificaciones para evitar los spoiler, escrita por Víctor Deckard y publicada también en la página podcaliptus.com (análisisis de cine)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Deckardio
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6
11 de abril de 2021
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Nos encontramos aquí con una obra interesante por diversos factores. Comencemos diciendo que es una película de Nigeria, país que cuenta en la actualidad con una industria cinematográfica tan potente que es la tercera más importante del mundo, tras la estadounidense e india. En el año de producción de la película (1985) esta factoría masiva de cine -a la que también se cita con el nombre de Nollywood como guiño a su relevancia- aún no había despuntado, pero se la puede considerar un precedente de lo que estaba por llegar en el país africano, por ejemplo con la elección del idioma inglés -en una clara vocación de proyección exterior- para los diálogos.

Por otro lado, la elección del tema de los muertos vivientes y como es tratado en esta película, aporta elementos atractivos desde varias perspectivas. En primer lugar, vemos como los elementos canónicos de la primera ola del género con los zombis de movimientos lentos, popularizados por George A. Romero en «La noche de los muertos vivientes» (Night of the Living Dead, 1968) llegan a todos los rincones del planeta. Sin embargo la obra que nos ocupa aporta elementos particulares de la cultura en la que se enmarca, lo que ofrece información de reseñables factores antropológicos, como el uso del «polvo zombi», algo que ya impactó en la posterior «La serpiente y el arco iris» (The Serpent and the Rainbow, 1988) de Wes Craven. De hecho, el ámbito zombi sufre todo un sincretismo que evoluciona hasta la segunda ola más reciente y que eclosiona con obras como «El amanecer de los muertos» (Dawn of the Dead, 2004) -magnífico remake por parte de Zack Snyder de la original de Romero- o «28 días después» (28 Days Later, 2002) de Danny Boyle; pero tiene unos orígenes ancestrales entroncados en la cultura africana que se pueden percibir en esta película y que luego se trasladarán a Estados Unidos a través de las colonias esclavistas del Caribe, siguiendo un camino similar al de la música afroamericana, . No obstante, si este elemento cultural es interesante no es el único, pues en Witchdoctor se percibe -a través de sus dos principales antagonistas- el choque entre el monoteísmo cristiano, representado aquí por el buen sacerdote, y el ámbito tribal y pagano, que se nos aparece en esta ocasión como el oscuro o demoniaco, así como útil para los intereses egoístas del villano personificado en el brujo de la aldea, quien usará sus conocimientos sobrenaturales para ejercer un opresivo control social sobre sus convecinos. Es una lucha de creencias que ha sido muy real en el continente africano en la modernidad, pero en definitiva también durante toda la historia del monoteísmo pues éste, al no ser capaz de aceptar otras creencias como verdaderas por su concepción de único Dios verdadero, se ha enfrentado a ellas. Es un choque que en el ámbito anglosajón podemos ver en la más que notable película «El hombre de mimbre» (The Wicker Man, 1973), dirigida por Robin Hardy con magnífico guion de Anthony Shaffer, y que en ese sentido está emparentada con la obra que nos ocupa.

Con todo lo dicho, creo a mi entender que la película que analizamos merece un respeto. Es fácil olvidarlo si nos atenemos exclusivamente al ámbito formal, que llama la atención a unos espectadores occidentales acostumbrados a producciones cinematográficas con un acabado -al menos en lo visual, aunque no siempre- con unos mínimos de calidad. En ese sentido, desde nuestros ojos es cómico ver una película como esta en la que los despropósitos técnicos se suceden. Por citar algunos ejemplos nos vamos a encontrar con escenas diurnas cuando supuestamente es de noche, un maquillaje de escasa calidad, efectos especiales de baratillo cuanto menos, cortes repentinos o estridencias súbitas en la música, una actuación amateur con poses exageradas (aunque en este sentido recuerdan entrañablemente a la primigenia forma de actuar del cine mudo) o secuencias artificialmente alargadas para incrementar el metraje, estrategia de innumerables películas de bajo presupuesto, siendo uno de los mayores exponentes en esa técnica «R.O.T.O.R» (R.O.T.O.R. Cullen Blaine, 1989). Verla desde exclusivamente esta perspectiva puede ser -en mi caso lo es- divertido, sobre todo en grupo, pero dejará de lado otros elementos que como decimos enriquecen la obra y que pueden ser tenidos en cuenta. Tampoco conviene caer en una especie de reactualización del mito Rousseauniano del «buen salvaje», ya no sólo por una despectiva concepción paternalista desde nuestra cultura, sino además porque no todo lo que se hace con pocos medios o bajo presupuesto es inocente o un canto de amor al cine, ya que como decimos, Nigeria -lo que también se puede señalar con India- cuenta con una industria cinematográfica y, como tal, lo que busca es ganar dinero a través de una lógica en muchos casos estrictamente mercantilista. Con la poca información disponible de la producción de Witchdoctor of the Living Dead, no podemos saber a qué grado de pasión por el séptimo arte responde, pero la dinámica de la pura ganancia es una perspectiva que no conviene perder de vista cuando veamos algunas películas baratas.

En definitiva y resumiendo, nos encontramos con una película bastante desconocida dentro del género, que puede resultar divertida de ver por sus carencias técnicas, pero que además nos cuenta una historia coherente y que, a la vez, nos pone en la pista de ciertos elementos antropológicos y culturales que pueden resultar atractivos.

Algunas anécdotas: La obra está rodada en inglés, algo frecuente en las producciones nigerianas para que tengan más proyecciónl; la película ha sido dada a conocer en pequeños círculos en España gracias a José Viruete y su programa «Videofobia», así como a los integrantes del podcast Campamento Krypton en el ciclo de cine «La monstrua de cine chungo», en el que se emitió preparando subtítulos especialmente para la ocasión.

Esta es una crítica completa publicada también en la página podcaliptus.com (análisis de cine)
Deckardio
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