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El paso suspendido de la cigüeña

Drama Aléxandros (Gregory Karr) es un periodista que viaja a la "Sala de espera", un lugar del norte de Grecia en la frontera con Albania, que se llama así porque allí se concentran refugiados kurdos, turcos, albaneses, polacos, rumanos o iraníes que esperan un permiso que les permita abandonar ese lugar. El periodista llega con un equipo de televisión para filmar la vida de estas gentes; en un momento dado, cree reconocer a alguien: un ... [+]
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
15 de octubre de 2006
53 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
La continua atracción de Angelopoulos por el Norte nos lleva, en esta ocasión, a un gélido territorio de frontera en el que todos los valores parecen subvertidos. ¿Cómo no pensar en el hilo tenue de la muerte al ver la línea que separa ambos países? No existe un verdadero avance en la "sala de espera" en la que aguardan las almas exiliadas de los refugiados. Todo es vida vegetativa y gris, melancolía esencial y tristeza indefinida. El tiempo queda suspendido, inerte y congelado. Los habitantes de ese microcosmos (que pudiera integrar a todo el género humano) comparten un ¿perpetuo? aislamiento, sin apenas capacidad para comunicarse o comprenderse, cercenados, en apariencia, de las vivencias más profundas de sus semejantes. Todo se muestra como un continuo simulacro, con seres que actúan entre hastiados y abatidos. Abundan en la cinta las escenas memorables: la boda, a caballo entre dos mundos, con el río inexorable en medio de los novios; la primera escena, circular y sobrecogedora, en la que asistimos al rescate de los cuerpos suicidados en medio de una nube de helicópteros; el final, ¡ah, el final!, maravilloso. Con un amarillo deslumbrante, el de los "ángeles" que resplandecen en los postes, tratando de restablecer la comunicación. Una escena fallida: el reencuentro, protagonizado por los personajes de Marcello Mastroianni y Jeanne Moreau; hay algo en su tempo que no acaba de funcionar, pese a la preparación milimétrica de los encuadres y la exquisitez con la que está rodada. Un defecto: una película tan lenta, con un planteamiento tan diáfano, no debería resultar confusa, y, a ratos, adolece de ese vicio. Demasiado aire, demasiada contención, y un exceso de preciosismo retórico que desluce el tejido emocional de aquello que se nos presenta. Una idea tópica: el informador objetivo que no puede evitar su implicación sentimental. La atmósfera de nieve, lluvia y frío da vida al limbo de la espera, donde el desánimo penetra hasta los huesos. El guión parece salido del estudio de un ingeniero del lenguaje y de la imagen (¡qué pulcritud en cada toma!); todo está medido hasta el extremo, las simetrías, las reiteraciones, la inexistencia del sol y de la acción. La falta de utopías e idearios. Y el personaje más logrado de la cinta: el olvido de sí mismo en el silencio de la muerte.
Servadac
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26 de mayo de 2010
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi en el mismo comienzo nos encontramos con uno de los elementos centrales de la película: un río, frontera natural y centenaria, como bien expresara Ivo Andric en su hermosa obra "Un puente sobre el Drina". Sin embargo, en pleno siglo XX, los conocimientos técnicos del hombre han permitido sortear esa inmensa barrera por medio de un puente, algo que puede ser más o menos hermoso en lo físico pero siempre bello en lo que simboliza: la conquista de la naturaleza, la prolongación de caminos cortados y, por lo tanto, la posibilidad de ir más allá hacia lo desconocido; con la salvedad de que este puente contiene en su mitad la frontera entre Albania y Grecia. Nada más paradójico teniendo el cuenta lo que un puente representa. La película esta ambientada en un momento delicado tanto para griegos y albaneses (qué momentos no lo son para estos pueblos, al menos desde la perspectiva externa), a caballo entre los ochenta y los noventa: los primeros viviendo en una sociedad completamente militarizada por el miedo constante a una guerra con los turcos y para mantener blindadas las conflictivas fronteras con Albania; los segundos una sociedad dominada por una paranoica dictadura comunista desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, completamente aislados del mundo exterior sino es a costa de grandes peligros. Para comprender los parámetros en que se mueve esta película hay que tener en cuenta la conciencia griega hasta hace muy pocos años de ser una isla europea en mitad de un mundo hostil, el último reducto de la civilización occidental en oriente (hasta el ingreso de Bulgaria Grecia no compartía fronteras físicas con ningún país de la UE). Esto queda claramente expresado en una frase del coronel griego al encontrarse en mitad del puente junto a Alexandre, su amigo el periodista: "Grecia termina en la línea azul. Si doy un paso estoy en otra parte o muero". Sin embargo, como siempre, el contrabando sigue siendo un lazo conector entre pueblos: "El año pasado una cajetilla de tabaco me costó un tiroteo y la vida de un hombre".

Es hermoso y muy clarificador respecto a la profesión de estos individuos el papel del periodista, Alexandre. El observador impersonal que desde lo alto del balcón, como un ave rapaz se introduce en vidas ajenas, en destinos que poco tienen que ver con el suyo. Los refugiados cuentan sus experiencias migratorias, hablan del miedo a morir, del pasado de muerte que dejan atrás y de lo que esperan encontrar al otro lado y el miedo a no llegar nunca. Alexandre está investigando la misteriosa desaparición de un ilustre político griego muchos años atrás. La obra con la que éste cerró su obra decía: "¿Cómo podíamos dar forma a un nuevo sueño colectivo?".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
davilochi
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7 de agosto de 2010
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
• Nacionalismos •

Ya ha llovido desde los tiempos de J. G. von Herder hasta los éxodos finiseculares de esta película. Pero el filósofo alemán del XVIII −uno de los padres del nacionalismo− me invita a completar los fotogramas desde la perspectiva histórica de un proceso, un viaje o una odisea que finaliza en el punto “balcánico” de «El paso suspendido de la cigüeña». Un punto repleto de refugiados de segunda (albaneses, kurdos, rumanos, etc.) que el director retrata a finales del siglo XX en ese paisaje en la niebla griego donde empezó todo. Una especie de desembocadura de proceso digestivo en un siglo marcado por la fuerza nacionalista (Guerras Mundiales, fascismos, guerras civiles…).

• Pesimismo •

La película traza un sentimiento de pertenencia a la historia desde un pesimismo humanista delator del fin de etapa. Ese siglo de nacionalismos y diásporas toca a su fin y algunos sobran: "res nullius"; humano derrelicto; apátrida.

Al vertedero. A la frontera.

• Lo que fue; lo que será •

Y allí, en ese punto suspendido en ninguna parte, se agolpan los desechos de tantos años de pogromos en vagones como ghettos polacos que se retratan en plano secuencia, resaltando el desfile de diásporas y nacionalidades refugiadas en la frontera silenciosa de un nuevo Babel de consecuencias y teorías sociopolíticas que se preparan para ser ahora marginados en el proceso civilizador de renovado lenguaje económico-globalizado.

• El documental •

La doble distancia de la cámara televisiva en la secuencia del encuentro entre Mastroianni y la Moreau remarca nuestra condición de espectadores. Y de ahí la distancia suspendida; de ahí el extraño tono documental que excede los contornos de realidad estricta en diálogos extravagantes, secuencias plúmbeas como el sueño o el pensamiento y el carácter de rito simbólico de los actos y miradas.

• Entre dos tierras •

La celebración de la boda final aparece como forma de recapitulación, una ceremonia que compendia tradición mística, cielo y árbol. Flotan los siglos en un proceso dialéctico de equipos de televisión y ritos centenarios. Y en ese contraste entre elementos contradictorios sigue sin existir una finalidad de previsión colectiva y solidaria, solo un proceso de selección ideológica que ya viró a selección neoliberal de dos velocidades.

• Humanismos •

Theo Angelopoulos ofrece la decepción y el extravío con una capacidad de disección más propia de alguien que observa el pasado y no el presente. Y sientes cercanas a esas gentes de ritos ortodoxos. Quizás por el silencio; quizás por la tristeza de su anacronismo. Quizás porque ellos, los de “allí”, son personas olvidadas por la miseria del historicismo, el "laissez faire" y el racionalismo constructivista. Es decir, olvidadas por todo. Olvidadas por todos.
Bloomsday
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12 de agosto de 2014
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque tiene un inicio algo flojo – pese a sus maravillosos primeros 5 minutos -, como ya le pasa en Eleni o Paisaje en la niebla, un golpe de genio nos sumerge de lleno en su mundo. Comprendemos que necesitaba media hora larga para describir cuáles van a ser sus cartas. Pero una vez las conocemos, las esconde para descubrirnos su propósito.

En El paso suspendido de la cigüeña Angelopoulos vuelve al recurrente tema de las fronteras, pero de manera diferente a otras de sus obras. La frontera sabemos que está, pero salvo en dos momentos determinados muy separados, no nos la muestra, no se centra en ella. Lo que Angelopoulos nos descubre aquí son sus propias fronteras, las que lo separan insobornablemente de otros cineastas, pues tiene su mundo propio. Pero estas mismas son las que hacen que alcancemos a hallar la comparación, la conexión, con otros autores.

- En Angelopoulos la intriga da paso a lo que nos quiere contar. Es un instrumento, no un fin. La intriga alimenta el verso, no al revés. Llegado un momento, cuando ha cumplido su labor estructural, desaparece. |Antonioni|

- La intriga policial/de investigación progresa mediante miradas, no a través de subtramas, subintrigas, puntos nuevos de retroalimentación. Asistimos, pues, a un acto de conocimiento de los personajes. Estas miradas confluyen con la intriga a favor de la fluidez narrativa (aún asistimos a un espectáculo “narrativo”). |Hitchcock|

- Cuando la intriga, como personaje más, ha realizado su labor, Angelopoulos la elimina del guion. Corte radical. No da soluciones, ni da opción a la pregunta, todo carecía de importancia, pero era necesario. |Antonioni|

- Angelopoulos es un director subyugado por el misterio del cine, de la imagen. A través de ella busca respuesta, descubrir la vida y las emociones|Antonioni|. El protagonista se vale de ella para darnos a conocer los acontecimientos. De toda imagen, de un fotograma, nace una intriga interior, toda tragedia. Desde su punto de vista, con una pequeña cámara siempre presente |cine etnológico, Rouch|, el protagonista, A, que podría ser José Luis Guerín, busca captar el instante revelador.

- Angelopoulos es un director apasionadamente romántico, profundamente romántico, desesperadamente romántico. Está enamorado de las personas. Pero él es un poeta, y sus personajes solo existen en su mundo. Pero también es un filósofo de la historia |Pasolini|, y sus poéticos y únicos personajes representan a cualquier hombre de cualquier tiempo, de cualquier país. Destruye todo tipo de frontera.

- Su amor por la humanidad naturaliza su cine, de extrema belleza e incuestionable profundidad. La nostalgia siempre está presente, pero de ahí nace la felicidad (el personaje de Mastroianni). Es confusa la línea que separa ambas cosas. Cuando sus personajes están tristes en la soledad física que les suele acompañar, entre la lluvia y la niebla, Angelopoulos no les pone en sus manos un libro de Satre. Le interesa la tragedia del hombre mundano. Se refugian en la música y la bebida, la tradición, las raíces |Ford, Kaurismaki|. Entiende a todos los personajes, no les hace preguntas, no discrimina |Renoir|.

- En El paso suspendido de la cigüeña vemos a un Angelopoulos más cercano que nunca al que fue su íntimo amigo Erice. Familia unida mediante el silencio, tren que pertenece a otro tiempo.

- En “la sala de espera”, el microcosmos creado por Angelopoulos para unir las sociedades contemporáneas, nuestro mundo real se convierte en el lugar mítico (Ítaca siempre está presente, pero nunca llegamos a ella; Ítaca no existe – La mirada de Ulises). Un político y un vagabundo son la misma persona. El tiempo permanece suspendido, el paso forma parte de la utopía.

- “El río ruge, el río me llama. Soy feliz.” En Angelopoulos el medio natural es parte de la vida, la condiciona (al final, el agua es la única frontera). Fusión de los elementos |Tarkovski, Whitman|.

- La magia nace de lo cotidiano. |Rossellini|. Sobrecogedora secuencia de la boda: desaparecen las barreras, el cura llega en su rudimentaria bicicleta en medio de la belleza y la emoción nace de lo frecuente en el mundo real. Ausencia de idealismo. El padre se despide de la hija |Erice|.

- El guion está estructurado milimétricamente, aunque irregular, en secuencias. Hay independencia pero interdependencia. |Hitchcock|. Sir Alfred, en Psicosis, elimina a su protagonista llegados a la mitad, aquí Angelopoulos es en ese punto cuando hace que aparezca. Pero, ¿es ese su protagonista realmente? Alterna en la planificación lo documental y la ficción. Y, pese a la claridad de lo expuesto, dificultad para atraparlo. En sol nunca ilumina, los electricista congelan la comunicación.
atletico
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2 de noviembre de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría decirse que es una película demasiado lenta, pero yo no estoy de acuerdo. No estoy de acuerdo porque la duración de los silencios, los planos estáticos, las simetrías, el orden, la geometría, todas esas conversaciones de personajes trastornados por lo absurdo, traumático - y real - de la situación, los acercamientos lentos y delicados, casi a cámara lenta de personajes emocionalmente destrozados, toda esa lentitud es necesaria, porque provoca un gran vacío, una enorme sensación de melancolía en cada acción. Y de intemporalidad. Además está muy bien compensado con las conversaciones entre Alexàndros y el coronel, que aportan frescura de vez en cuando, y si a esto le añadimos más de alguna escena de tal factura estética que nos dejará boquiabiertos varias veces, la película consigue mantener un ritmo de expectación bastante alto y constante.

A nivel técnico me ha parecido impecable. Memorables 3 escenas: El comienzo, muy bueno. La escena del baile está muy bien, porque la tensión entre las dos miradas bascula nuestra atención de un lado a otro según las parejas que bailan, que están en primer plano y al moverse nos van dejando sólo uno de los dos rostros visibles; es un juego muy bonito. El final es memorable... armonioso, evocador, un plano laaaaaargo donde todo funciona como un reloj. Como han dicho por ahí, parece todo salido de un estudio de ingeniería, sí.

Otra cosa que me sorprendió es el dominio de la profundidad, hay escenas donde se superponen en un mismo plano hasta 3 ó 4 niveles, pero también hay que decir que la fotografía ayuda mucho en ese sentido.

Respecto a las interpretaciones, quizás sea lo que menos me gustó. Mastroiani y Jeanne Moreau están muy bien, pero el resto tampoco es que me hayan parecido espectaculares, aunque creo que ahí hay una doble lectura: se peca un poco de falta de naturalidad. A veces los personajes se mueven como robots, caminan ingrávidos, miran al infinito una y otra vez... muchos de sus comportamientos se nos antojarán irreales, pero claro, por otro lado todo esto es intencionado por lo que decía al principio y no sé cómo funcionaría la película sin esa carga intencionada en las actuaciones...

Con todo, muy buena película ( 7.5 ), altamente recomendable y muy susceptible de ser vista en pantalla grande, donde creo que ganará bastante. Así que ya saben, si me quieren regalar un proyector en Reyes, les doy mi teléfono y hablamos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
chinho
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