Cuñados: Comedia ligera, aunque no simple, que parte de un argumento básico y eficaz, secuestro express para pagar una deuda.

La historia tiene el metraje adecuado, sobre la hora y media, y se va narrando al compás de un acento galleguiño que endulza los oídos. Además, exhibe con profusión dos productos de relamión, el pulpo y el ribeiro, ambos muy beneficiosos, ya que en determinados momentos ayudan a relajar los ánimos de los personajes. Y, por último, se vale, para aderezar la trama, de otra pasión entre las gentes del lugar, el COB, Club Ourense baloncesto, que, visto lo visto, parece que desbanca al futbol en preferencia, lo que plantea una valiente elección.

En fin, que uno termina simpatizando con las ocurrencias de los cuñados y su disparatado plan y es que hay que decir que, en su torpeza, estos tipos conforman un trío entrañable. El resto del elenco acompaña acertadamente y nadie desentona y eso que cantan bastante en algunas escenas.

El embrollo, como no podía ser menos, se resuelve entre comidas y tiros a canasta de lo más originales, y ahí lo dejo.

Me encanta el cine en las ocasiones en que con poco se consigue mucho.

Nadie merece irse de este mundo sin experimentar Blade Runner, porque perdería la oportunidad de disfrutar de algo irrepetible. Será por su estética, la trama, los personajes, la ambientación, con toda esa mixtura alucinógena. Puede que sí. O será porque no es poco lo que encierra: Ciencia ficción, cine negro, género policíaco, película de acción, drama, que se imbrica y enardece hasta eclosionar en la más insospechada historia de amor. A lo mejor es por sus personajes apasionantes, originales, enigmáticos, perdidos en su naturaleza, como si ninguno deseara estar allí; quizá por la inspiración de aquellos que se cosieron a su piel, el equipo actoral, o por los que dieron las puntadas, el equipo técnico. Puede que fueran los momentos de tensión en el plató, las desavenencias y malos entendidos, esa improvisación y desajuste que provoca grandes cosas, desde el desastre a lo sublime. Dicen que los buenos artistas aprovechan las crisis para dar lo mejor de sí mismos. Aunque, ahora que lo pienso, debe de ser por su música, delicada, embriagadora, de repente vigorosa, y elegante, siempre elegante, tan bella como un atardecer con dos soles. Todo lo que un espectador podría desear, como telón de fondo, ante la visión de escenas tan reveladoras. ¿Y que revelan?: El ser humano, de dentro afuera, de fuera adentro, y más aún …. Hay grandes obras que surgen sin pretenderlo, y Blade Runner no aspiraba a la posteridad, pero te cautivará. Es un virus que penetra al instante, o quizá se tome su tiempo, y puede que no resulte fácil, porque se percibe con fascinación, porque la belleza descoloca y porque siempre hay que guardar algo para luego. Blade Runner es como un experimento de hipnosis, que se graba en lo más hondo del subconsciente, solo para aflorar un día, cuando al pretender reivindicarte ante el mundo, te urja exclamar: "Yo he visto cosas que vosotros jamás creeríais ...".
En efecto, soy un gran fan de Blade Runner.

Si te gusta la música clásica y las historias de amor descompensadas, hallarás méritos suficientes en este drama músico sentimental de competencias, renuncias y pasiones comunes. Es una historia de últimas oportunidades, con una encantadora y bellísima Amy Irving, admirables sus simulados esfuerzos interpretativos al piano, y con un joven y expresivo Richard Dreyfuss, gran actor, que, como siempre, no necesita ponerse de puntillas para dar la talla.

Las peripecias vitales de un trío de veterinarios en su clínica para animales de granja y compañía ubicada en el hermoso entorno de la campiña de Yorkshire. Chispeantes diálogos y excelente recreación de ambiente, con el toque sutil y distinguido sello de las series británicas de la época. Como era de esperar, tratándose de la BBC, los notables filtros de cámara te transportarán, de una manera sencilla y natural, al pasado de las chaquetas de tweed, los pantalones de franela y las gorras Ascot. Estoy seguro que el día a día de James Herriot, Tristán y Siegfried Farnon, terminará haciéndose un pequeño hueco en vuestra memoria televisiva.
Si habéis tenido la suerte de leer las maravillosas novelas de James Herriot hallareis en esta serie la oportunidad de ponerles cara a los personajes salidos de su ingenio creativo.
Podría deciros que con esta serie no llegareis a reíros a carcajada, pero os llevareis puesta una sonrisa para toda la vida.