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Las tinieblas (2016)

Las tinieblas
93 min.
4,7
526
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Sinopsis
Una familia habita una cabaña en medio de un bosque sumergido en la neblina. El padre mantiene encerrados a sus hijos en el sótano haciéndoles creer que afuera deambula una bestia salvaje. (FILMAFFINITY)
Género
Intriga Terror
Dirección
Reparto
Año / País:
/ México México
Título original:
Las tinieblas
Duración
93 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción México-Francia;
Premios
2016: Premios Ariel: 5 nominaciones incl. mejor banda sonora y efectos visuales
2016: Festival de Morelia: Premio del Público. 2 nominaciones
7
YA LO DIJO NIETZSCHE
La película se desarrolla en dos encuadres. Uno, el interior de una cabaña, donde se refugian del que parece un entorno post apocalíptico, una família compuesta por un padre sobreprotector (Brontis Jodorowsky) y sus tres hijos: el mayor (Fernando Álvarez) ya casi un hombre; el mediano (Aliocha Sotnikoff), en plena edad de descubrir las maravillas, los misterios y las pesadillas de la vida; y la menor, que representa la imagen de lo más frágil, enfermizo, efímero... (Camila Robertson Glennie).

En esta cabaña, el epicentro de la acción: una habitación en la que apenas entra la luz a través de los mugrientos cristales de la única ventana que tiene, una mesa, una cocina con apenas el ajuar básico. Dos puertas: una de acceso a la casa, y otra, la de la habitación del padre. La puerta que no se debe franquear. La que da a la habitación en la que está prohibido entrar. Debajo de esta casi desnuda estancia, un sótano donde duermen y se refugian de los peligros del exerior.

El entorno immediato de la casa, el que seria el segundo encuadre, un bosque que se dibuja muerto, sin vida, donde flota constantemente una difuminada neblina, y al que sale Gustavo con su hijo mayor, con su escopeta de caza, para proveerles a todos de los víveres para subsistir.

De forma alternada, pero en su mayoría dentro del austero habitaje, se contraponen como lo que serán las dos únicas macroescenas de todo el metraje. Cada una de ellas, respectivamente, imprime una experiencia contradictoria: la casa, por una parte, la seguridad, el escondite donde protegerse de los peligros y los monstruos del bosque.Pero a la par, el asfixiante efecto de angustia del obligado confinamiento al que se ven sometidos sus habitantes.

Y el exterior, que representa la inseguridad, el miedo, al que hay que salir con máscaras de gas para evitar respirar la toxicidad de su aire. Pero en cambio, el que supone la esperanza de subsistir, porque es el lugar de donde se obtiene la comida, y es el espacio al que acudir a esa “llamada de la selva” que está alimentando la necesidad de conocer, aprender y descubrir (proceso natural en el crecimiento y maduración de todo ser humano), y por lo tanto, de salir de esa matriz que le ha cobijado mientras era débil e indefenso.

Al tiempo, en su conjunto, se crea una atmósfera doblemente claustrofóbica: el angustiante aprisionamiento en la casa, y un alrededor hostil, hecho de miedos y de incertidumbres, que lejos de verse como una escapatoria alternativa, mas bién se antoja como un muro imposible de franquear.

Así es el ambiente creado por Daniel Castro Zimbrón, un envoltorio que no pretende causar acelerones en las pulsaciones cardíacas del espectador, sinó plantar una difusa semilla de agonía que, a su lento pero constante ritmo, nos va atrapando en un suave y lánguido suspense.

La fría y sombría luz de la fotografía, y una ténue partitura de Carlos Ayhllón hacen de envoltorio del aura de este contexto, sin que sean necesarios más efectos especiales y de sonido, que el que anuncia la presencia del monstruo que vive a fuera, y que extingue toda posibilidad de aventurarse lejos de aquél paraje.

Buen trabajo de dirección e interpretación de los personajes. De un alto nivel de exigencia en una historia que se centra en su actuación. En ésta se sostiene, durante todo el metraje, el ritmo narrativo.
El guión, sin giros bruscos, va despertando la tensión, buscando nuestra identificación en el personaje de Argel, el hijo mediano. Y resuelve la historia repartiendo de manera muy dosificada los puntos álgidos en los que podemos dividir las diferentes secciones del arco argumental.

En un primer tramo de la historia, se nos presenta la situación de los cuatro protagonistas, que mantienen entre sí una encadenada relación de protección según su orden de edad. El instinto que induce a este comportamiento es como si se transmitiera por un hilo conductor desde Gustavo a Marcos, de éste a Argel, y de Argel a la hermana pequeña. En este contínuo podemos ver representados diferentes estadios de la realidad psicosocial de la persona en su evolución vital.

La desaparición de Marcos, primer punto de inflexión, durante una salida con su padre para ir a cazar, altera el orden de las cosas. La vuelta de Gustavo a casa sin su hijo mayor, nos deja con un nudo en la garganta, y crece el aura de misterio alrededor de los temores que van germinando en Argel, sobre todo porque justo aquella misma mañana, la llamada del padre interrumpe algo muy importante que Marcos iba a contar a su hermano.

Así, en la parte central vivimos con el casi adolescente muchacho, su inquietud, su necesidad de hallar la verdad de lo que hay fuera de la burbuja en la que su progenitor les tiene encerrados a todos.
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15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Algo acecha afuera.
La segunda película de Daniel Castro Zimbrón es una arriesgada propuesta que se aleja de lo habitual y predecible del cine de género, con una narrativa pausada muestra un relato hermético que se destaca desde lo visual y las atmósferas conseguidas.

En lo profundo del bosque, en una cabaña, habita una familia formada por cuatro miembros, el padre (Brontis Jodorowsky) y sus tres hijos, el mayor Marcos (Fernando Álvarez Rebeil), el adolescente Argel (Aliocha Sotnikoff) y la pequeña Luciana (Camila Robertson Glennie), a quienes el padre encierra en un sótano cada vez que parece acercarse una bestia en las inmediaciones de la vivienda.

Cuando una tarde el hijo mayor, Marcos, desaparece misteriosamente en el bosque, la duda se siembra en Argel, quien ya no confía en lo que su padre les dice respecto al afuera y empieza a averiguar si su padre les esconde algo.

El realizador consigue construir una atmósfera opresiva y enigmática haciendo uso de varios elementos, como la oscuridad que prevalece en muchos momentos, la niebla del bosque y el fuera de campo, además de lo críptico del relato, siendo esa lograda atmósfera lo mejor del filme.

A ello se suma el excelso trabajo de Diego García en la fotografía (Cemetery of Splendour, Boi Neon, Manto acuífero), quien trabajó con luz natural aportando desde lo visual para ayudar a fortalecer esa atmósfera conseguida, haciendo avanzar un relato que abre el juego hacia el propio espectador hasta llegar a un final tan ambiguo como desconcertante.

Y es ahí donde la película no consigue ser del todo satisfactoria, desde lo encriptado de la historia y hasta las formas en que se resuelven y sugieren ciertos momentos del relato en que la narración pierde fuerza y por momentos, cierta coherencia.

http://tantocine.com/las-tinieblas-de-daniel-castro-zimbron/
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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