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Nueve cartas a Berta (1966)

Nueve cartas a Berta
92 min.
7,0
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Escena (ESPAÑOL)
Sinopsis
Años cincuenta. Lorenzo es un estudiante salmantino que acaba de pasar un verano en Inglaterra, donde ha descubierto otras formas de vida y otros horizontes, además de conocer a Berta, hija de un exiliado, por la que se siente atraído. A su regreso, el ambiente tradicional de su familia, sus amigos y su novia le resultan agobiantes. Se agudizan sus inquietudes en cartas dirigidas a esa Berta que quedó en el extranjero... (FILMAFFINITY)
Género
Drama Años 50 Posguerra española
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Nueve cartas a Berta
Duración
92 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
1966: Festival de San Sebastián: Concha de Plata a la Mejor ópera prima
8
Coloquio con Emilio Gutiérrez-Caba. Retratos.
Lorenzo regresa a “casa.” Suponiendo que la casa de uno sea en la que nace. Y lo ve todo igual… o distinto. Quizá no lo ve y aunque en cuerpo el regreso sea evidente, su mente siga caminando por las orillas del Támesis. Quiso su director hacer un retrato de la época. Quiso, junto películas como “Calle Mayor” (J.A. Bardem, 1956) o “La tía Tula” (M. Picazo, 1964) fotografiar la vida de provincias y quejar testimonio de aquella época. Y lo que son las cosas, “Nueve Cartas a Berta” me ha parecido muy actual.

Aquí entra la visión del espectador. Dejemos a un lado las intenciones y pongamos sobre la mesa la subjetividad que podría desprender esta película. Los matices que guarda el personaje de Lorenzo o sus miradas intranquilas por las calles de Salamanca. Esta película de múltiples lecturas y múltiples finales no tiene entereza como guión y sí libertad como película filmada.

Un espectador sentado a mi lado quiso preguntar si existía final alternativo. Yo lo miré severo y le pregunté a él ¿Hablas de la película o de tu vida?
¿Existe diferencia? presupuse que significó su media sonrisa.
Y es que “Nueve cartas a Berta”, más que un retrato de la sociedad de la época es un retrato al joven universal. Pero queda soterrado, ya lo aviso, porque realmente nunca fue el propósito de Basilio Martín Patino. O eso creo.
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32 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Tiempo de silencio
La vida provinciana entre los centenarios muros de Salamanca se le cae encima a Lorenzo al regreso de su estancia veraniega en tierras anglosajonas. Salir de España ha sido como un soplo fresco que limpió el aire, un aire con olor a maderas antiguas, piedras gastadas, cera derretida y vino de mesa, que Lorenzo respiraba sin advertirlo. Pero, como suele ocurrir cuando se sale fuera de lo que uno ha conocido siempre, allá lejos todo huele diferente, a nuevo. Ya sea la mera sensación de libertad al estar lejos de casa, al paréntesis en la rutina, lo cierto es que ese cosquilleo de la aventurilla, esa tímida emoción del descubridor en tierra extraña, puede bastar en un espíritu joven indeciso y en vacilante formación para imbuirle de desasosiego, de una perspectiva en la que entra en duda el apacible olor a maderas antiguas, piedras gastadas, cera derretida y vino de mesa. Las paredes del hogar familiar se tornan prisiones, los padres regañan con machacona monotonía sin entender la inquietud del retoño que a sus ojos vuelve desmejorado y con peligrosas ínfulas, los amigos y colegas ya no divierten como antes, y lo que es peor, la novia es como una losa con la que se está por la fuerza de la costumbre. Antes era especial; las mariposas del estómago teñían sus ojos pizpiretos y toda su silueta de un aura que, por más que la busque, ya se ha esfumado. Porque ahora Berta llena su horizonte como nunca lo hizo nadie. ¿Por qué la providencia tiene a veces la crueldad de brindar el manjar más delicioso a cientos de kilómetros, en un verano, un único verano en el que se sale de lo habitual? ¿Por qué pone en los labios ese sabor tan irresistible, tan exótico, que no tiene nada que ver con los sabores tan masticados, para llevárselo después, dejando la insatisfacción del que no ha podido saciarse?
Tal vez Berta haya sido desde el principio un espejismo en el desierto, una risa de la suerte que se burla de los que quieren ser alguien, los que quieren aspirar a más que a dormitar el sueño de la rutina en una ciudad provinciana, los que han notado el chispazo de un abismo de pasión que no van a encontrar entre las piedras viejas, las plegarias de abuelas piadosas, los ceños fruncidos de los preocupados padres que han hecho las cosas lo mejor que han podido y unas promesas de matrimonio que son como cadenas.
¿Cómo puede uno lanzar el corazón hacia Berta, una fugaz aparición, hasta el punto de desgarrarse y partirse en dos, y estar dispuesto a renunciar a todo lo que uno ha querido tanto hasta conocerla a ella?
Las cartas dirigidas a esa Berta remota, tan española como extranjera, nacida de esa generación de exiliados, mientras Lorenzo se hace mayor aprendiendo ese innoble arte del disimulo y el silencio, son quizás el último grito de un alma que pierde la inocencia, que deja atrás la ingenuidad de cuando se creía que uno nunca se vendería por treinta monedas de plata.
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20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
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